Volumen IV.- Capítulo 15
"Me gustaría poder escribir un capítulo sobre el sueño.
No creo que se me presente mejor oportunidad de hacerlo que ésta en que están corridas todas las cortinas de la casa, las velas apagadas y todos los ojos están cerrados, menos uno, el de la nodriza de mi madre que lleva veinte años tuerta.
¡Qué tema tan bonito!
Y, sin embargo, con todo lo bonito que es, antes escribiría una docena de capítulos sobre ojales (y lo haría más aprisa y con más éxito) que uno solo sobre el sueño.
¡Los ojales! Hay algo muy agradable en ellos y, creedme, cuando me pongo a pensar en ellos, sí, nobles gentes de luenga barba y de rostro serio y grave, me divierto mucho con los ojales y los tengo todos para mí porque es un tema virgen y no haré quedar a nadie en mal lugar ni copiaré las ideas de nadie.
Pero el sueño, aún antes de empezar sé que no sacaré nada de él. En primer lugar no pretendo igualar vuestras hermosas palabras y expresiones y, en segundo lugar, no puedo, aunque lo pretenda, ponerme serio ante un tema malo y decirle al mundo que es el refugio de los desdichados, la libertad del prisionero, el remanso de los desesperados, de los abatidos y de los que tienen el corazón destrozado; y tampoco sería capaz de empezar con una mentira afirmando que de todas las funciones de nuestra naturaleza con que nuestro gran Autor ha tenido a bien, en su bondad, compensar los sufrimientos que su justicia y su voluntad permiten nos entristezcan, que de todas esas funciones ésta es la más importante (porque conozco placeres que valen diez veces más) o que qué feliz se siente el hombre cuando han terminado las ansiedades y las pasiones del día y yace boca arriba y que su alma se encuentra tan a gusto dentro de él que allá adonde mire verá que el cielo está sosegado y dulce, sin deseos, ni miedo ni dudas que enturbien el aire y sin que ninguna dificultad pasada, presente o futura venga a molestar su imaginación en ese suave sopor.
"Que Dios bendiga", dijo Sancho Panza, "a quien inventó el mismísimo sueño, que le cubre al hombre como un manto". Nada tengo que añadir a esto y más le dice a mi corazón y a mis afectos que todas las disertaciones salidas de las sesudas cabezas de todos los entendidos en la materia.
Y no es que me parezca mal lo que dice Montaigne al respecto, al revés, resulta admirable a su modo. (Cito de memoria).
El mundo disfruta con una serie de placeres como lo hace con el sueño, sin saborearlo ni sentirlo pasar, cuando debería meditar sobre ello y estudiarlo para darle debidamente las gracias a quien nos lo otorga; por eso hago yo que me despierten, para así sentir y saborear mejor mi sueño. Y, sin embargo, pocos hay que prescindan del sueño cuando es necesario; mi cuerpo puede soportar una agitación continuada pero no violenta y brusca. No me canso de andar, pero desde muy joven nunca me gustó cabalgar sobre el empedrado. Me gusta dormir en un sitio duro y yo solo, aunque sea sin mi mujer. Esto último puede restar credibilidad al asunto pero recordad que (como dice Baylet en el asunto de Liceti): "La Vraisemblance n'est pas toujours du Côté de la Verité". Y nada más sobre el sueño".
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Realiza tu comentario: