"Lampitó: ¿Y quién ha convocado a esta
tropa de mujeres?
Lisístrata: Yo.
Lampitó: Cuéntame lo que quieres de
nosotras.
Cleonica: Sí, querida, dime qué es esa
cosa tan importante que te traes.
Lisístrata: Voy a decíroslo. Pero antes de decirlo, voy a preguntaros
una cosita pequeña.
Cleonica: Lo que tú quieras.
Lisístrata: ¿No echáis de menos a los
padres de vuestros niños, que están lejos en campaña? Porque sé de sobra que
todas tenéis lejos al marido.
Cleonica: El mío hace cinco meses, mi
pobre amiga, que está en Tracia vigilando a Eúcrates.
Mirrina: Y el mío lleva siete meses
enteros en Pilo.
Lampitó: Y el mío, si viene alguna vez
de su unidad, agarra el escudo y se marcha volando.
Lisístrata: No queda ni una chispita ya de amante. Desde que nos han
traicionado los milesios no he visto ni un consolador de ocho dedos que pudiera
sernos un alivio de cuero. ¿Queréis entonces, si encuentro una artimaña, poner
fin conmigo a la guerra?
Cleonica: Por los dioses, yo bien querría, aunque tuviera que
privarme de este vestido... y bebérmelo hoy mismo.
Mirrina: Yo, por mi parte, aunque me
quedara como una platija, bien querría dar la mitad de mí misma, cortándome en
dos.
Lampitó: Yo hasta subiría arriba, al Taigeto,
si es que voy a ver la paz.
Lisístrata: Voy a hablar ya: porque el
plan no debe quedar oculto. Nosotras, mujeres, si vamos a forzar a los hombres
a hacer la paz, debemos abstenernos...
Cleonica: ¿De qué? Dínoslo.
Lisístrata: ¿Vais a hacerlo?
Cleonica: Lo haremos, aunque tengamos
que morirnos.
Lisístrata: Pues bien, debemos abstenernos del cipote. ¿Por qué
volvéis los ojos? ¿Dónde vais? Vosotras, ¿por qué chistáis y fruncís las cejas?
¿Por qué se os ha mudado el color? ¿Por qué os corren las lágrimas? ¿Lo vais a
hacer o no lo vais a hacer? ¿Por qué calláis?
Cleonica: No soy capaz de hacerlo: la
guerra continúe.
Mirrina: Ni yo, por Zeus: la guerra
continúe.
Lisístrata: ¿Eso dices, platija? Hace un momento aseguraste que ibas
hasta a cortarte la mitad.
Cleonica: Otra cosa, la que quieras. Si
es preciso, estoy dispuesta a marchar por medio del fuego. Esto antes que el
cipote: no hay cosa como él, querida Lisístrata.
Lisístrata: ¿Y tú?
Mirrina: Yo también prefiero a través del fuego.
Lisístrata: ¡Oh, requeteputa toda
nuestra raza! No en vano hacen de nosotras las tragedias: no somos otra cosa
que "Posidón y barcos". Pero, querida laconia -pues con que tú sola
te pongas de mi parte, podemos salvar aún el asunto-, vota conmigo.
Lampitó: Difícil, por los dioses, es
que las mujeres duerman solas sin un miembro descapullado. Pero a pesar de
todo: pues la paz nos hace mucha falta.
Lisístrata: Queridísima, eres de entre
éstas la única mujer.
Cleonica: Y si nos abstuviéramos lo más
del mundo de eso que tú dices -¡ojalá no sea así!-, ¿por eso va a haber más
paz?
Lisístrata: Mucho más, por los dos
dioses. Si nos quedáramos en casa bien pintadas y nos paseáramos desnudas en
nuestras camisitas transparentes de Amorgos, con el triángulo depilado, y los
hombres se pusieran calientes y quisieran acostarse con nosotras y no nos
dejáramos sino que nos priváramos de ello, harían la paz enseguida, lo sé bien.
Lampitó: Así Menelao cuando vio,
pasando a su lado, las manzanas de Helena desnuda, tiró la espada, según dicen.
Cleonica: ¿Y qué si los hombres nos
abandonan, amiguita?
Lisístrata: Lo de Ferécrates,
"despellejar una perra ya despellejada".
Cleonica: Son tontería esas
imitaciones. ¿Y si nos cogen a la fuerza y nos meten a la fuerza en la alcoba?
Lisístrata: Agárrate a la puerta.
Cleonica: ¿Y si pegan?
Lisístrata: Hay que dejarse malamente
mal, porque no hay placer en las cosas a la fuerza. Y hay además que hacerles
daño; descuida, pronto lo dejarán. Porque un hombre nunca tendrá placer si no
va de acuerdo con la mujer.
Cleonica: Pues si a vosotras dos os
parece esto bien, también nosotras estamos de acuerdo".
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