Capítulo 3: El nacimiento de los dioses, la evolución de la casa y el hogar
«Como hemos visto, Merlin Donald considera que la gran transformación de la historia humana fue el paso del pensamiento episódico al pensamiento mimético, lo que permitió el desarrollo de la cultura: "el gran escape del sistema nervioso". Antes de que este libro llegue a su fin, encontraremos muchos otros candidatos a la idea más importante en la historia de la humanidad: el alma, el experimento, el Único Dios Verdadero, el universo heliocéntrico, la evolución (y cada una cuenta con apasionados partidarios). Algunas de estas ideas son conceptos tremendamente abstractos. Sin embargo, para la mayoría de los arqueólogos la idea humana más grandiosa es una noción mucho más práctica y terrenal. Para ellos, la domesticación de las plantas y los animales, es decir, la invención de la agricultura, es claramente la idea más grandiosa de la historia, pues fue ella la que produjo la transformación más profunda que ha experimentado nuestro modo de vida.
La domesticación de las plantas y los animales tuvo lugar en algún momento hace entre 14.000 y 6.500 años, y es una de las ideas mejor estudiadas de la prehistoria. Sus orígenes en ese período de la historia están íntimamente vinculados al registro climatológico del planeta. Hasta hace aproximadamente 12.000 años, la temperatura media de la tierra era mucho más fría y variable de lo que lo es en nuestros días. La temperatura podía cambiar hasta siete grados en menos de una década, mientras que hoy apenas ha cambiado tres grados en un siglo. Hace 12.000 años, sin embargo, la tierra se calentó de forma considerable a medida que la última Edad de Hielo llegaba a su fin y, lo que no es menos importante, el clima se estabilizaba. Este calentamiento y estabilización marcaron la transición entre los dos grandes períodos de la historia terrestre, el Pleistoceno y el Holoceno y fueron, de hecho, el gran desencadenante de la historia que hizo posible nuestro mundo.
Podemos afirmar con cierta confianza que aunque estamos bastante seguros de dónde surgió la agricultura, de cómo empezó y de con qué plantas y animales lo hizo, no sabemos con igual certeza por qué tuvo lugar un cambio tan trascendental. Las teorías, al respecto, como veremos, se dividen en dos categorías. Por un lado, tenemos teorías ambientales y económicas que son varias, y por el otro, teorías religiosas, de las que hasta el momento sólo existe una.
Sabemos con certeza que la domesticación de las plantas y los animales (en este orden) surgió de forma independiente en dos regiones del mundo, y existen otros cinco lugares en los que quizá ello también haya ocurrido. La primera de estas áreas es el suroeste asiático, Oriente Próximo y en particular la "media luna fértil", que se extiende desde el valle del Jordán en Israel hasta el Líbano y Siria y un región del sureste de Turquía, y desde allí hasta las montañas Zagros, en Irak e Irán, la región conocida en la antigüedad como Mesopotamia. La segunda área en la que sin duda la agricultura surgió de forma independiente fue en Centroamérica, entre lo que hoy es Panamá y el norte de México. Además, existen otros cinco lugares en los que la domesticación también se dio, pero en los que no podemos estar seguros de que lo haya hecho de forma espontánea y no como resultado de los tempranos progresos realizados en Oriente Próximo y Centroamérica. Son éstos: las tierras altas de Nueva Guinea; China, donde la domesticación del arroz parece tener una historia propia; una estrecha franja del África subsahariana que se extiende desde lo que hoy es Costa de Marfil, Ghana y Nigeria hasta Sudán y Etiopía; la región de los Andes y la Amazonia, cuya accidentada geografía acaso provocó desarrollos independientes; y el oriente de Estados Unidos.
Andrew Sherratt, del Ashmolean Museum en Oxford, nos ofrece una explicación de la forma en que estas áreas se distribuyen alrededor del globo. Su teoría es que tres de ellas -Oriente Próximo, Centroamérica y los archipiélagos del sureste asiático- son lo que denomina "puntos calientes": en términos geográficos y geológicos se trata de regiones de constante cambio, donde la increíble presión generada por las placas tectónicas al moverse bajo la superficie terrestre creó en estos lugares delgados istmos en los que se dieron características especiales que no existen en otros lugares del planeta. Estas características especiales fueron, primero, una abrupta yuxtaposición de colinas, desiertos y terrenos de aluvión (depósitos de arena o barro creados por el paso de las aguas) y, segundo, estrechas franjas de tierra que provocaron un aumento de la población hasta tal punto que el istmo ya no pudo abastecer la caza y recolección tradicionales. Estos "puntos calientes" se convirtieron entonces en "áreas nucleares" en las que las condiciones imperantes hicieron que el desarrollo de un nuevo modo de subsistencia resultara más apremiante para el hombre primitivo que habitaba esas regiones.
Más allá de la veracidad de esta teoría, cuya sencillez es bastante atractiva, e independientemente del número de ocasiones en que se "inventó" la agricultura, de lo que no hay duda es de que, en términos cronológicos, las plantas y los animales fueron domesticados por primera vez en la "media luna fértil" del suroeste de Asia. Para comprender de manera cabal de qué estamos hablando, necesitamos conocer la naturaleza de las pruebas que tenemos a nuestra disposición, lo que significa, en primera instancia, dar un vistazo a una ciencia relativamente nueva, la palinología, el estudio del polen. Cada planta, y en especial las especies de árboles polinizadas gracias a la acción del viento, produce anualmente miles de granos de polen, la pared exterior de los cuales es muy fuerte y resistente a la descomposición. El polen tiene diversas formas y tamaños y, siendo orgánico, puede someterse a la datación por carbono. Por tanto, con frecuencia es posible determinar su edad y género, si no su especie, lo que permite a los arqueobotánicos (una especialidad más o menos reciente) reconstruir cómo era la vegetación del planeta en diferentes períodos del pasado.
[...] En primer lugar, tenemos tres cereales que formaban los principales "cultivos fundadores" de la agricultura neolítica. En orden de importancia, éstos eran el trigo racimal (Triticum turgidum, subespecie dicoccum), la cebada (Hordeum vulgare) y el trigo alonso (Triticum monococcum) que aparecieron por primera vez en el décimo y noveno milenios de nuestra era. La domesticación de estos cereales estuvo acompañada por el cultivo de varias "plantas compañeras", en particular, el guisante (Pisum sativum), la lenteja (Lens culaniris), el garbanzo (Cicer arietinum), la arveja amarga (Vicia ervila) y el lino (Linum usitatissimum).»
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