jueves, 9 de junio de 2016

"El imperio jesuítico".- Leopoldo Lugones (1874-1938)


Resultado de imagen de leopoldo lugones 
 IV.- La conquista espiritual

 "No todos los indios aceptaron la dominación jesuítica. Optaron por ella, casi exclusivamente, aquéllos más vejados por los encomenderos, buscando el alivio, ya que eran incapaces de proporcionárselo por sí mismos, en una servidumbre menos cruel. Los reducidos fueron, pues, una minoría, faltando a la obra aquéllos más bravíos, es decir, los más interesantes.
 Las reducciones de Quilmes y del varadero, tan próximas no obstante a Buenos Aires, fueron un fracaso; igual puede decirse de las que intentaron evangelizar la Patagonia; siendo las calchaquíes enteramente destruidas y saqueadas cuando la rebelión de Bohórquez, a pesar de que parecían aseguradas por un gran éxito industrial.
 Pasando por alto las tribus pequeñas no reducidas, como los salvajísimos nalimegas, los guatás, los ninaquiguilás, etc. y no contando sino las naciones que contenían muchas parcialidades, se tiene el siguiente resultado de reacios:
 Los guayanás, nación tan numerosa que se la creía formada por todas las tribus no guaraníes, siendo de notar que esta denominación comprendía entonces sólo a los indios reducidos. Era gente docilísima, sin embargo; jamás causó daño a las reducciones, con las cuales vivía en continua relación, ayudando a los conversos en el trabajo de los yerbales mediante algunas baratijas.
 Seguían por orden de importancia numérica o guerrera, los charrúas; los tupíes, tan huraños que se dejaban morir de hambre cuando caían prisioneros; los bugres; los mbayás; los payaguas; los belicosos tobas; los feroces mocovíes y otros muchos, sobre todo chaqueños.
 La defección de los guanás y de los jarós prueba cuán débiles fueron, en realidad, los lazos que los unían a aquella rudimentaria civilización.
 Con inmenso trabajo habían conseguido los Padres reducirlos, cuando un día se presentaron a su director, comunicándole que se hallaban resueltos a adoptar su antigua vida; pues el Dios que se les predicaba era una deidad muy incómoda, a causa de que estando en todas partes no había cómo librarse de su fiscalización. El estado intelectual de aquellos indios se revela con harta claridad en ese argumento.
 Otra misión también fracasada fue la de los guaycurúes, salvajes belicosos cuya reducción habría convenido efectuar; pero los Padres tuvieron que abandonarlos a los diecisiete años de esfuerzos infructuosos.
 El aislamiento de las tribus, su miseria y sus rivalidades; el dominio laico establecido ya; las identidades religiosas hábilmente explotadas, eran circunstancias favorables a la reducción. Los Padres habían encontrado que el Pay Zumé, vaga deidad a la cual rendían cierto culto los guaraníes, no podía haber sido otro que el apóstol Santo Tomás (padre Tomé), adaptando a la región una de las tantas leyendas religiosas que el fanatismo dominante creyó notar esparcidas por las selvas americanas, a favor de caprichosas semejanzas eufónicas entre las lenguas, o de coincidencias mitológicas -como el hallazgo de las dos tribus hebreas, perdidas desde el cisma de Roboam, el rastro evangélico que se creía determinar en el uso indígena de la cruz como símbolo religioso, y aquella pretendida predicación de Santo Tomás.
 Tuvo su éxito la leyenda, que los Padres aplicaron a su sabor y quizá de buena fe, aprovechando el tradicionalismo forzosamente confuso de tribus sin literatura. La veneración de la cruz (que era igualmente quichua y calchaquina) se la había enseñado el apóstol; sus huellas quedaban grabadas en las areniscas y era él quien les había dado la posesión de aquellas tierras. Esto último lo alegarían después los indios como argumento, ante los comisarios ejecutores del tratado de 1750.
 Su cosmogonía infantil, así como su creencia en la inmortalidad del alma y su temor a los espectros, se prestaban a cualquier adaptación en poder más listo; su falta de patriotismo, en el sentido elevado que hace de este sentimiento una fuerza, y la facilidad con que todos entendían el guaraní, tronco de sus dialectos, agregaban nuevas facilidades a la obra evangelizadora. La misma poligamia, que es el obstáculo más arduo de las misiones, no pasaba, para la mayoría, de una aspiración casi nunca realizada".

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Realiza tu comentario: