Libro sexto: Erato.
"111.- Cuando llegó su vez, las tropas atenienses se formaron para la batalla del siguiente modo: mandaba el ala derecha Calímaco el polemarco, pues era entonces costumbre entre los atenienses que el polemarco tuviese el ala derecha; después de aquel jefe seguían las tribus una tras otra en el orden en que se enumeraban; y los últimos en la formación eran los de Platea, que tenían el ala izquierda. Desde esta batalla, cuando los atenienses ofrecen sacrificios en las festividades nacionales que celebran cada quinquenio, el heraldo ateniense, al rogar a los dioses, pide la prosperidad para los atenienses y juntamente para los de Platea. Alineados entonces los atenienses en Maratón, resultó lo siguiente: al igualarse su formación con la formación meda, el centro constaba de pocas filas, y en esta parte era más débil la formación, mientras cada una de las alas era fuerte por su número.
112.-Una vez formados y siendo favorables los agüeros de los sacrificios, luego que se les permitió, cargaron a la carrera los atenienses contra los bárbaros. Había entre los dos ejércitos un espacio no menor de ocho estadios. Los persas, que les veían cargar a la carrera, se apercibían para recibirles, y reprochaban a los atenienses como demencia y total ruina, que siendo pocos se precipitasen contra ellos a la carrera, sin tener caballería ni arqueros. Así presumían los bárbaros; pero los atenienses, luego que cerraron con ellos todos juntos, combatieron en forma digna de memoria. Fueron los primeros entre todos los griegos, que sepamos, en cargar al enemigo a la carrera, y los primeros que osaron poner los ojos en los trajes medos y en los hombres que los vestían, pues hasta entonces sólo oír el nombre de los medos era espanto para los griegos.
113.-Mucho tiempo combatieron en Maratón; en el centro de la formación, donde estaban alineados los mismos persas y los sacas, vencían los bárbaros, y rompiendo por medio de ella, la persiguieron tierra adentro. Pero en cada ala vencieron los atenienses y los de Platea; los vencedores dejaron huir la parte derrotada del enemigo, y uniendo entrambas alas lucharon con los bárbaros que habían roto el centro, y vencieron los atenienses. Persiguieron a los persas en retirada haciéndoles pedazos, hasta que llegados al mar, pidieron fuego e iban apoderándose de las naves.
114.-En esta acción murió Calímaco el polemarco, que se portó como bravo; de los generales murió Estesilao, hijo de Trasilao. Allí fue cuando Cinegiro, hijo de Euforión, se asió de la popa de una nave y cayó, cortada la mano de un hachazo. Cayeron además otros muchos gloriosos atenienses.
115.-De ese modo los atenienses se apoderaron de siete naves. Los bárbaros fiaron en las demás, y habiendo otra recogido de la isla los esclavos de Eretria que habían dejado en ella, doblaron a Sunio con el intento de llegar a la ciudad antes que los atenienses. Sospecharon los atenienses que por astucia de los Alcmeónidas habían formado los persas ese designio; pues habían convenido en mostrar un escudo los persas cuando éstos estuvieran ya en las naves.
116.-Los persas, pues, doblaban a Sunio; los atenienses marchaban a todo correr al socorro de la ciudad y llegaron antes que los bárbaros. Habían venido del recinto de Heracles en Maratón, y acamparon en otro recinto de Heracles, el de Cinosarges. Los bárbaros, llegados a la altura de Falero, que era entonces el arsenal de los atenienses, se detuvieron allí y luego navegaron de vuelta al Asia.
117.-En esa batalla de Maratón murieron unos seis mil cuatrocientos bárbaros y ciento noventa y dos atenienses; tal es el número de los que cayeron de una y otra parte. Sucedió allí el siguiente prodigio: Epicelo, ateniense, hijo de Cufágoras, peleando en la refriega y conduciéndose como bravo, perdió la vista sin haber recibido golpe de cerca, ni tiro de lejos en todo su cuerpo; y desde aquel punto quedó ciego por el resto de su vida. He oído que él contaba esta historia acerca de su desgracia: que le pareció que se le ponía delante un hoplita de gran estatura, cuya barba cubrió de sombra todo su escudo; el fantasma pasó de largo y mató al soldado que estaba a su lado: tal era, según he oído, lo que contaba Epicelo".
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