Capítulo ocho: El doctor Thomas
"Lucas rió, y de nuevo el doctor Thomas repuso con una sonrisa... completamente natural, llena de ingenuo regocijo:
-Muchas personas hubiesen deseado retorcer el pescuezo de ese chicuelo. Pero no creo que llegasen al extremo de arrojarle por una ventana.
-Parece ser que fue un chiquillo muy impertinente... El librarse de él pudo ser considerado como un beneficio para la localidad.
-Es una lástima que no pueda aplicarse esa teoría más a menudo.
-Siempre he pensado que unos cuantos asesinos al por mayor serían muy beneficiosos para la Humanidad -dijo Lucas-. Por ejemplo, un miembro molesto de un club, ¿no podría ser eliminado con una copa de coñac envenenado? Luego existe el tipo de mujer que critica a sus mejores amigas. Solteronas anticuadas, corazones endurecidos que se oponen al progreso. ¡Si pudiéramos suprimirlas sin dolor, cómo cambiaría en absoluto el ambiente social!
La sonrisa del doctor convirtióse en mueca.
-En resumen, usted aprueba el crimen en gran escala.
-Justa eliminación. ¿No cree usted que resultaría beneficioso?
-¡Oh!, sin duda alguna.
-Ah, pero usted no habla en serio -dijo Lucas-. Yo tampoco. No tengo el respeto por la vida humana de los ingleses normales. Todo hombre que es un estorbo en el camino del progreso debería ser eliminado. Ésta es mi opinión.
Pasándose la mano por sus cortos cabellos rubios, el doctor repuso:
-Sí, ¿pero quién es el llamado a juzgar si un hombre es un estorbo?
-Ahí está la dificultad, naturalmente -admitió Lucas.
-Los conservadores considerarían que un comunista debía morir..., el rojo sentenciaría a muerte al sacerdote, y el médico al paciente, el pacifista al soldado, y así todos.
-Tendríamos que tener un hombre de ciencia por juez. Alguien con una mentalidad muy amplia... un médico, por ejemplo; puestos a decir, creo que usted sería un buen juez, doctor.
-¿Para decidir los que debieran conservar la vida?
-Sí.
El doctor Thomas movió la cabeza.
-Mi trabajo consiste en arreglar lo que funcione mal. He de admitir que a veces es una tarea muy dura.
-Sigamos con mi argumento -dijo Lucas-, consideremos a Enrique Carter...
El doctor repuso:
-¿Carter? ¿Se refiere al tabernero de las "Siete Estrellas"?
-Sí, ése mismo. No lo conocí, pero mi prima, la señorita Conway, estuvo hablando con él. Parece ser que fue un pillo redomado.
-Sí -dijo el otro-, se emborrachaba, maltrataba a su mujer y tenía amedrentada a su hija. Era pendenciero y camorrista y se había peleado con la mitad de los habitantes de este pueblo.
-En resumen, que el mundo ha mejorado desde que él murió.
-Convengo en que sí.
-En suma, si una persona le hubiese empujado para que cayese al río en vez de su amable elección de caer por su propio acuerdo, esa persona hubiera actuado en favor del público.
-Esos métodos que usted define -dijo el doctor- los puso en práctica en... ¿cómo dijo...? ¿Mayang Straits?
Lucas echóse a reír.
-Oh, no. Son teorías que nunca puse en práctica.
-No. No creo que tenga madera de asesino".
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