domingo, 22 de noviembre de 2015

"El misterio de la cripta embrujada".- Eduardo Mendoza (1943)


Resultado de imagen de eduardo mendoza 
Capítulo X.- La historia de la maestra homicida

 "Durante la cena, como dicen que sucede cuando se cierne una tempestad, había reinado un escrupuloso silencio, si entendemos por silencio la falta de expresión verbal, pues mis masticaciones, degluciones y eructos habían despertado ecos en las sombrías piedras del caserón, concluido todo lo cual, puse en orden mis pensamientos y dije así:
 -Si bien hasta el momento no he hecho otra cosa que abusar de tu generosidad sin límites, por lo cual te estaré eternamente agradecido, que no entra la ingratitud en el amplio espectro de mis fallas no precisamente livianas, aunque no sea yo del todo responsable de muchas de ellas, me propongo al punto despejar la incógnita de mi visita con el relato sucinto de sus antecedentes y la especificación de su propósito. Es el caso que estoy investigando un asuntillo de cuya resolución afortunada depende mucho. Soy, como ya dije, hombre de bien, aunque no siempre he sido así: conozco, por desgracia, las dos caras del crisol, si la metáfora es válida, cosa que dudo, porque no sé lo que significa la palaba crisol. Mis malos pasos de antaño dieron conmigo en prisiones y otros lugares que prefiero no mencionar para no causar una impresión mayor de la que mi aspecto ya produce.
 -Para el carro, Mariano -dijo ella.
 -No he terminado -dije yo.
 -Ni falta que hace -dijo ella-. Desde que te vi supuse a lo que venías. Soslayemos los circunloquios. ¿Qué quieres saber?
 -Una cosa que pasó hace seis años. Tu tenías entonces catorce.
 -Quince. Perdí un curso por la escarlatina.
 -Sean quince -concedí-. ¿Por qué te expulsaron del colegio de las madres lazaristas de San Gervasio?
 -Por falta de aplicación y desamor al estudio.
 Había respondido muy aprisa. Señalé los anaqueles de libros que nos rodeaban. Comprendió mi objeción.
 -En realidad, fue por mala conducta. Era una niña rebelde.
 Recordé que el casto jardinero la había motejado de diablillo, si bien había empleado el mismo epíteto para calificar el comportamiento de la mayoría de las alumnas.
 -¿Tan mala conducta que no podía castigarse con los recursos disciplinarios al uso? -pregunté.
 -A esa edad, por si no has leído a la de Beauvoir, las niñas cambian. Algunas aceptan la transición sin alharacas. Yo no fui de ésas. El fenómeno está estudiado en siquiatría, pero las monjas de aquel entonces no estaban impuestas en la materia y prefirieron pensar que estaba endemoniada.
 -No tiene que haber sido el primer caso.
 -Ni soy yo la primera alumna expulsada de un colegio.
 -¿También Isabel Peraplana estaba endemoniada?
 Hubo una pausa más larga que las anteriores. Por el prolongado tratamiento siquiátrico a que me habían sometido en el manicomio, sabía yo que eso tenía un sentido, pero ignoraba cuál.
 -Isabelita era una niña ejemplar -dijo finalmente con voz inexpresiva.
 -¿Por qué la expulsaron, si era ejemplar?
 -Pregúntaselo a ella.
 -Ya lo he hecho.
 -Y no te satisfizo la respuesta.
 -No hubo respuesta. Dijo que no se acordaba de nada.
 -Lo creo -apostilló Mercedes con extraña sonrisa.
 -A mí también me pareció sincera. Pero ha de haber algo más. Algo que todos saben y todos callan.
 -Sus razones tendrán, o tendremos, según me incluyas a mí en ese todos. ¿Por qué te interesa tanto saber lo que pasó? ¿Estás interesado en la reforma educativa?" 
  

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Realiza tu comentario: