miércoles, 11 de noviembre de 2015

"Discurso sobre la educación popular y fomento de los artesanos".- Pedro R. de Campomanes (1723-1802)

 
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De los conocimientos cristianos, morales y útiles en que conviene instruir la juventud dedicada a los oficios y a las artes

 "Es también de considerar que estos jóvenes aprendices de las artes necesitan instruirse en aquellos conocimientos cristianos, morales y útiles, que son precisos en el resto de la vida; y para poder portarse con una honradez y decencia que les haga apreciables y bienquistos.
 I.-De estas tres clases de rudimentos son los primeros los que pertenecen a la religión. Debe cuidar todo maestro de que sus hijos y aprendices sepan  muy bien la doctrina cristiana, vayan a misa los días festivos y cumplan con el precepto anual de la Iglesia a lo menos, y que unos y otros vivan con honestidad, desempeñando todas las demás obligaciones de cristianos. Puesto que los maestros están obligados a poner en esta parte el mismo cuidado con los aprendices que con los propios hijos, respecto a constituir todos ellos una misma familia, a menos que el aprendiz viva con sus padres o tutores: en cuyo caso son éstos los que han de tomar sobre sí aquel cuidado.
 Los maestros de primeras letras y los párrocos están obligados a dar esta enseñanza y a celar en que nadie sea flojo en tomarla, haciendo exámenes y eligiendo para todo continuas y prudentes medidas.
 II.-Los conocimientos civiles no son desatendibles en esta numerosa porción de ciudadanos, que componen más de una mitad de la población de las ciudades y villas del Reino, o la tercera del todo; y forman la segunda clase de la educación moral de los artesanos.
 El aseo y decencia en su porte de vestir se halla muy descuidada por lo común entre estas gentes, no sólo en los aprendices, sino también en los oficiales y maestros, saliendo a la calle desgreñados, sin peinarse, ni lavarse las manos y cara, y aun con roturas en sus vestidos por el desaliño de no coserles a tiempo. Emplearían ciertamente ellos mismos, o sus madres y hermanas, los ratos libres en repasar su ropa, cosiéndola o remendándola del mismo color y con curiosidad: además de que reparadas con diligencia estas roturas, se conservan los vestidos a menos costa y con mayor propiedad.
 El desaliño actual de muchos de esta clase honrada de vecinos tiene su origen en la mala crianza que se les da por los padres y madres, descuidando de todo punto su aseo, rasgando ellos sus vestidos con las luchas y otros juegos violentos en que se entretienen, y son poco convenientes a los racionales.
 Los maestros de primeras letras, los párrocos y las Justicias son en parte responsables del descuido que se advierte con tanta generalidad de la falta de aseo.
 Contribuye mucho a conservar la salud el cuidado de la limpieza en la ropa y el de que se peinen y laven con regularidad y diariamente los muchachos, luego que se levantan de la cama. Los que se acostumbran de niños a andar limpios hallan tiempo de asearse, sin faltar por eso a sus obligaciones.
 Puede atribuirse a este abandono de la decencia en general, parte del menosprecio de los artesanos; porque a la verdad su poca limpieza los suele confundir con los mendigos o vagos. Y como el traje es tan parecido, no se desdeñan de tratar con ellos; y de ahí procede perderse muchos, contrayendo la misma vida licenciosa y holgazana; huyendo de los obradores y talleres de sus maestros, para aprender el fácil y descansado arte de la tuna* y todo género de bellaquerías. 
 Si los maestros y los padres cuidaran más de su aseo y modales decentes, los tales hijos y aprendices se avergonzarían de acompañarse con los vagos, librándoles de este modo de un contagio que se les pega demasiado.
 El uso de la capa, a que se acostumbran desde niños, es otra causa de su abandono y de entregarse no pocos a la ociosidad, cubiertos con esta especie de disfraz.
 La capa en sustancia es un alquicel, tomado de los árabes, y aún más embarazosa según el estado a que se ha reducido en España, comparado con el que usan los moros berberiscos.
 Los sayos, ungarinas y gambetos, de que usan los habitantes de las provincias más industriosas del Reino, abrigan más, y son mucho más desembarazados. Sería muy conveniente que las gentes prefiriesen este género de vestidos nacionales.
 Harían pues muy bien los padres y maestros en no dar a los muchachos capa, vistiéndolos de las ropas cortas y ajustadas, que son más baratas porque llevan menos tela y forro, y son acomodadas para los que se dedican al trabajo".

 
 *Tuna: según el diccionario académico de 1737, "se llama también la vida holgazana, libre y vagabunda".  

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