sábado, 17 de octubre de 2015

"Lisístrata".- Aristófanes (444 a.C. - 385 a.C.)

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 "Lampitó: ¿Y quién ha convocado a esta tropa de mujeres?

 Lisístrata: Yo.

 Lampitó: Cuéntame lo que quieres de nosotras.
 
 Cleonica: Sí, querida, dime qué es esa cosa tan importante que te traes.
 
 Lisístrata: Voy a decíroslo. Pero antes de decirlo, voy a preguntaros una cosita pequeña.

 Cleonica: Lo que tú quieras.

 Lisístrata: ¿No echáis de menos a los padres de vuestros niños, que están lejos en campaña? Porque sé de sobra que todas tenéis lejos al marido.

 Cleonica: El mío hace cinco meses, mi pobre amiga, que está en Tracia vigilando a Eúcrates.

 Mirrina: Y el mío lleva siete meses enteros en Pilo.

 Lampitó: Y el mío, si viene alguna vez de su unidad, agarra el escudo y se marcha volando.

 Lisístrata: No queda ni una chispita ya de amante. Desde que nos han traicionado los milesios no he visto ni un consolador de ocho dedos que pudiera sernos un alivio de cuero. ¿Queréis entonces, si encuentro una artimaña, poner fin conmigo a la guerra?

 Cleonica: Por los dioses, yo bien querría, aunque tuviera que privarme de este vestido... y bebérmelo hoy mismo.

 Mirrina: Yo, por mi parte, aunque me quedara como una platija, bien querría dar la mitad de mí misma, cortándome en dos.

 Lampitó: Yo hasta subiría arriba, al Taigeto, si es que voy a ver la paz.

 Lisístrata: Voy a hablar ya: porque el plan no debe quedar oculto. Nosotras, mujeres, si vamos a forzar a los hombres a hacer la paz, debemos abstenernos...

 Cleonica: ¿De qué? Dínoslo.

 Lisístrata: ¿Vais a hacerlo?

 Cleonica: Lo haremos, aunque tengamos que morirnos.

 Lisístrata: Pues bien, debemos abstenernos del cipote. ¿Por qué volvéis los ojos? ¿Dónde vais? Vosotras, ¿por qué chistáis y fruncís las cejas? ¿Por qué se os ha mudado el color? ¿Por qué os corren las lágrimas? ¿Lo vais a hacer o no lo vais a hacer? ¿Por qué calláis?

 Cleonica: No soy capaz de hacerlo: la guerra continúe.

 Mirrina: Ni yo, por Zeus: la guerra continúe.

 Lisístrata: ¿Eso dices, platija? Hace un momento aseguraste que ibas hasta a cortarte la mitad.

 Cleonica: Otra cosa, la que quieras. Si es preciso, estoy dispuesta a marchar por medio del fuego. Esto antes que el cipote: no hay cosa como él, querida Lisístrata.

 Lisístrata: ¿Y tú?

 Mirrina: Yo también prefiero a través del fuego.

 Lisístrata: ¡Oh, requeteputa toda nuestra raza! No en vano hacen de nosotras las tragedias: no somos otra cosa que "Posidón y barcos". Pero, querida laconia -pues con que tú sola te pongas de mi parte, podemos salvar aún el asunto-, vota conmigo.

 Lampitó: Difícil, por los dioses, es que las mujeres duerman solas sin un miembro descapullado. Pero a pesar de todo: pues la paz nos hace mucha falta.

 Lisístrata: Queridísima, eres de entre éstas la única mujer.

 Cleonica: Y si nos abstuviéramos lo más del mundo de eso que tú dices -¡ojalá no sea así!-, ¿por eso va a haber más paz?

 Lisístrata: Mucho más, por los dos dioses. Si nos quedáramos en casa bien pintadas y nos paseáramos desnudas en nuestras camisitas transparentes de Amorgos, con el triángulo depilado, y los hombres se pusieran calientes y quisieran acostarse con nosotras y no nos dejáramos sino que nos priváramos de ello, harían la paz enseguida, lo sé bien.

 Lampitó: Así Menelao cuando vio, pasando a su lado, las manzanas de Helena desnuda, tiró la espada, según dicen.

 Cleonica: ¿Y qué si los hombres nos abandonan, amiguita?

 Lisístrata: Lo de Ferécrates, "despellejar una perra ya despellejada".

 Cleonica: Son tontería esas imitaciones. ¿Y si nos cogen a la fuerza y nos meten a la fuerza en la alcoba?

 Lisístrata: Agárrate a la puerta.

 Cleonica: ¿Y si pegan?

 Lisístrata: Hay que dejarse malamente mal, porque no hay placer en las cosas a la fuerza. Y hay además que hacerles daño; descuida, pronto lo dejarán. Porque un hombre nunca tendrá placer si no va de acuerdo con la mujer.

 Cleonica: Pues si a vosotras dos os parece esto bien, también nosotras estamos de acuerdo".

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