El último día
"Era un día nublado. Nadie se decidía.
Soplaba un viento suave: "No es del norte, es siroco", dijo alguien.
Unos secos cipreses encerrados en la playa y el mar
gris con estanques de luz, más allá.
Los soldados presentaban armas y comenzó a lloviznar.
"No es del norte, es siroco", la sola decisión que pudo oírse.
Pero también sabíamos que a la mañana siguiente no nos quedaría
ya nada, ni la mujer bebiendo a nuestro lado el sueño
ni el recuerdo de haber sido alguna vez hombres,
ya nada a la mañana siguiente.
"Este viento recuerda la primavera" decía la amiga
que paseaba a mi lado con la vista a lo lejos, "la primavera
que cayó inesperada a mitad del verano cerca de la cerrada mar.
¡Tan súbitamente! ¡Pasaron tantos años! ¿Cómo moriremos?"
La marcha fúnebre vendimiaba entre la amiga lluvia.
¿Cómo muere un hombre? Es raro que nadie lo haya meditado.
Y los que lo pensaron fue porque recordaron las antiguas crónicas
de la época de las Cruzadas o de la batalla naval de Salamina.
Pero también la muerte es algo que sucede: ¿cómo muere un hombre?
Pero también se gana cada uno su muerte, su propia muerte, que no corresponde a nadie más.
Y este juego de niños es la vida.
Se abatía una luz desde el día de cielo nublado. Nadie se decidía.
A la mañana siguiente nada nos quedaría; todo perdido; ni nuestras manos;
y nuestras mujeres trabajando como esclavas trajinando agua y nuestros hijos
en las canteras.
Mi amiga cantaba, paseando a mi lado, trozos de una canción:
"En la primavera, en el verano, esclavos..."
Recordaba uno a los ancianos maestros que nos dejaron huérfanos.
Una pareja pasó conversando:
"Estoy harto de crepúsculo, vámonos a casa,
vámonos a casa y encenderemos la luz".
Cómicos de la legua
Plantamos teatros y los tiramos / donde paramos y nos hallamos;
fundamos teatro y escenario, / pero nuestro destino es temerario
y nos arrastra y lo barre todo, / los cómicos y del mismo modo
el empresario, músicos y apuntador / a los cinco vientos de alrededor.
Carnes, aspilleras, carmines, tablas, / rimas, sentimientos, túnicas, faldas,
máscaras, ocasos, llantos y gemir / y epifonemas y de cada día el abrir,
arrancados con nosotros de cuajo y al ras / (dime dónde vamos, dime dónde vas),
desnudos los nervios en nuestra piel / cual de onagro o cebra el rayado aquel;
desnudos y al aire o en caja guardados / (¿cuándo nos engendraron? ¿cuándo seremos enterrados?)
y como cuerdas a más tender / de una lira que entera vibra. Ve
también nuestro corazón: una esponjita / que la calle y el bazar arrastrándose visita
bebiendo la sangre y la hiel / del archiduque y del bandido infiel".
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