domingo, 12 de junio de 2016

"Artículos de León".- Enrique Gil y Carrasco (1815-1846)


Resultado de imagen de enrique gil y carrasco  
 Los Maragatos

 "Y ahora que hemos fijado ya el lugar de la escena y deslindado en lo posible la alcurnia de nuestros maragatos, bueno será que, para darlos a conocer más a fondo, retratemos lo mejor que se nos alcance el más notable de los actos de su vida; queremos decir, sus bodas.
 En un país en que el espíritu patriarcal se echa de ver a cada paso, fácilmente supondrán nuestros lectores que la voluntad de los hijos es de todo punto insignificante y que los padres disponen su porvenir con arreglo a sus intereses y edad. Rara vez se oye decir en tierra de maragatos que una doncella ha ido a arrodillarse delante del altar con su prometido sin llevar como por escudo la bendición paternal. Este rigor de la disciplina doméstica y esta inexorable clasificación de las personas por los capitales harían infeliz un sinnúmero de gente en una sociedad más adelantada y culta; pero, como las circunstancias son aquí diametralmente opuestas, todos se conforman con la práctica y nadie lamenta una felicidad que no ha soñado. Pasemos ya a la descripción de la ceremonia.
 Cuando llega la época en que los respectivos padres determinan casar a los mozos, el padre del prometido y éste se encaminan a casa de la futura esposa, delante de cuyo padre se hace la demanda con toda formalidad, sin que ninguno de los dos jóvenes tome parte en la conversación. Como tales asuntos son cosa decidida y acordada de antemano entre las dos familias, redúcese este paso a una mera fórmula y en seguida, por ambas partes, se procede a la compra de los respectivos presentes, cuya enumeración ofrecemos aquí por su extrañeza y novedad.
 El novio regala a la novia el manto de paño negro para ir a misa, de forma rara y poco airosa, pues se conservan al paño sus esquinas y sólo hay unos escasos pliegues sobre la frente; las donas, multitud enorme de collares con rosarios y medallas, los anillos que han de servir para el desposorio; el sayuelo o justillo atado por delante con un cordón de seda, que nombran agolletas; vincos o arracadas para las orejas, fajero o faja de estambre, y mangas, una especie de ellas, sueltas y sujetas únicamente a la muñeca. La madrina, asimismo, le ofrece un pañuelo de seda de Toledo para la cabeza. Los regalos de la novia a su futuro consisten en una capa de paño negro, almilla o sayo de ídem con cordón de seda; chaleco de grana con bordados también de seda a la portezuela; bragas o calzones anchos, calzones negros (botines), cintas (ligas) de estambre fino con letrero; camisa de buen lienzo común y calzoncillos con cordón de seda.
 Llega, por fin, la víspera de la boda y en su tarde se examinan de doctrina cristiana y confiesan los novios, permaneciendo encerrados en sus respectivas casas, sin concurrir a la cena que tienen los padrinos aquella noche. Al otro día, no bien despunta el alba, ya la gaita discurre por el lugar tocando la alborada y reuniendo a almorzar a los convidados a la boda. Acabado el almuerzo tocan a misa y entonces el padrino, el padre de la novia y demás convidados varones se dirigen a la casa del novio, precedidos de la gaita y de los amigos solteros del novio, llamados en tal ocasión mozos del caldo, que van haciendo salvas con sus carabinas. Luego que entran en la casa, el novio se arrodilla, recibe con manifiesta emoción la bendición de su padre y enseguida, recogido y silencioso, en medio del concurso y al lado del padrino, se encamina a la habitación de su futura. Las solteras amigas de ésta están ya cantándole a la puerta canciones alusivas, algunas de las cuales tienen gracia por su sencillez, y cuando llega el momento de partir para la iglesia, la joven, deshecha en llanto, recibe a su vez la bendición paterna. Toma entonces el novio con su comitiva el camino de la iglesia como unos sesenta pasos delante de su prometida y ésta camina del todo cubierta con su manto en medio de su acompañamiento femenino, que no cesa en sus cantares hasta la iglesia. El cura está ya aguardando en el vestíbulo y allí es donde se verifica la ceremonia, ajustándose los dos esposos un anillo a sus respectivos dedos y ofreciendo las acostumbradas arras".  

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Realiza tu comentario: