jueves, 6 de agosto de 2015

"Diario".- Eugene Ionesco (1909-1994)

Resultado de imagen de eugene ionesco 

*
"Me pregunto cómo pueden todavía apasionarme, o por lo menos preocuparme, los problemas económicos, sociales, políticos, siendo así que yo sé: 1) que nos vamos a morir; 2) que la revolución no nos salva ni de la vida ni de la muerte; 3) que no puedo imaginarme un universo finito, un universo infinito, un universo ni finito ni infinito.
 Estamos en la vida para morir. La muerte es el final de la existencia; eso es, podrán decir, una verdad banal. A menudo, a través de la expresión gastada, lo banal desaparece y surge, resurge, la verdad completamente nueva. Estoy en uno de esos momentos en que me parece que me digo, por primera vez, que descubro que la existencia no tiene más que la muerte como final. No se puede hacer nada. No se puede hacer nada. No se puede hacer nada. No se puede hacer nada. Pero, ¿qué es esta condición de marioneta movida por cuerdas, con qué derecho se burlan de mí?
 Todavía me sucede que me quedo asombradísimo de no tener ya doce años.
*
 Al leer Fedón, solamente hacia el final del diálogo me doy cuenta de que estamos en muy buenas sábanas. Sócrates no ha conseguido convencerme de que el alma es inmortal y de que va a vivir en un mundo superior. Se tiene la impresión de que los discípulos de Sócrates tampoco están convencidos, puesto que lloran; de otra manera, ¿por qué iban a llorar? Cuando llega la noche y Sócrates toma el veneno; cuando sus pies se van quedando fríos, así como su vientre; cuando, por fin, muere, un terror, una tristeza enormes se apoderan de mí. Tan convincente es la descripción de la muerte de Sócrates, mucho más convincente que los argumentos de Sócrates a favor de la inmortalidad. Por otra parte, los argumentos se desvanecen en un instante; se olvidan inmediatamente, pero la imagen de Sócrates muerto se graba en mi memoria: todos los hombres son mortales; Sócrates es hombre, Sócrates es mortal. Me desperté esta noche y pensé en eso. Desde hacía mucho tiempo no había padecido una angustia tan lúcida, presente, glacial. Miedo a la nada. ¿Cómo decirlo? Puse las manos sobre el pecho como para sentirme allí; luego, de repente, tuve la sensación de que las tinieblas de la nada habían empezado ya a devorarme y de que ya no tenía pies, pantorrillas, muslos; ya no era más que un tronco que roían las llamas heladas de la nada. Encendí la luz. Qué bueno es vivir. Me sentí lleno de ternura hacia esta vida que se me apareció como un cuento de hadas; una fantasía luminosa en la noche. Nos matamos unos a otros porque sabemos que todos estaremos muertos. Por odio a la muerte es por lo que nos matamos los unos a los otros. La muerte apacible, serena, de Sócrates me parece de repente inverosímil y, sin embargo, es posible. Pero, ¿cómo?
*
 Es imposible comprender algo. Todos los que se imaginan que comprenden algo están limitados.. Solamente cuando digo que todo es incomprensible estoy lo más cerca posible de comprender la única cosa que nos es dado comprender.
 Nada es más fuerte que el porqué, nada está por encima del porqué, porque existe al final un porqué sin respuesta posible. En efecto, de porqué en porqué, de escalón en escalón, se llega al extremo de las cosas. Sólo cuando se llega, de porqué en porqué, al porqué sin respuesta, el hombre está al nivel del principio creador, frente al infinito, igual tal vez al infinito. En tanto que podemos responder al porqué, nos perdemos, nos extraviamos en las cosas. ¿Por qué esto?, contesto, "porque aquello", y, de explicación en explicación, asciendo hasta el punto donde ya no se puede darnos ninguna explicación que comer; de explicación en explicación, llego al punto cero o absoluto, es decir, allí donde verdad y mentira son equivalentes, se hacen iguales la una a la otra, se identifican, se anulan recíprocamente ante la nada absoluta. Se puede así comprender que cualquier acción, cualquier elección, cualquier historia, está justificada, al final de los tiempos, por una anulación definitiva. El porqué lo supera todo. Nada supera al porqué, ni siquiera la nada, porque la nada no es la explicación; frente al silencio, en el silencio, estalla la pregunta sin respuesta. Este último porqué, este gran porqué, es como una luz que lo borra todo, pero luz cegadora: ya no se puede distinguir nada, ya no hay nada que distinguir".   

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Realiza tu comentario: