sábado, 7 de noviembre de 2015

"Diálogos amenos".- Pietro Aretino (1492-1556)


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Segunda parte. Tercera jornada

 "La Nodriza: ¿Es que tú crees en los augurios?
 La Comadre: Yo creo en los sueños, sí; pero si pienso en los augurios, ¡que me venga la peste! Hay, sin embargo, que consultarlos para hacer que los otros confíen, y nunca veo yo una corneja o un cuervo sin darle interpretación, según que ellos tengan, o no, la cola vuelta hacia abajo. Si cae una pluma de un pájaro que vuela, de un gallo que canta, en seguida la atrapo y la pongo aparte, dando a entender a los tontos que sé muy bien qué se debe hacer. Si se descuartiza un macho cabrío o una cabra, voy allá para llevarme la grasa. Si se entierra uno, yo corto un trocito de  sus hábitos. Si se descuelga ahorcados, yo les tomo cabellos, pelo de barba. Con ayuda de estas idioteces desplumo a algún buen bobo poseído del deseo de catar, por medio de la magia, a todas las bellas que ve. Te enseñaré, y no tienes más que escucharme, cómo se encantan las habas, cómo se las arroja al aire y la oración que hay que decir y toda la letanía.
 La Nodriza: Me has quitado la pregunta de la boca.
 La Comadre: Yo hago todavía profesión de decir la buena ventura, y con otra galantería que la de los zíngaros, cuando os miran la palma de la mano. ¡Qué villanos pronósticos saco de mis conocimientos en fisionomía! No hay mal que yo no curaría, por palabras o por recetas, y todavía no me dice uno: "Tengo tal dolencia", cuando le doy el remedio. Santa Apolonia no tiene tantos exvotos puestos a sus pies como veces he sido reclamada por el mal de dientes, y si tú no has visto nunca la pandilla esperando que el marmitón de los frailes llegue con las escudillas de sopa, mira desde aquí la que viene, por la mañana, temprano, a rondar mi puerta. El uno quiere que yo vaya a hablarle a una mujer a la que he visto en tal lugar hace dos días; el otro, que vaya a llevar una carta; ésta me envía a su sirvienta por un depilatorio para la cara; aquella otra viene en persona para que yo le haga un sortilegio. Pero sería muy largo el detallarte todo aquello para lo que soy buena.
 La Nodriza: Me río de Lanciano, de Ricaniati y de todo el que tiene ferias en el mundo.
 La Comadre: Me he salido del sendero para meterme  en campo sembrado. Iba, me parece, a contarte la historia de aquél que se agarraba de nuevo a la esperanza, gracias al estiércol de aquella golondrina que me había hecho caca sobre el hombro.
 La Nodriza: Esa caca te es desagradable a la boca. La gente se escandaliza mucho de ciertas palabras. Cosa extraña es que no se pueda decir cu, po y co.
 La Comadre: Cien veces me he preguntado yo por qué debemos sentir vergüenza de nombrar lo que la naturaleza no tiene vergüenza de hacer.
 La Nodriza: Yo me lo he preguntado también; y aun más, se me antoja que sería más decente el enseñar el co, la po y el cu, que las manos, la boca y los pies.
 La Comadre: ¿Por qué?
 La Nodriza: Porque el co, la po y el cu no profieren blasfemias, no muerden, no escupen a la cara de las gentes, como hacen las bocas; no dan zancadillas, como hacen los pies; no prestan juramentos falsos, no apalean, no roban, no asesinan a nadie, como hacen las manos.
 La Comadre: Es bueno hablar con toda clase de gente, porque de cada uno se aprende alguna cosa. Tú tienes ideas, tienes cabeza, vas por buen camino. Es verdad, se hace grande injusticia a la po y al co, que merecían ser adorados y llevados al cuello a guisa de joyas, o servir de pendientes de orejas, de medallas para la gorra, no solamente por la dulzura que mana de ellos, sino por sus virtudes propicias. He aquí, por ejemplo, un pintor que es solicitado de todo el mundo, nada más que porque pintorrea sobre una tela o sobre una plancha un bello joven, una linda muchacha, y se les paga a peso de oro por representarlos en colores; mas los objetos de que estamos hablando os los fabrican en bella carne viva, y sus productos se pueden abrazar, besar, gozar; es más, ellos fabrican a los emperadores, a los reyes, a los papas, a los duques, a los marqueses, a los condes, a los barones, a los cardenales, a los obispos, a los predicadores, a los poetas, a los astrólogos, a los guerreros; ellos nos han fabricado a ti y a mí, que es lo que más importa. Es, pues, inferirles grave ofensa el disfrazar sus nombres, cuando se los debería cantar en sol, fa.
 La Nodriza: La cosa es clara".     

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