XIX
"No supo ocultar Pedro Lambert un
sobresalto que ya debió sentir al prever la identidad de aquellos inusitados
visitantes, pero medio se repuso para darles su más ficticia bienvenida, qué
agradable sorpresa ni imaginarme que era usted después de tanto tiempo,
apoyando en unas gesticulantes salutaciones lo que en ningún caso era verdad,
¿y qué le trae de bueno por estos pagos? Vamos de camino aquí mi sobrina y yo
un viaje de negocios o digamos que de tanteo, aclaró Cayetano Taronjí, el caso
es que no nos pareció ni medio bien pasar de largo sin saludarle, a lo que
añadió la sobrina que qué menos y que había que ver lo regiamente instalado que
estaba. Pedro Lambert se encogió de hombros y ya iba a preguntar, por decir
algo, que cómo habían dado con su paradero, cuando el visitante pronunció estas
sibilinas palabras mientras paseaba la vista por el recibidor: se conoce que la
bisutería ha dado para mucho. ¿Perdón?, dijo el supuesto beneficiario de la
bisutería. No nada que donde hay de oro de oro hay, sentenció Cayetano Taronjí
riéndose grotescamente de lo que creó una ocurrencia afortunada.
Hubo un silencio del que parecían chorrear
goterones de fango, y ¿quieren tomar algo se les apetece un refresco?, propuso
Pedro Lambert cambiando con escasa habilidad de tema. Gracias ya hemos venido
refrescados y con la que nos va a caer luego encima, respondió con un bufón
rebrote de la risa el visitante, pero lo que sí nos gustaría vea es recordar
viejos tiempos usted ya sabe por dónde voy. Tiempos de oscuridad en que la
ceniza era cama y alimento, recitó confusa y hebraicamente la sobrina. Dígame,
dijo Pedro Lambert, adivinando de qué tiempos se trataba, no se me ocurre en
qué puedo servirle. Cayetano Taronjí se apretó los lagrimales entre el pulgar y
el índice antes de explicar que lo que pretendía, vayamos al grano, era llegar
a un acuerdo o cosa parecida, no es que venga en son de discordias eso que
quede claro, ya que habida cuenta de los inapreciables servicios que le
prestara en su día al señor, seguro que lo recuerda muy bien, y pudiendo
corroborar sobre el terreno (dejó vagar otra vez los avarientos ojillos por la
habitación) las muy visibles prosperidades alcanzadas, había creído justo
solicitar alguna adicional forma de gratitud, ¿me explico? Eso dijo con gangosa
morosidad el visitante, y se explica estupendamente pero ¿qué pasaría si yo lo
mando mudarse de negociado ahora mismo?, replicó Pedro Lambert juntando las
manos en un ademán rogatorio de lo más improcedente. Pero Cayetano Taronjí no
se dio por ofendido y manifestó con una placidez no menos impropia, que al señor
no le convenía para nada sacar las cosas de quicio, ¿a qué conduce discutir
vamos a ver si ni siquiera hemos hablado de condiciones? Ya, se limitó a decir
Pedro Lambert, y prosiguió el otro mientras se rebañaba con el dorso de la mano
el sudor de la frente: usted sabe de sobra que la operación de las alhajas no
estaba dentro de la ley o sea que era lo que se dice ilegal y que yo por
supuesto me arriesgué tanto o más que el señor ¿me sigue? Pedro Lambert, que
seguía efectivamente el discurso incluso con más luces de las precisas, espantó
una moscarda antes de reiterarle a su interlocutor que qué quería, que lo
soltase sin más circunloquios. ¿Me permite aceptarle ahora el refresco?,
solicitó Cayetano Taronjí y ratificó la sobrina con la cabeza, si bien el
anfitrión no dio muestras de haber oído, o prefirió no darlas, porque volvió a
reiterar con un más subido tono de voz que tenía muchas cosas que hacer, que le
explicara de una vez por todas el motivo o los regateos de aquella visita.
Vayamos por partes, dijo el terco emplazado, lo único que intento hacerle saber
es que no le interesa ni mucho ni poco que se aireen ciertas cosas y empiecen a
averiguar de dónde sacó todas aquellas piezas de museo además que a alguna ya
le andan siguiendo la pista usted me entiende. Escúcheme un momento pare el
carro, cortó Pedro Lambert ocultando tras la espalda unas manos que no
empuñaban ningún arma homicida, a mí me importa una soberana mierda que se
pregone lo que sea ni me entero conque ahí tienen la puerta me hacen el favor.
Cálmese creo que no me ha interpretado bien, aleó aún el visitante con
invariable flema, yo no vengo a exigirle nada ni a intentar en absoluto ninguna
clase de chantaje no me conoce es que ni ocurrírseme. Eso, confirmó la sobrina,
ensayando una expresión de sed que alteró la disposición de sus pecas y
añadiendo enseguida que si era verdad lo del refresco. Pero el tío, después de
mirarla indulgentemente, continuó puntualizando que sólo se había atrevido a
concertar aquella entrevista porque necesitaba juntar algún dinero, un caso de
fuerza mayor, no pretendiendo otra ayuda en ese sentido que la de la respetuosa
solicitud de una pista. ¿Una pista? inquirió Pedro Lambert sustituyendo la
cólera por la expectación, no lo entiendo a ver si me lo cuenta. Déjeme que le
diga, acabó plantear Cayetano Taronjí, yo me voy a callar como un muerto o sea
que una tumba propiamente dicha a cambio de que usted me indique el sitio donde
encontró las joyas hasta ahí llego. Se quedó un momento pensativo Pedro Lambert
y declaró al fin, no sin titubeos, que veía difícil satisfacer al peticionario
en ese punto, de veras que lo siento, ya que las piezas en cuestión no habían
salido sino del patrimonio de su difunto padre, que en gloria esté, mostrándose
luego como muy ufano de la brillante verosimilitud de su evasiva. Eso no es
cierto usted lo sabe pero creo que ya no tenemos más que hablar, decidió
Cayetano Taronjí, una lástima que no nos hayamos entendido".
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