martes, 10 de mayo de 2016

"Los hermanos o Adelfos".- Publio Terencio Africano (190 a.C. ? - 159 a. C.)


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Acto primero. Escena I
Mición, solo.

 "Mición: (sale de casa y llama.) ¡Estórax!... (Aparte.) Todavía no ha regresado de la cena de anoche Ésquino, ni esclavo alguno de los que fueron por él. Es muy cierto lo que suele decirse: si estás ausente en algún lugar o si te demoras ahí, es preferible que te ocurra lo que dice de ti o de ti imagina, airada, tu mujer que no lo que temen unos padres indulgentes. Tu mujer, si tardas en volver, piensa que andas en amoríos o en francachelas, que te das una vida regalada y que para ti son los goces mientras que ella sola pasa trabajos. Yo, como no regresa mi hijo, ¡oh!, ¡qué cosas pienso y qué preocupaciones experimento ahora! ¿Se habrá resfriado? ¿Habrá caído en algún sitio? ¿Se habrá quebrado algún miembro? ¡Bah! Es raro que un hombre instale en su corazón, o se procure algo, que quiera más que a sí mismo. Además, ése no es hijo mío, sino de mi hermano; y mi hermano, ya desde la juventud, tiene gustos muy distintos de los míos. Yo he seguido la vida cómoda y holgada de la ciudad y -cosa que muchos estiman venturosa- nunca estuve casado; él, todo lo contrario, vive en el campo, anda siempre entre estrecheces y austeridades; se casó y tuvo dos hijos. De éstos, yo adopté al mayor; lo eduqué desde niño; lo tuve y amé como hijo mío;  en él he puesto mis delicias; es el único ser a quien amo. Por todos los medios procuro que me pague en la misma moneda: soy dadivoso con él; sé pasar por alto sus travesuras; no considero necesario afirmar en todo mis derechos; finalmente, las cosas que otros hacen a escondidas de sus padres, y que son propias de la edad juvenil, yo he acostumbrado a mi hijo a no ocultármelas. Porque, en efecto, el que se acostumbra o se atreve a mentir o engañar a su padre, tanto más se atreverá a hacerlo con los demás. Yo pienso que es mejor refrenar a los hijos con el pundonor y nobleza de sentimientos que con el miedo. Pero mi hermano no está de acuerdo sobre esto ni le gusta semejante proceder. A menudo viene a gritarme: "¿Qué haces, Mición? ¿Por qué echas a perder a nuestro hijo? ¿Por qué anda con mujeres? ¿Por qué frecuenta tabernas? ¿Por qué le das dinero para costear estas cosas? Lo vistes demasiado bien. Eres demasiado incapaz de educar hijos". Y él es demasiado duro pisoteando justicia y bondad. A mi juicio, por lo menos, se equivoca de pe a pa quien cree que es más firme y estable la autoridad que se ejerce con la represión que aquella que se gana con la amistad. Éste es mi sistema; ésta es mi convicción. El que cumple su deber obligado por las amenazas, está en guardia mientras tema que sus faltas se llegarán a saber; si espera que permanezcan ocultas, volverá a las andadas. Viceversa, aquél a quien ganas con tus beneficios, obra de buen grado, se esfuerza por corresponder, será idéntico en tu presencia que en tu ausencia. Esto es propio de un padre, es decir, acostumbrar al hijo a portarse bien espontáneamente más que por miedo a otro; en esto se diferencian padre y amo; el que no sabe eso, confiese que no sabe gobernar hijos. (Viendo a Démea.) Pero, ¿es ése, acaso, el mismo de quien hablaba? Claro que sí. Lo veo malhumorado, no sé por qué. Pienso que, como de costumbre, vendrá a regañarme. (A Démea.) Me alegro, Démea, de verte llegar con salud.

Escena II
 Démea, Mición
 
 Démea: ¡Oh, qué casualidad! ¡Justamente te iba buscando!
 Mición: ¿A qué se debe que estés apesadumbrado?
 Démea: ¿Y me lo preguntas estando Ésquino de por medio?
 Mición: (Aparte.) ¿No decía yo que iba a ocurrir esto? (Alto.) Pues, ¿qué ha hecho?
 Démea: ¿Qué ha hecho? ¡Si no tiene vergüenza de nada, ni teme a nadie ni piensa observar ley alguna! Dejemos a un lado todo lo que hizo anteriormente, pero ¿sabes qué infamia acaba de cometer?
 Mición: ¿Pues cuál?
 Démea: Forzó una puerta e irrumpió en casa ajena; golpeó mortalmente al dueño y a toda la familia y arrebató a la mujer de la que está enamorado. Todos claman que se condujo de la manera más ruin".

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