Capítulo VII.- Mente y materia
"La mente, podría decir el sentido común, aparece en personas que hacen y padecen varias cosas. Cognoscitivamente, perciben, recuerdan , imaginan, abstraen e infieren; en lo que atañe a las emociones, tienen sentimientos que son agradables y otros que son penosos, tienen pasiones y deseos; volitivamente, pueden querer hacer algo o querer abstenerse de hacerlo. Todos estos sucesos pueden ser percibidos por la persona a quien le ocurren, y todos deben ser clasificados conjuntamente como sucesos "mentales". Todo suceso mental le ocurre "a" una persona, y es un suceso de su vida.
Pero además de percibir "pensamientos" -sostiene el sentido común-, también percibimos "cosas" y sucesos que están fuera de nosotros. Vemos y tocamos objetos físicos; oímos sonidos que también oyen otras personas, y por ende no están en nosotros; cuando olemos una cañería en mal estado, también la huelen otras personas, a menos que sean fontaneros. Lo que percibimos, cuando está fuera de nosotros, es llamado "físico"; este término incluye tanto "cosas" que son "materia" como sucesos, por ejemplo, un ruido o un relámpago.
El sentido común también admite inferencias a lo no percibido, al menos por nosotros, por ejemplo, el centro de la Tierra, la otra cara de la Luna, los pensamientos de nuestros amigos y los sucesos mentales que han producido registros históricos. Un suceso mental inferido puede ser conocido sin inferencias por la persona a quien le ocurre. Una cosa o un suceso físico inferido puede o no haber sido percibido por alguien; se sostiene que algunas cosas físicas, como el centro de la Tierra, nunca han sido percibidas.
Esta concepción de sentido común, si bien en conjunto es aceptable en lo que respecta a sucesos mentales, requiere una radical modificación en lo concerniente a los sucesos físicos. Lo que conozco sin inferencia cuando tengo la experiencia llamada "ver el Sol" no es el Sol, sino un suceso mental dentro de mí. No tengo conocimiento inmediato de sillas y mesas, sino sólo de ciertos efectos que ellas tienen sobre mí. Los objetos de percepción que considero "externos" a mí, como las superficies coloreadas que veo, sólo son "externos" en mi espacio privado, que cesa de existir cuando muero; en verdad, mi espacio visual privado deja de existir siempre que estoy a oscuras o cierro los ojos. Y no son "externos" a "mí", si por "mí" se entiende la suma total de mis sucesos mentales; por el contrario están entre los sucesos mentales que me constituyen. Sólo son "externos" a otras percepciones mías, a saber, aquéllas que el sentido común considera como percepciones de mi cuerpo; y aun con respecto a éstas sólo son "externos" para la psicología, no para la física, pues el espacio en el que están ubicados es el espacio privado de la psicología.
Al examinar lo que el sentido común considera como la percepción de objetos externos, hay dos cuestiones opuestas que es menester analizar: primero, ¿por qué el dato debe ser considerado como privado?; y segundo, ¿qué razones hay para tomar el dato como signo de algo que tiene una existencia que no depende de mí y de mi aparato perceptivo?
Las razones para considerar el dato -digamos, en la vista o el tacto- como privado, son de dos clases. Por un lado, están las razones de la física, la cual, partiendo de la intención de hacer todo lo posible en pro del realismo ingenuo, muestra que no hay ningún fundamento para suponer que la mesa o la silla física se asemeja a la percepción., excepto en ciertos aspectos estructurales abstractos. Por otro lado, está la comparación de lo que experimentan diferentes personas cuando, de acuerdo con el sentido común, perciben la misma cosa. Si nos limitamos al sentido de la vista, cuando se dice que dos personas ven la misma mesa, hay diferencias de perspectiva, diferencias en el tamaño aparente, diferencias en el modo como se refleja la luz, etc. Así, a lo sumo, las propiedades proyectivas de la mesa son las mismas para una serie de perceptores, y ni siquiera ellas son totalmente las mismas si hay un medio refrigerante como una caldera que despide vapor o nuestra vieja amiga el agua que hace parecer quebrado un palo. Si pensamos, como el sentido común, que el "mismo" objeto puede ser percibido por la vista y el tacto, el objeto, para que sea realmente el mismo, debe estar aún más lejos del dato, pues un dato visual complejo y un dato táctil complejo difieren en cualidad intrínseca, y no pueden ser similares como no sea en su estructura.
La segunda cuestión es aún más difícil. Si el dato de mis percepciones es siempre personal mío, ¿por qué, sin embargo, lo considero como un signo mediante el cual puedo inferir una "cosa" o suceso físico que es una causa de mi percepción si mi cuerpo está adecuadamente ubicado, pero no forma parte de mi experiencia inmediata, como no sea parcialmente en casos excepcionales?"
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