Acto tercero
"Consolación: Lo que precisa es que usted y yo nos digamos las verdades claras. Vamos a ver: ¿qué motivos tiene usted para irse? ¿Qué ventolera es ésa?
Don Eligio: El caso es que... hecha así la pregunta...
Consolación: ¿Le ha molestado a usted quizá que llene el patio de macetas?
Don Eligio: ¡Oh! ¡Por Dios!... Eso, nunca... nunca... ¿A santo de qué?
Consolación: Naturalmente. Las macetas a nadie estorban, alegran la vista., perfuman el aire... Entonces, ¿qué le contraría: que la fuente corra, que suene el surtidor?
Don Eligio: Menos aún... Corra el surtidor en buena hora.
Consolación: Buscaremos otro pecado. ¿Es quizá la canariera que he puesto arriba lo que subleva a usted?
Don Eligio: ¿La canariera? ¿Me lo pregunta usted en serio?
Consolación: Ya veo que no es la canariera. A otra cosa: ¿es el loro?
Don Eligio: El loro es harina de otro costal. No por el ave en sí, sino por las lecciones que aprende.
Consolación: Le advierto a usted, y hasta se lo juro, que yo no soy quien le ha enseñado a decir: "¡Que baile don Eligio!"
Don Eligio: ¿Que baile don Eligio? Pero, ¿dice el loro tal cosa? ¡No lo dirá más de una vez en presencia mía! ¡Eso es una burla que no se puede tolerar! Mas ya comprenderá usted, señorita, que son razones de mayor entidad las que me han impulsado a despedirme.
Consolación: ¿Luego las hay?
Don Eligio: Confieso que las hay.
Consolación: Seguiremos buscándolas con un candil. ¿Acaso es una que yo reciba en este palacio a los pobres que vienen a verme? (Don Eligio tuerce un poco el gesto.) Eso podrá parecerle mal a la gente frívola, a la gente que vive de la etiqueta y de la farsa; pero un hombre todo corazón, como usted, no es posible que desapruebe que trate yo con bondad y cariño a los que sufren, a los que necesitan...
Don Eligio: No pinta usted más que un lado agradable de las cosas...
Consolación: Y si las cosas tienen un lado que es agradable, ¿a qué se han de mirar por ningún otro? Pero, ¡tonta de mí! Ya caigo en lo que ha sacado a usted de sus casillas. Lo del teatrito.
Don Eligio: Lo del teatrito...
Consolación: Lo del teatrito por fuerza lo ha entendido usted mal. ¿Usted se figura que en ese tablado se van a bailar tangos y peteneras?
Don Eligio: ¡Presumo que no!
Consolación: Y cuidado que a mí las peteneras me gustan. Y aun las bailo. Este teatrito no será más que un recreo casi inocente... agradable, culto... Lo primero que he pensado yo es que, comedia que se represente, comedia que usted ha de elegir.
Don Eligio: ¿Ha pensado usted eso?
Consolación: ¡Pues claro! ¿Quién mejor que usted, que tanto sabe y tanto ha leído? Porque yo le hago la justicia de creer que no será usted de los que cierran abiertamente contra el teatro.
Don Eligio: No en mis días. El teatro es lugar de honesto esparcimiento, a la vez que de provechosa enseñanza.
Consolación: ¡Muy bien! ¿Ve usted como no peleamos? Pues usted será el que lleve la voz cantante en el de casa. Y si quiere, para la primera función, elige una comedia de un religioso. Por ejemplo, de Tirso de Molina. ¿No era fraile Tirso de Molina?
Don Eligio: Sí, sí, pero... Tirso de Molina... Ya maduraremos ese asunto. Porque, a pesar de que era fraile... es más verde que un apio.
Consolación: Quien dice Tirso de Molina dice Lope de Vega... ¿No era cura?
Don Eligio: Sí..., sí, era cura... pero era un cura muy especial.
Consolación: ¿Muy especial? Pues, ¿qué especialidad tenía?
Don Eligio: Dejemos ahora eso... Es cosa que debe meditarse muy mucho".
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