domingo, 27 de diciembre de 2015

"Conversaciones sobre la pluralidad de los mundos".- Bernard Le Bouvier de Fontenelle (1657-1757)


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Cuarta noche: Peculiaridades de los mundos de Venus, de Mercurio, de Marte, de Júpiter y de Saturno

"-Se está bien seguro -dije a la marquesa- de que Venus gira sobre sí mismo, pero no se sabe exactamente en qué tiempo ni, en consecuencia, cuánto duran sus días. En cuanto a sus años, no son más que de ocho meses, puesto que es el tiempo que tarda en girar alrededor del Sol. Es del tamaño de la Tierra y, en consecuencia, la Tierra desde Venus parece del mismo tamaño que él, nos parece a nosotros.
 -Me alegro -dijo la marquesa-, la Tierra podrá ser para Venus el lucero del alba y madre de los amores, como Venus lo es para nosotros. Estos nombres no pueden ser adecuados más que a un planeta que sea bonito, claro, brillante y que tenga un aire galante.
 -Estoy de acuerdo -respondí-. Pero ¿sabéis qué es lo que hace a Venus tan bonito desde lejos? Que, de cerca, es espantoso. Con el telescopio se ha visto que no es más que una masa de montañas mucho más altas que las nuestras, muy puntiagudas y, al parecer, más áridas. Y esta disposición de la superficie de un  planeta es la más adecuada para que la luz pueda reflejarse con mucho brillo y vivacidad. Nuestra Tierra, cuya superficie es más plana que la de Venus y, en parte, cubierta de mares, podría muy bien no resultar agradable a la vista desde lejos.
 -Tanto peor -dijo la marquesa-, pues seguramente sería para ella una ventaja y un placer presidir los amores de los habitantes de Venus; estas gentes deben entender bien la galantería.
 -¡Oh!, sin duda -repliqué-. El pueblo de Venus no está compuesto más que por Celadones y Silvanos, y sus conversaciones más comunes valen tanto como las más bellas de Clelia. El clima es muy favorable a los amores; Venus está más próximo al Sol que nosotros y recibe una luz más viva y más calor. Está, aproximadamente, a dos tercios de la distancia del Sol a la Tierra.
 -Ahora veo cómo están hechos los habitantes de Venus -dijo la marquesa-. Se parecen a los moros granadinos, un pueblo negro, quemado por el sol, lleno de gracia y fuego, siempre enamorados, haciendo versos, amantes de la música, inventando fiestas, danzas y torneos todos los días.
 -Permitidme deciros, señora -repliqué-, que apenas conocéis a los habitantes de Venus. Nuestros moros granadinos, a su lado, no serían más que lapones o groenlandeses por su frialdad y estupidez. Pero ¿y los habitantes de Mercurio? Están más de dos veces próximos al Sol. Es preciso que estén locos a fuerza de vivacidad. Creo que no tienen memoria, no más que la mayor parte de los negros; que no reflexionan sobre nada, que no actúan más que a la ventura, y por movimientos repentinos y, en fin, que es en Mercurio donde están los manicomios del Universo. Ven el Sol nueve veces más grande que nosotros, y les envía una luz tan fuerte que si estuvieran aquí no tomarían nuestros hermosos días más que por pálidos crepúsculos; y quizá no podrían distinguir los objetos. El calor al que están acostumbrados es tan excesivo, que el que hace aquí, en el corazón de África, los helaría. Probablemente nuestros hierros, plata y oro se fundirían en su mundo, y no se les vería más que en estado líquido, del mismo modo que aquí el agua no se ve usualmente más que como líquido, aunque en ciertas ocasiones sea un cuerpo muy sólido. Las gentes de Mercurio no sospecharían que, lo que allí son líquidos que acaso forman sus ríos, en otro mundo son los cuerpos más duros que se conocen. Su año no tiene más que tres meses. La duración de su día no es conocida, porque Mercurio es tan pequeño y está tan próximo al Sol, entre cuyos rayos está casi siempre perdido, que escapa a toda destreza de los astrónomos, y no se lo ha podido captar lo suficiente para observar el movimiento que debe tener sobre su centro. Pero los habitantes necesitan que complete su giro en poco tiempo. Pues quemados como están por una gran estufa ardiente suspendida sobre sus cabezas, suspiran por la llegada de la noche. Durante ésta, están iluminados por Venus y la Tierra, que les deben parecer bastante grandes. En cuanto a los otros planetas, como que están más allá de la Tierra, hacia el firmamento, los ven más pequeños que nosotros, y de ellos reciben muy poca luz".  
    

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