sábado, 5 de diciembre de 2015

"El ser y la nada".- Jean-Paul Sartre (1905-1980)


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Cuarta parte: Tener, Hacer y Ser
II.-Libertad y facticidad: la situación.
D) Mi prójimo

 "Yo, por quien las significaciones vienen a las cosas, me encuentro comprometido en un mundo ya significante, que me refleja significaciones no puestas por mí. Piénsese, por ejemplo, en la innumerable cantidad de significaciones, independientes de mi elección, que descubro si vivo en una ciudad: calles, casas, tiendas, tranvías y autobuses, placas indicadoras, ruidos de aviso, música de radio, etc. En la soledad, ciertamente, descubría yo el existente bruto e imprevisible: ese peñasco, por ejemplo, y me limitaba, en suma, a hacer que hubiera un peñasco, es decir, este existente aquí, y, fuera de él, nada. Pero le confería, por lo menos, su significación de "algo que servía para escalar", "que debía ser evitado", "que se podía contemplar", etc. Cuando, al doblar una esquina, descubro una casa, ya no revelo meramente un existente bruto en el mundo, ya no hago sólo que haya un "esto" cualificado de tal o cual manera, sino que la significación del objeto así revelado se me resiste y se mantiene independiente de mí: descubro que el inmueble es una casa de vecindad, o la administración de la Compañía del gas, o una prisión, etc; la significación es aquí contingente, independiente de mi elección, se presenta con la misma indiferencia que la realidad misma del en-sí: se ha hecho cosa y no se distingue de la cualidad del en-sí. Análogamente, el coeficiente de adversidad de las cosas se me descubre antes de ser experimentado por mí; multitud de indicaciones me ponen sobre aviso: "Disminuya la velocidad: curva peligrosa", "Cuidado, escuela", "Peligro de muerte", "Excavación a cien metros", etc. Pero estas significaciones, aunque profundamente impresas en las cosas y partícipes de la exterioridad de indiferencia de las mismas -por lo menos en apariencia-, son a la vez indicadores de conductas a seguir que me conciernen en modo directo. Cruzaré por el paso de peatones, entraré en tal o cual tienda para comprar tal o cual utensilio cuyo modo de empleo está indicado con toda precisión en un prospecto que se entrega al comprador; usaré después ese utensilio, por ejemplo, una estilográfica, para llenar tal o cual formulario en determinadas condiciones. ¿Acaso no encontraré con ello estrechos límites a mi libertad? Si no sigo punto por punto las indicaciones dadas por los otros, no podré orientarme, me equivocaré de calle, perderé mi tren, etc. Por otra parte, tales indicaciones son casi siempre imperativas: "Entre por aquí", "Salga por aquí"; esto es lo que significan las palabras Entrada y Salida pintadas encima de las puertas. Yo me someto: las indicaciones añaden, al coeficiente de adversidad que hago nacer yo sobre las cosas, un coeficiente de adversidad propiamente humano. Además, al someterme a esa organización, dependo de ella; los beneficios que me proporciona pueden agotarse: una revuelta intestina, una guerra, y escasean los productos de primera necesidad, sin que tenga yo nada que ver en ello. Soy desposeído, interrumpido en mis proyectos, privado de lo necesario para cumplir mis fines. Y, sobre todo, hemos observado ya que los modos de empleo, las designaciones, las órdenes o las prohibiciones, los carteles indicadores, se dirigen a mí en tanto que soy cualquiera; en la medida en que obedezco, me inserto en la fila, me someto a los objetivos de una realidad humana cualquiera y los realizo por medio de técnicas cualesquiera: soy modificado, pues, en mi propio ser, puesto que soy los fines que he elegido y las técnicas que los realizan; a unos fines cualesquiera, a unas técnicas cualesquiera, corresponde una realidad humana cualquiera. Al mismo tiempo, ya que el mundo no me aparece jamás sino a través de las técnicas que utilizo, el mundo también es modificado. Ese mundo visto a través del uso que hago de la bicicleta, del auto, del tren, para recorrerlo, me descubre un rostro rigurosamente correlativo a los medios que utilizo y, por ende, el rostro que ofrece a todo el mundo. De ello se dirá, se seguirá evidentemente, que mi libertad se me escapa por todas partes: no hay ya una situación como organización de un mundo significante en torno a la libre elección de mi espontaneidad, sino un estado que me es impuesto".

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