martes, 8 de septiembre de 2015

"La piedra lunar".- Wilkie Collins (1824-1889)


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Segunda época. Descubrimiento de la verdad. Tercera narración. Capítulo X

 "-He comprendido perfectamente -le dije- cuanto acaba de explicarme. Pero reconozco que me siento perplejo ante un hecho que no me ha aclarado todavía.
 -¿De qué se trata?
 -No entiendo cómo pudo el láudano ejercer ese efecto en mí. No logro explicarme cómo fue que bajé la escalera y anduve por los corredores y abrí y cerré las gavetas de un bufete y regresé luego a mi cuarto. Todas ésas son actividades físicas. Yo pensaba que el primer efecto del opio era provocar en uno un estado de estupor y que a eso seguía el sueño.
 -¡El error corriente, respecto del opio, Mr. Blake! En este momento estoy esforzando mi inteligencia (tal como lo oye) en favor suyo, bajo los efectos de una dosis de láudano, diez veces, más o menos, mayor que la que le administró a usted Mr. Candy. Pero deseche usted si quiere mi testimonio..., aun en este asunto que se halla dentro del radio de acción de mi propia experiencia. He previsto la objeción que acaba de hacerme y me he provisto de un testimonio independiente que habrá de pesar debidamente en su espíritu, como así también en el de todos sus amigos.
 Y me alcanzó el segundo de los libros que trajera a la mesa.
 -¡Ahí tiene -me dijo- las celebérrimas Confesiones de un inglés fumador de opio! Llévese el libro y léalo. En el pasaje que le he marcado verá usted cómo cada vez que De Quincey efectuaba lo que él denomina una "orgía de opio", o bien se dirigía al paraíso de la ópera para gozar de la música, o bien se dedicaba a vagabundear los sábados por la noche por los mercados de Londres, para observar los trueques y transacciones de las gentes humildes que se proveían de las viandas destinadas a las comidas del domingo. Y basta ya del asunto que se refiere a la facultad que tiene el hombre de desempeñar tareas activas y de andar de un lugar a otro bajo la influencia del opio.
 -Basta ya, sí, en lo que a eso se refiere -le dije-; pero no ha satisfecho usted aún mi curiosidad en lo que concierne a los efectos que ejerció el opio en mi persona en particular.
 -Trataré de responderle con pocas palabras -me dijo Ezra Jennings-. La acción del opio provoca generalmente dos efectos distintos... Durante el primer período de la misma su efecto es estimulante; durante el segundo, sedante. Bajo sus primeros efectos, las más recientes y vívidas sensaciones recogidas por su mente -sobre todo las relativas al diamante- es muy probable que, dado el estado mórbidamente sensitivo en que se hallaba su sistema nervioso, se hayan intensificado, imponiéndose sobre su raciocinio y su voluntad..., exactamente de la misma manera en que obra un sueño ordinario. Bajo tales efectos y lentamente, cualquier aprensión que hubiere usted sentido durante el día, en cuanto a la seguridad del diamante, debió de haberse acentuado, dando lugar a que la duda se convirtiera en certeza, lo que lo impulsó a obrar físicamente para salvaguardar la gema, dirigiendo sus pasos, con la mira puesta en ello, hacia el cuarto en el que luego penetró y debió guiar su mano hacia las gavetas del bufete, hasta hacerle dar con el cajón en que se hallaba la piedra. Bajo la tóxica influencia ejercida en su mente por el opio, puede usted haber hecho todo eso. Más tarde, cuando el período de calma sucedió al estimulante, debió usted haber caído en un estado de inercia y sopor. Más tarde aún se habrá sumergido usted en un profundo sueño. Al llegar la mañana debió de despertarse tan ignorante de lo que hizo durante la noche como si regresara de las antípodas. ¿Le he aclarado de manera discretamente satisfactoria la cuestión hasta aquí?
 -Tanto me la ha aclarado -le dije- que deseo ahora que prosiga. Me ha explicado usted cómo penetré en el cuarto y eché mano del diamante. Pero Miss Verinder me vio salir de allí con la gema en las manos. ¿Puede usted reconstruir lo que hice después? ¿Puede decirme lo que hice inmediatamente?
 -A ese asunto iba a referirme precisamente ahora -me replicó-. Y me pregunto si el experimento que me propongo efectuar para probar su inocencia no puede convertirse al mismo tiempo en el medio que sirva para recuperar el diamante desaparecido. Luego de abandonar el gabinete de Miss Verinder debió usted, con toda seguridad, de haberse dirigido hacia su propia habitación..."  

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