lunes, 23 de mayo de 2016

"El anillo del rey Salomón".- Konrad Lorenz (1903-1989)


Resultado de imagen de konrad lorenz  
Reírse de los animales

 "La verdad es que los animales me hacen reír muy pocas veces. Cuando esto ocurre veo, después de considerarlo bien, que en realidad me he reído de mí mismo o de la Humanidad en general, que los animales saben caricaturizar de manera despiadada. Nos reímos ante la jaula de los monos, pero no nos reímos al contemplar un caracol  o una oruga. El cortejo de un ganso gris nos parece irresistiblemente cómico porque los jóvenes de nuestra especie se comportan de manera muy parecida.
 La persona entendida no suele reírse de las curiosidades o rarezas del mundo animal. Me siento molesto cuando un visitante de acuario o de un parque zoológico se ríe de algún animal, el cual ha adquirido una forma del cuerpo que se aparta de lo común, en un prodigio de extrema adaptación a cierto género de vida. Este "público" se ríe de algo que para mí es sagrado: los misterios de la transformación de las especies, la Creación y el Creador. Las formas grotescas, si se quiere, de un camaleón, de un pez-erizo o de un oso hormiguero jamás despiertan mi hilaridad, sino más bien un asombro rayano en la veneración.
 Concedo que, a veces, me he reído de rarezas inesperadas o que me han sorprendido, risa que, lo reconozco, no es menos estúpida que la del público que tanto me irrita. Confieso que me reí cuando por primera vez me enviaron desde Holanda un ejemplar del pez anfibio y trepador Periophtalmus y observé cómo el animalito no escapó del acuario, sino que sólo se movió hasta sus bordes, y allí se apoyó erguido, dirigiendo la cabeza hacia mí, fijando en mí sus ojos saltones y agudos. Uno debe hacerse cargo de lo que significa un pez, un verdadero e indiscutible pez óseo, que, en primer lugar, toma una posición que recuerda algo a un canario apoyado en un palito y luego mueve la cabeza como un animal terrestre o como lo que sea, pero, desde luego, no como un pez; luego fija en uno su mirada, la  mirada de los dos ojos, mostrando una aptitud que ya nos hace gracia en las lechuzas, porque ni siquiera la generalidad de las aves puede usar de sus órganos de la visión de manera tan semejante a la humana. Lo cómico del caso reside, en buena parte, en el recuerdo que el comportamiento del pez despierta en acciones específicamente humanas.
 
 La verdad es que casi siempre que los animales me han hecho reír, me he reído en realidad de los hombres, de mí mismo, de los espectadores. El que se ocupa en investigar el comportamiento de los animales superiores, con gran frecuencia él mismo ha de conducirse de manera que resulta extremadamente cómica. Esto es inevitable, lo mismo que el hecho de que lo crean fuera de sus cabales cuantos lo contemplan de lejos o de cerca. Si todavía no me han llevado a una institución para enfermos mentales, hay que atribuirlo a la circunstancia de que en Altenberg tengo fama de inofensivo, fama que, por otra parte, comparto con el otro loco del lugar". 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Realiza tu comentario: