jueves, 22 de octubre de 2015

"El desván y otros relatos".- Saki (1870-1916)

 
Resultado de imagen de saki 

El séptimo pollito
 
  "-No es del trabajo cotidiano de lo que me quejo -dijo Blenkinthrope-, sino de la gris rutina que es mi vida fuera de las horas de oficina. En mi camino no se atraviesa nada interesante, nada llamativo o fuera de lo común. Incluso las pequeñas cosas en las que intento hallar algún interés real parecen no importarle a la gente. Las cosas de mi jardín, por ejemplo.
 -Aquella patata que pesaba más de dos libras -apuntó su amigo Gorworth.
 -¿Te lo había comentado? -dijo Blenkinthrope-. Esta mañana he estado contándolo en el tren. No recordaba habértelo mencionado.
 -Para ser exactos, lo que me contaste es que pesaba un poco menos de dos libras, pero calculé que las hortalizas deformes y los peces recién sacados del agua poseen una sobrecarga de vida durante la cual el crecimiento no se detiene.
 -Eres igual que los demás -se lamentó Blenkinthrope-. No haces más que burlarte.
 -La culpa no es nuestra, sino de la patata -dijo Gorworth-; no nos interesa en absoluto porque no tiene nada de interesante. A los hombres que cada día te acompañan en el tren les sucede lo mismo que a ti. Sus vidas les resultan triviales y bastante aburridas, y no están dispuestos a derrochar entusiasmo en las trivialidades de las vidas ajenas. Cuéntales algo sorprendente, dramático, picante, que os haya sucedido a ti o a tu familia, y verás cómo en seguida captas su atención. Hablarán de ti ante sus amistades, con cierto orgullo personal. "Hay un tipo que conozco mucho, un tal Blenkinthrope, a quien una langosta que el otro día llevaba a casa para la cena le arrancó de cuajo dos dedos. El médico dice que quizá tendrán que amputarle toda la mano". Ese sí que es un tema de gran nivel para incluirlo en una conversación. Pero imagínate que alguien entra en el club de tenis comentando: "Conozco a un tipo que ha cosechado una patata de dos libras y cuarto".
 -Olvídalo, amigo mío -dijo Blenkinthorpe impaciente-. ¿No acabo de asegurarte que jamás me pasa nada extraordinario?
 -Invéntate algo -dijo Gorworth.
 Desde que en la escuela preparatoria venciera en un certamen de cultura bíblica, se permitía ser algo menos escrupuloso que el círculo que lo rodeaba. Lo cual ciertamente podía disculparse tratándose de un ser que a edad muy temprana era capaz de dar una lista de diecisiete árboles mencionados en el Antiguo Testamento.
 -¿Qué, por ejemplo? -preguntó Blenkinthrope con cierta brusquedad.
 -Diles que el otro día en tu gallinero entró una víbora y de siete pollitos mató a seis; que primero los hipnotizó y, una vez paralizados, los mordió. El séptimo pollito era francés, de aquellos que tienen los ojos cubiertos de plumas, así que pudo escapar a la hipnosis, se lanzó volando contra lo que podía ver de la víbora y la destrozó a picotazos.
 -Gracias -dijo Blenkinthrope tajante-. Es una historia muy inteligente. Admito que, de haber sucedido algo semejante en mi corral, me enorgullecería contárselo a la gente. Pero yo me atengo a los hechos, por más chatos que sean.
 Sin embargo, su mente no dejó de dar melancólicas vueltas a la historia del séptimo pollito. Se imaginaba relatándola en el tren, rodeado por la absorta atención de sus compañeros de viaje. De modo inconsciente comenzó a introducir toda clase de detalles y mejoras.
 Cuando a la mañana siguiente subió al tren su talante seguía en gran medida caviloso. Frente a él iba sentado Stevenham, que había alcanzado cierta notoriedad porque un tío suyo había muerto mientras votaba para una elección al Parlamento. Aunque el suceso se remontaba a tres años atrás, Stevenham aún accedía a responder toda clase de preguntas sobre política nacional y extranjera.
 -Hola, ¿qué hay de esa seta gigante, o lo que fuera? -fue todo lo que logró arrancar Blenkinthrope a sus compañeros de viaje.
 El joven Duckby, que a Blenkinthorpe le desagradaba ligeramente, monopolizó de inmediato la atención general con un resumen de sus aflicciones domésticas.
 -Anoche una rata enorme me robó cuatro palomas. Debía de ser un monstruo: sólo hay que ver el tamaño del agujero que hizo en el pajar.
 En aquellas regiones no existía acto depredatorio que fuera llevado a cabo por ratas de tamaño normal; todas eran fabulosamente enormes.
 -Ayer por la tarde una víbora mató a seis de mis siete pollitos -dijo Blenkinthrope con una voz que apenas pudo reconocer como suya".

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Realiza tu comentario: