viernes, 13 de mayo de 2016

"Walden dos".- Burrhus Frederich Skinner (1904-1990)


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 "-Todo hombre -empezó diciendo Frazier- está empeñado en una batalla constante y sin cuartel con el resto de la humanidad.
 -Premisa curiosa para una Utopía -dijo Castle-. Hasta un pesimista como yo ve la cosa de modo más esperanzador.
 -Sí, sí -dijo Frazier-. Pero seamos realistas. Todos y cada uno tenemos intereses que están en conflicto con los intereses de los demás. Es nuestro pecado original, y no se puede remediar. Ahora bien, existe lo que llamamos "sociedad". Es un contrincante poderoso y siempre vence. Bueno, alguna que otra vez un individuo prevalece momentáneamente y consigue lo que quiere. A veces, arremete contra la cultura de una sociedad y altera ligeramente dicha sociedad en provecho propio. Pero, a la larga, la sociedad acaba ganando pues lo aventaja en número y en experiencia. La cantidad vence a la unidad. Y el hombre al niño. La sociedad ataca temprano, cuando el individuo no tiene defensas. Lo esclaviza casi antes de que pueda saborear la libertad. Las "logias" tratan de explicar la causa. La Teología define el fenómeno como formación de la conciencia o del espíritu de abnegación. La psicología lo llama crecimiento del super-ego.
 Considerando los siglos de existencia de la sociedad, uno creería que deberían haberse obtenido ya mejores resultados. Pero las campañas han sido deficientemente planeadas y la victoria nunca ha sido definitiva. Se ha moldeado la conducta de los individuos de acuerdo con patrones de "buena conducta" y nunca como resultado de un estudio experimental. Pero, ¿por qué no realizar experimentos? Las preguntas son bien sencillas: ¿cuál es la mejor conducta para el individuo en sus relaciones con el grupo? y, ¿cómo se puede inducir al individuo a comportarse de este modo? ¿Por qué no explorar esas cuestiones con espíritu científico?  Vimos que precisamente eso lo podíamos hacer en Walden dos. Habíamos ya elaborado un código de conducta sujeto, por supuesto, a modificación experimental. El código ayudaría así a que todo funcionara sin roces, con tal de que cada uno lo viviera en la práctica. Nuestra labor consistió en hacer que todo el mundo lo cumpliera. Ahora bien, no se puede esperar que la gente cumpla un código útil con la misma perfección de un engranaje mecánico. No se pueden prever todas las circunstancias futuras y, por tanto, no se puede especificar en cada caso el comportamiento futuro más adecuado. Se desconoce cuáles serán las necesidades del momento y, por ello, en su lugar, se tienen que proponer ciertos procesos de conducta que induzcan al individuo a moldear su propio "buen" comportamiento en cada momento. A esto se le llama "autocontrol". Pero no se confundan. El control siempre descansa, en definitiva, en manos de la sociedad.
 Uno de nuestros Planificadores, un joven llamado Simons, cooperó conmigo en este trabajo. Era la primera vez en la historia que el asunto se trataba de modo experimental. ¿Tiene alguna objeción contra dicha afirmación, señor Castle?
 -No estoy muy seguro de entender el sentido exacto de sus palabras -dijo Castle-.
 -Entonces, permítame que continúe. Simons y yo empezamos estudiando las grandes obras de moral y ética: Platón, Aristóteles, Confucio, el Nuevo Testamento, los teólogos puritanos, Maquiavelo, Chesterfield, Freud y muchos más. Buscábamos todos y cada uno de los posibles modos de moldear el comportamiento del hombre por medio de las técnicas de autocontrol. Algunas de éstas eran claramente obvias pues han marcado un hito en la historia de la humanidad. "Amar a los enemigos" es un buen ejemplo... un invento psicológico para suavizar la suerte de un pueblo oprimido. La prueba más dolorosa que sufren los "oprimidos" es la rabia constante que sienten al pensar en el opresor. Lo que Jesús descubrió fue cómo evitar esta destrucción interior. Su técnica fue practicar la emoción opuesta. Si un hombre llega a conseguir "amar a sus enemigos" y "olvidarse del mañana" no se verá acosado por el odio al opresor o por la ira causada por la pérdida de su libertad o de sus propiedades. Podrá recuperar, o no, su libertad o sus posesiones pero sin embargo se sentirá menos desdichado. Lección difícil. Una de las últimas en nuestro programa.
 -Creí que ustedes se oponían a modificar las emociones y los instintos hasta que el mundo estuviera preparado para ello -dijo Castle-. Según usted, el principio de "amar al "enemigo" tendría que haber sido suicida". 

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