"Fuera de eso, no recuerdo nada bueno de aquellos años. Sólo la angustia de tener que aprender unas cosas para comprender otras, porque la gente, por lo regular, habla de un modo que al principio no sabe uno por dónde guiarse. Tan pronto dan a las cosas más misteriosas una explicación tonta, tan pronto las envuelven, las disfrazan con un misterio odioso.
Cuatro o cinco años me pasé oyendo, sin comprender, que mi padre había ido a África a hacerse matar por los moros. Yo comparaba lo grave que me resultaba aquello con la naturalidad con que lo decían, y no acertaba a casar las medidas. Entonces pensaba: o no es tan grave o es conveniente, y el no poder juzgar sobre esto no llegaba a inquietarme. Que mi padre quisiera morir, no me era imposible de comprender, pero que quisiera hacerse matar por los moros, ¿por qué? Además, ¿por qué lo decían con aquel misterio, con aquel dejo? Cuando yo preguntaba, era un alzarse de hombros, un mover de cabeza con lo que me respondían y yo sentía vergüenza, no sé si por mi padre o si por mí, por no entender, por no dar en el quid de aquello que no querían explicarme. Llegaban los periódicos y yo miraba las caras de todos cuando leían las noticias y suspiraban con satisfacción porque no encontraban lo que temíamos, pero después movían la cabeza como diciendo: nada, todavía no ha conseguido nada...
Yo vivía con la desazón de no entender aquello, y muchos ratos lo olvidaba, pero de pronto me venía a la cabeza y me sentía tan cerca, me parecía tan cierto ir a verlo claro de un momento a otro, que me ponía colorada. Pero entonces no era vergüenza, era emoción, era como si me asustase no sé de qué. Mi corazón daba un golpe terrible, se me extendía un calor por la frente que me nublaba los ojos, y aunque no conseguía ninguna idea clara ni nueva, sentía que había tocado la verdad. Lo que me repugnaba era precisamente la envoltura que le daban los otros y las explicaciones, siempre las explicaciones, alrededor de mi padre y mi madre. Siempre aquellas sentencias: "Cuando de veras se quiere a alguien, se hace esto y no esto; el amor no es así, sino de este otro modo". Y yo sin poder más que decir dentro de mí, con toda mi desesperación y todo mi asco: ¡imbéciles, el amor era aquello!
Afortunadamente, yo pasaba la mayor parte del tiempo con mi tía Aurelia, que era la menos aficionada a hablar. Vivíamos puede decirse que solas, pues el ama y las criadas quedaban perdidas en la parte interior de la casa, y no venía a vernos casi nadie. Mi profesora, unas temporadas venía muy puntualmente todas las mañanas, otras se estaba varios días sin aparecer. Tanto ella como el médico decían que yo sabía demasiado y que me convenía más pasear que estudiar. Mi pobre tía me sacaba a pasear todos los días, y siempre, antes o después de nuestro paseo, nos deteníamos en casa de mi abuela. Allí era donde había grandes conversaciones alrededor de la camilla. Las tías se entretenían en hacer encaje de Irlanda, calados de Tenerife: tenían la habitación inundada de cestillos y bastidores. Yo me asfixiaba allí, y uno de los recursos que tenía para salir pronto era preguntar a mi abuela si tenía algún encargo que hacernos. Ella lo tomaba como si yo tuviese mucho empeño en complacerla y reservaba los encargos delicados para nosotras. Había que comprarle siempre cosas únicas en sitios rarísimos, o gastar varias horas en la explicación de algo que mandaba hacer a la medida. Mi tía era la que hacía el encargo, pero al tomarlo era yo la que tenía que atender, porque confiaban en mi memoria prodigiosa.
Me gustaba sobre todo tener que ir a la farmacia, porque mi abuela tenía viejas recetas que acostumbraba a tomar, y con todas sus exigencias y requisitos sólo querían servírselas en la farmacia militar. Allí íbamos mi tía y yo y teníamos que espera inexorablemente hasta que se podía coger solo al boticario y explicarle que la vez anterior había estado demasiado, o demasiado poco, cargado de cualquier cosa. Entretanto, yo me paseaba por el pasaje donde estaba la farmacia.
Es maravilloso ese tiempo que se pasa esperando; parece que uno no está en sí mismo, que está haciendo algo para otro y, sin embargo, se está tan libre".
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