lunes, 19 de octubre de 2015

"Eothen".- Alexander W. Kinglake (1809-1891)


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18.- El Cairo y la peste
 
 "Cuando llegué a El Cairo requerí a Osman Effendi, quien, según tenía entendido, era el propietario de varias casas y podría proporcionarme habitación. No puso dificultades en este sentido, puesto que yo era el único viajero europeo en El Cairo. ¡Pobre Osman! Me recibió con aspecto apenado, porque el miedo a la peste pesaba mucho en su espíritu. Creía que hacía mal en facilitarme acomodo, refiriéndose a la cuestión del tiempo con la indiferencia de un hombre que tiene los días contados. Además, me encontró a poco de mi llegada, cuando yo salía de los baños públicos, y desde este instante me tuvo un miedo espantoso porque en cuestiones de contagio compartía el criterio de los europeos.
 La historia de Osman era curiosa. Era escocés de nacimiento, y cuando era muy joven desembarcó en Egipto con el ejército de Fraser. Fue hecho prisionero y de acuerdo con la costumbre mahometana le fue ofrecida la alternativa de aceptar la muerte o el Corán. No eligió la muerte y en consecuencia pasó por las precisas ceremonias para convertirse en un buen mahometano. Pero lo más divertido de la historia era que poco después de haber abrazado la ley del Islam, prácticamente se vio obligado a discordar de su nueva fe presentando batalla a los disidentes mahometanos y, cumpliendo la ley del Profeta, emprendiendo intensas campañas contra los wahabees, los unitarios* del mundo musulmán. Los wahabees fueron derrotados y Osman, al regresar triunfal de sus luchas santas, empezó a prosperar. Se hizo propietario, convirtiéndose en effendi, o sea, caballero. En la época de mi visita a El Cairo, parecía estar muy bien considerado y respetado por sus hermanos mahometanos. Había ratificado su despego total del Cristianismo adoptando dos esposas. Asumía, al referirse a ellas, la misma reserva que generalmente demuestran los orientales.
 Realmente me visitó a visitar su harén, pero hizo que sus dos mujeres salieran antes de admitirme en él. Supuse que no consideraba a ninguna de las dos digna de se enjuiciada, y que esto era y no los celos, lo que le inducía a ocultarlas a mi vista. Las estancias del harén me recordaron más un cuarto inglés para niños que un paraíso musulmán. Se puede juzgar a una mujer antes de verla por la elegancia o vulgaridad con que adorna su hogar. A las esposas de Osman las condené por estos detalles. Pero lo peculiar del carácter de Osman era su inextinguible patriotismo. En vano había cruzado el mar cuando era muchacho, en vano había sufrido cautiverio, conversión y purificación, en vano le hicieron cruzar el fuego en sus campañas árabes. No pudieron extirpar del pobre Osman su amor congénito por todo lo escocés; en vano le llamaban Effendi, en vano arrastraba tras él túnicas orientales, en vano las esposas adornaban su harén. La alegría de su corazón seguían siendo los tres estantes de libros, de pura cepa escocesa, el Edimburgo tal, el Edimburgo cual... y, sobre todo, recuerdo lo orgulloso que se sentía de la Biblioteca Artística de Edimburgo.
 El miedo a la peste es su precursor. Es probable que en los días que vi al pobre Osman, la infección mortal empezara ya a fluir por sus venas, pero visiblemente no fue atacado hasta que yo había abandonado ya El Cairo. Murió.
 Cuando hube visto todo cuanto me interesaba de El Cairo y sus inmediaciones, deseé huir de una ciudad que estaba maldita por la peste. Pero Mysseri cayó enfermo, creo que a consecuencia de las penalidades que había pasado a mi servicio. Al poco tiempo se había recobrado lo suficiente para emprender un viaje, pero entonces nos vimos con algunas dificultades para procurarnos bestias de carga. Hasta el 19º día de mi estancia en la ciudad no pude emprender la marcha.
 Durante todo este tiempo el poder de la plaga fue en rápido aumento. Cuando llegué se decía que el número diario de "accidentes" causados por la peste no excedía de 400 ó 500, en una población de 200.000 almas. Pero antes de marcharme, las muertes habían alcanzado ya la cifra de 1.200 por día."
 
 
*Los unitarios son una de las múltiples sectas protestantes que infestan la cultura inglesa.  

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