miércoles, 23 de diciembre de 2015

"Discursos a la nación alemana".- Johann G. Fichte (1762-1814)


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Discurso segundo: De la esencia de la nueva educación en general

 "Con esto hemos encontrado una característica externa, evidente y certera de la verdadera educación, la de que todo educando que haya adquirido esta educación aprende con verdadero placer, sin tener en cuenta la diferencia de disposiciones naturales y sin que se hagan excepciones, simplemente por el hecho de aprender y no por ninguna otra razón. Hemos encontrado el medio de provocar esta inclinación genuina por aprender; consiste en estimular la espontaneidad inmediata del educando y convertirla en la base de todo conocimiento, de tal manera que con ella se consiga aprender lo que se está aprendiendo.
 La parte principal del arte de educar consiste ante todo en estimular esta capacidad propia del educando en cualquier aspecto que nosotros conozcamos. Una vez que esto se consigue, todo depende de mantenerla estimulada y viva, cosa que sólo es posible por medio de avances regulados en que se descubren inmediatamente los errores que ha cometido la educación al fracasar en lo que se había propuesto. Asimismo hemos encontrado el vínculo que une de manera que ya no se pueden separar el éxito que se pretende y el modo ya indicado de actuar con eficacia, a saber, la ley fundamental, eterna y de validez universal, de la naturaleza espiritual del hombre de tender directamente a la actividad espiritual.
 Si la experiencia común de nuestros días llevase a alguien por el camino equivocado y le hiciera dudar de la existencia de esta ley fundamental, a éste tenemos que hacerle notar además que el hombre es, por naturaleza y sin duda, materialista y egoísta mientras le apremia la dificultad inmediata y la necesidad material del momento, y que ninguna necesidad de tipo espiritual o cualquier tipo de consideración previsora le detiene a la hora de satisfacer aquella necesidad; pero que una vez que ha conseguido satisfacerla no tiende a pensar en su dolorosa imagen ni mantenerla presente, sino que más bien prefiere dirigir su pensamiento, ya sin trabas, a la observación libre de aquello que estimula la atención de los sentidos; es más, tampoco desdeña escapar a mundos ideales, ya que es inherente a él una cierta despreocupación por lo temporal, reservándose de esta manera su sentido por lo eterno algún espacio para desarrollarse. Esto último nos lo demuestran la historia de los pueblos antiguos y algunos estudios y descubrimientos que de ellos nos han llegado; en nuestros días se nos demuestra, observando a los pueblos salvajes que aún perduran, si es que el clima no les trata desfavorablemente, y observando a nuestros propios hijos; también el reconocimiento sincero de aquéllos que se oponen fanáticamente a ideales, quienes se lamentan de que aprenderse nombres y fechas es un asunto mucho más fastidioso que volar a lo que para ellos es el espacio vacío de las ideas, y quienes, en consecuencia, parece que preferirían lo segundo a lo primero si pudieran permitírselo. El que surja en lugar de esta despreocupación natural un sentido serio que hace que incluso el saciado tenga presente el hambre y la posibilidad de que ésta pueda repetirse una y otra vez como lo único que llena su alma, es algo que se consigue en nuestra época siguiendo una técnica: en el caso del muchacho, cultivando su negligencia natural; en el del hombre maduro, buscando ser considerado inteligente, gloria que sólo se concede a quien ni por un momento aparta de su mente aquel punto de vista; por consiguiente, no se trata de naturaleza aquello con que tendríamos que contar, sino que se trata más bien de una corrupción que se ha impuesto con esfuerzo, que es antinatural y que desaparece una vez que deja de aplicarse ese esfuerzo.
 Decíamos antes que esta educación que estimula directamente la espontaneidad espiritual del educando produce conocimiento; esto nos va a dar la oportunidad de caracterizar con más profundidad aún la nueva educación frente a la que hemos tenido hasta ahora".

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