jueves, 3 de diciembre de 2015

"Las meninas".- Antonio Buero Vallejo (1916-2000)


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Parte segunda

 "Nieto: Si aquí se quiere escuchar mi opinión a pesar de ser la más indigna de todas, no he de ocultarla. Mi opinión es que la primera vez que un pintor español osa tal abominación, crea un precedente muy peligroso. Y entiendo que, por desgracia, una saludable severidad es necesaria ante él. Nada se pinta sin intención de ser enseñado. Y, antes o después, lo ven otras personas... Ejecutar es ya exponer.
 Velázquez: (Bien razonado, primo. Decidme ahora:) Si se exponen pinturas escandalosas por persona diferente de quien las ejecutó, ¿la castigaríais con igual severidad?
 Nieto: Yo, en conciencia, así lo haría.
 Velázquez: Debo de ser muy torpe. Después de oíros, comprendo peor esa orden.
 Nieto: Es muy clara y muy simple.
 Velázquez: No tanto. Porque, o vos no la entendéis bien, o tendríais que haber denunciado antes a su majestad el rey.
 El Marqués: (Salta.) ¡Qué!...
 El Rey: (Le pone una mano en el brazo para imponerle silencio y mira fijamente a Velázquez.) ¿Qué insinuáis?
 Velázquez: Sólo insinúo, señor, que mi pariente ha sido víctima de su propio celo y que es forzoso que no haya entendido la orden. De lo contrario, no veríamos en algunos aposentos de Palacio ciertas mitologías italianas y flamencas no más vestidas que la que yo he pintado.
 (Todos se miran. El Rey habla en voz baja con el dominico.)
 El Rey: Represento aquí al Santo Tribunal y puedo aclararos que no hay inconsecuencia. Lo que decís demuestra justamente los criterios de prudencia con que ejerce su vigilancia. Ante el mérito de esas obras, el hecho de estar ya pintadas y los recatados lugares donde se encuentran, puede tenerse alguna benignidad. Sus autores, además, no son españoles, y mal podríamos imponerles normas que no les atañen.
 Velázquez: Entonces, señor, pido para mí la misma benignidad. No es justo que aceptemos de mis colegas extranjeros lo que se castiga en los españoles.
 Nieto: No, don Diego. El pintor español ha de extremar el ejemplo y el rigor. Y por eso el santo precepto cuida de que no crezca ni prospere entre nuestros pintores tan perniciosa costumbre.
 Velázquez: ¿Qué entendéis vos, primo, por una pintura lasciva?
 Nieto: La que por su asunto o sus desnudeces pueda mover a impureza.
 Velázquez: ¿Prohibiríais, por consiguiente, toda desnudez pictórica o escultórica?
 Nieto: Sin vacilar.
 Velázquez: Pues si antes me referí a Palacio, ahora no tengo más remedio que referirme a las iglesias.
 Nieto: (Se sobresalta.) ¿Qué queréis decir?
 Velázquez: ¿Olvidáis que la más grandiosa imagen de nuestra Santa Religión es la de un hombre desnudo?
 Nieto: (Al Rey.) ¡Señor, por piedad! ¡No permita vuestra majestad que don Diego se burle de las cosas santas!
 Velázquez: (Grita.) ¡No me burlo! (Al Rey.) Sólo digo lo que antes, señor. (Señala a su primo.) Su falta de prudencia es evidente. Se le habían olvidado las iglesias. (Le vuelve la espalda a Nieto y se aleja.)
 Nieto: ¡No digáis más abominaciones!
 Velázquez: (Se vuelve.) Todavía queda por dilucidar si quien ve abominación en los demás no estará viendo la que su propio corazón esconde. 
 Nieto: ¡Me ofendéis!
 Velázquez: Sólo quiero recordaros que el vestido inquieta a veces más que el desnudo... Que el vestido no quitó la tentación carnal del mundo y que vino por ella.
 Nieto: ¡Aunque así sea! ¡Siempre se debe evitar la más clara ocasión de pecado!
 Velázquez: Todo es ocasión de pecado, primo: hasta las imágenes santas lo han sido. Y todo puede edificarnos, hasta la desnudez, si la miramos con ojos puros".     

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