lunes, 6 de junio de 2016

"Cuentos".- Hans Christian Andersen (1805-1875)


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 Algo

 "-¡Quiero ser algo! -decía el mayor de cinco hermanos-. Quiero servir de algo en este mundo. Si ocupo un puesto, por modesto que sea, que sirva a mis semejantes, seré algo. Los hombres necesitan ladrillos. Pues bien, si yo los fabrico haré algo real y positivo.
 -Sí, pero eso es muy poca cosa -replicó el segundo hermano-. Tu ambición es muy humilde: es trabajo de peón, que una máquina puede hacer. No, más vale ser albañil. Eso sí es algo y yo quiero serlo. Es un verdadero oficio. Quien lo profesa es admitido en el gremio y se convierte en ciudadano, con su bandera propia y su casa gremial. Si todo marcha bien podré tener oficiales, me llamarán maestro y mi mujer será la señora patrona. A eso llamo yo ser algo.
 -¡Tonterías! -intervino el tercero-. Ser albañil no es nada. Quedarás excluido de los estamentos superiores y en una ciudad hay muchos que están por encima de un maestro artesano. Aunque seas un hombre de bien, tu condición de maestro no te librará de ser lo que llaman un "patán". No, yo sé algo mejor. Seré arquitecto, seguiré por la senda del Arte, del pensamiento, subiré hasta el nivel más alto en el reino de la inteligencia. Habré de empezar desde abajo, sí; te lo digo sin rodeos: comenzaré de aprendiz. Llevaré gorra, aunque estoy acostumbrado a tocarme con sombrero de seda. Iré a comprar aguardiente y cerveza para los oficiales y ellos me tutearán, lo cual no me agrada, pero imaginaré que no es sino una comedia, libertades propias del Carnaval. Mañana, es decir, cuando sea oficial, emprenderé mi propio camino sin preocuparme de los demás. Iré a la academia a aprender dibujo y seré arquitecto. Esto sí es algo. ¡Y mucho! Acaso me llamen señoría y excelencia y me pongan, además, algún título delante y detrás y no pare de edificar, como otros hicieron antes que yo. Y entretanto iré construyendo mi fortuna. ¡Ese algo vale la pena!
 -Pues eso que tú dices que es algo se me antoja muy poca cosa y hasta te diré que nada -dijo el cuarto-. No quiero tomar caminos trillados. No quiero ser un copista. Mi ambición es ser un genio, mayor que todos vosotros juntos. Crearé un estilo nuevo, levantaré el plano de los edificios según el clima y los materiales del país, haciendo que cuadren con su sentimiento nacional y la evolución de la época y les añadiré un piso,  que será un zócalo para el pedestal de mi gloria.
 -¿Y si nada valen el clima y el material? -preguntó el quinto-. Sería algo delicado, pues no podrían hacer nada de provecho. El sentimiento nacional puede engreírse y perder su valor; la evolución de la época puede escapar de tus manos, como se te escapa la juventud. Ya veo que en realidad ninguno de vosotros llegará a ser nada, por mucho que lo esperéis. Pero haced lo que os plazca; yo no voy a imitaros; me quedaré al margen, para juzgar y criticar vuestras obras. En este mundo todo tiene sus defectos; yo los descubriré y los sacaré a la luz. Esto será algo.
 Así lo hizo, y la gente decía de él: "Indudablemente, este hombre tiene algo. Es una cabeza despejada. Pero no hace nada". Y, sin embargo, por esto, precisamente, era algo.
 Como veis, esto no es más que un cuento pero un cuento que nunca se acaba, que empieza siempre de nuevo, y que continuará mientras el mundo sea mundo.
 Pero, ¿qué fue, a fin de cuentas, de los cinco hermanos? Escuchadme bien, que es toda una historia".

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