Agrio está el mundo
Agrio está el mundo, / inmaduro, / detenido;
sus bosques / florecen puntas de acero;
suben las viejas tumbas / a la superficie;
el agua de los mares / acuna / casas de espanto.
Agrio está el sol / sobre el mundo,
ahogado en los vahos / que de él descienden,
inmaduro / detenido.
Agria está la luna / sobre el mundo;
verde, / desteñida; / caza fantasmas
con sus patines / húmedos.
Agrio está el viento / sobre el mundo;
alza nubes de insectos muertos, / se ata, roto,
a las torres, / se anuda crespones
de llanto; / pesa sobre los techos.
Agrio está el hombre / sobre el mundo
balanceándose / sobre sus piernas...
A sus espaldas, / todo, / desierto de piedras;
a su frente, / todo, / desierto de soles, / ciego...
Voy a dormir
Dientes de flores, cofia de rocío,
manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme prestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.
Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera;
una constelación, la que te guste;
todas son buenas; bájala un poquito...
Déjame sola: oyes romper los brotes...
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases
para que olvides... Gracias. Ah, un encargo:
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido...
Dos palabras
Esta noche al oído me has dicho dos palabras
comunes. Dos palabras cansadas
de ser dichas. Palabras
que de viejas son nuevas.
Dos palabras tan dulces que la luna que andaba
filtrando entre las ramas
se detuvo en mi boca. Tan dulces dos palabras
que una hormiga pasea por mi cuello y no intento
moverme para echarla.
Tan dulces dos palabras
que digo sin quererlo -oh, qué bella, la vida-,
tan dulces y tan mansas
que aceites olorosos sobre el cuerpo derraman.
Tan dulces y tan bellas
que, nerviosos, mis dedos
se mueven hacia el cielo imitando tijeras.
Oh, mis dedos quisieran
cortar estrellas.
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