III
"-¡Estás loco, Seleuco! Con decir sólo la mitad de lo que acabas de recitar, iremos derechos al circo para servir de diana a los lanzadores de jabalina.
-Estáis exagerando. No he dicho nada de particular, no he ofendido en nada al emperador.
-¿Estás bromeando o...?
-¿No ves que nos está tomando el pelo?
-Si crees que la escena puede pasar o eres un ingenuo o estás fingiendo serlo. Lo tuyo es una tremenda acta de acusación. Y no puedes pronunciarla en público. ¡No se puede!
-¿Por qué no se puede?
-Porque fomentas una crisis en todo y entre todos. La gente quiere vivir en paz. Dales una fe y...
-...y una verdad -añadió la mujer.
-Exacto: una fe y una verdad, y la gente vive serena, si no en paz.
-¿Una sola verdad? -preguntó Seleuco.
-¿Por qué? ¿Hay más de una verdad?
-Sí, Glauco. La verdad no puede, no debe incluso ser una o única.
-¿Por qué? -preguntó la mujer-. ¿Cómo es posible que haya varias verdades? Si digo que esto es blanco, es una verdad. Es blanco y basta.
-Si hay varias verdades -comentó Glauco-, lo que tendremos no será la verdad, sino partes de verdad.
-Es importante que las verdades sean varias. De otro modo habría que inventar muchísimas verdades, cada vez verdades nuevas. Es muy importante.
-No alcanzo a entenderte.
-Mira, si solamente hubiera una verdad, todos nosotros estaríamos ya acabados. Una sola verdad significa que otros podrían perseguir a los que no siguen tal verdad, la "verdad". Tú crees en Júpiter y sostienes que él es la verdad, la única verdad; yo que no creo en él, estoy en el error, tú puedes perseguirme, matarme, dado que yo estoy fuera de la verdad. Pero, admitiendo que en el terreno religioso pudieras incluso ser tolerante, con lo cual si no sigo la verdad a ti no te importa nada, en el terreno político la única verdad es extremadamente peligrosa. Si el emperador es la verdad, el incorruptible, el santo, el justo, el... todo. ¡Imagínate qué locura! ¡Y bien, cuánta gente se hace matar en guerras estúpidas sólo porque defiende al emperador "único", la patria "única", la fe "única", el dios "único", es decir, la verdad única, el único principio. Todo delirio se halla unido al concepto de "único", de "solo", de "perfecto". Con esto ya ni se razona. La gente se vuelve fanática. Y entonces, ¡pobre gente! Está la verdad y basta. Se acepta, no se discute, y si uno se arriesga a discutirlo, ¡zas!, ¡fuera!...
-¿Y qué tenemos que ver con eso nosotros, los del teatro?
-Precisamente, aquí, nosotros los del teatro, debemos hacer comprender que son tantas las verdades, tantísimas que hacen imposible la constitución de una única y absoluta verdad. Cada hombre es una verdad muy diferente de la de otro hombre, incluso si parecen iguales las unas a las otras.
-Yo no te sigo en esta locura. Este modo tuyo de razonar es delirante. Eres un demente, Seleuco. Pensemos en la función. Pensemos en hacer reír. Volvamos a empezar desde el principio, vamos...
-Sólo un instante, Glauco, un instante sólo porque yo también quiero comprenderlo bien. ¿Crees verdaderamente que la verdad sea única?
-Claro que lo creo. Hablo de la verdad, la verdadera. Es única.
-Entonces, contéstame: ¿por qué se envía a los jóvenes a la escuela, al campo de Marte, al Foro?
-Para enseñarles a vivir del mejor modo posible.
-¿Tú, qué piensas, Selene?
-Yo pienso lo mismo. A los jóvenes se les instruye para vivir en la sociedad.
-Bien, entonces para vosotros ésta es la verdad.
-Digamos -corrigió Glauco- que es éste el único objetivo, el verdadero objetivo.
-La verdad, entonces -sonrió Seleuco-. Yo digo, en cambio, que se manda a los jóvenes a la escuela; y por escuela entiendo las palestras, el Foro, cualquier lugar donde algo se enseñe, yo digo que se les manda a la escuela para impedirles pensar.
-¡No digas estupideces!
-Reflexiona un momento sobre ello. Si un joven pudiera pensar libremente y libremente actuar, la vida sería un poco incómoda para todos. Por ejemplo, el joven podría darse cuenta de que es más fuerte que un viejo. Y se le podría ocurrir echar al viejo y quitarle el puesto. Pero el viejo para defenderse ha creado las instituciones. Para entrar en las instituciones es necesario seguir un ceremonial y... el juego está hecho. Cuando el joven está domesticado, él mismo forma ya parte del sistema de un modo tan perfecto que no sólo lo acepta, sino que lo considera la única forma de vida social, imponiéndoselo después también a sus hijos. He aquí la razón por la cual hay escuelas; son los lugares donde se domestica a los jóvenes para que se inserten en el orden vigente sin turbarlo, sin que les venga la idea de derrocar a los grandes ni de destruir sus convenciones. Y si estos jóvenes que salen de la escuela no saben qué pensar, eso no importa. Se vive igual de bien. Ahora, Selene, Glauco, decidme: ¿no podría ser ésta la verdad? ¿No podría ser éste el fin de la educación?
Los dos actores se quedaron sin palabras. Reflexionaban".
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Realiza tu comentario: