El absurdo teatro de la noche
¿Con qué sueñan las personas?
«Los investigadores norteamericanos, empezando por Calvin Hall, Fred Snyder y David Foulkes, y siguiendo por Milton Kramer, de Cincinatti, han reunido y analizado estadísticamente cientos, miles de informes de sueño, obteniendo así una especie de censo de la población soñante. A partir de estos datos puede inferirse con bastante exactitud el contenido de la actividad que nos ocupa (en Estados Unidos).
Los niños de entre 3 y 4 años apenas sueñan con sus padres, y si lo hacen con personas, suele tratarse de sus hermanos. Su tema fundamental son los animales, que aparecen en un 33-45% de sus sueños (aunque los freudianos también han constatado este hecho sorprendente, consideran a estos animales sólo incidentalmente como tales, concibiéndolos como sustitutos de personas. Pero sería interesante preguntarse por qué aparecen los animales en el primer plano de la fantasía infantil, ya sea como tales o con valor simbólico; ¿nos encontramos ante una curiosidad ancestral hacia el resto de los seres vivos, mucho más importante en épocas pretéritas que en la actualidad?). En los sueños femeninos hay más contactos amistosos, más sentimientos, más contenidos familiares que en los masculinos; esto aparte, los dos sexos aparecen en ellos en igual medida. Los hombres, en cambio, sueñan más a menudo con otros hombres, con agresiones, desgracias, ambición. El tema más habitual en los sueños de los adultos es la familia (44%), y en la mayoría de los casos se trata de la familia creada por el sujeto que sueña y no de sus antecesores o hermanos. En un 29% de los sueños aparecen allegados, amenazados, heridos, agonizantes o muertos. En un 8%, los soñantes son perseguidos o atacados. Esto aparte, un 6% de los procesos oníricos estudiados versan sobre el trabajo, el 5% son caídas a través del espacio, el 1% se refiere a las comidas y entre un 1 y un 6% muestran actos de violencia sexual. El 33% se desarrolla en casa, sobre todo en el cuarto de estar, el 15% en medios de transporte, el 10% en la calle y otro 10% en fiestas, en la playa o en otros lugares de diversión.
Por lo general, en los sueños se camina y se conversa. En buena parte de ellos aparece junto al soñante otra persona, y en un tercio son dos o más los protagonistas, generalmente parientes o conocidos. La desgracia (46%) es mucho más frecuente que el éxito (17%) y en cuanto a emociones destacan la angustia (14%), la ira y la sorpresa (cada una 10%), la amistad (7%), la tristeza (5%) y la vergüenza (1%); en conjunto, pues, muchas más sensaciones desagradables que placenteras. El sexo y la edad determinan decisivamente el contenido onírico, en tanto que el nivel de formación, la clase social y la raza apenas lo hacen.
Kramer ha recogido recientemente un censo de sueños de los años 60. Según éste, los contenidos oníricos parecen modificarse en función de las preocupaciones sociales. Entre los sueños femeninos predominaban los afectivos; los hombres, por el contrario, soñaban con otros hombres. Pero las agresiones, la desgracia y la ambición se presentaban con igual frecuencia en ambos sexos, en un reajuste que Kramer explica a partir de la revolución sexual que debió tener lugar por entonces.
Tales estadísticas sobre sueños -¿de qué tratan los sueños?, ¿dónde se desarrollan?, ¿a qué sentimientos hacen referencia?- pueden parecer absurdas, constituyendo un trabajo enorme y vacío de contenido. Aunque, de hecho, no ayudan a nadie a comprender mejor sus sueños, son indispensables para excluir precipitadas generalizaciones acerca de los propios sueños. Gracias a ellos sabemos, por ejemplo, que soñar con que se hace el ridículo -uno se examina ante un tribunal y no sabe nada; sale a un escenario y no recuerda ni una sola palabra del diálogo; aparece desnudo o en pijama por la calle, o en una fiesta elegante- es propio de la mayoría de las personas; tanto en los neuróticos como los que no lo son, los individuos seguros de sí mismos y los inseguros, los impulsivos y los tímidos, lo han soñado alguna vez. Este sueño no puede entenderse más que como indicio de un estado de ánimo extraño, anormal, patológico.
Rectificación de viejos conceptos
Muchas de nuestras ideas acerca de los sueños deben ser revisadas a fondo, a la vista de tales estadísticas. Los sueños no son "solitarios": en ellos aparecen regularmente otras personas además del propio soñante.
Tampoco son en absoluto lo que Havelock Ellis y otros pensaban: un "arcaico mundo de exagerados sentimientos y pensamientos fragmentarios", Aunque hay momentos de gran intensidad en los sueños, también los hay en los que los sentimientos brillan por su ausencia (ya Lichtenberg se asombraba de soñar que debía ser quemado y recibía la noticia sin inmutarse). La mayor parte de las veces los sentimientos son corrientes y vulgares.
Por otra parte, los sueños no son un desagravio, una compensación de lo que perdemos o sacrificamos en el transcurso de la vida y, de hecho, en ellos abundan las situaciones desagradables.
Ante todo, son mucho más banales y menos fantásticos de lo que se suele pensar. Los temas, imágenes, escenarios, proceden en su mayoría de la vida cotidiana y tratan con preferencia de problemas habituales. Soñamos con lo que hemos visto, dicho, deseado y realizado (esto ya lo había apreciado claramente en 1853 Alfred Maury en su libro Dormir y soñar). La realidad, aunque cambiante, está ya inventada. Los sueños resultan extraños debido principalmente a sus bruscos e ilógicos cambios de escena.
Del mismo modo se ha desechado la creencia popular, hasta ahora vigente, de que los sueños son sólo cosa de un instante, aunque al soñante le parezcan tan largos. [...] Es muy posible que la conciencia de los sueños haya ocupado, con su propia inercia, el período de tiempo que media entre la apreciación del hecho y la recapitulación del mismo. En todo caso, en el laboratorio se ha podido comprobar que los sueños mantienen el tiempo de las fantasías diurnas. La duración de los sueños se corresponde con la del respectivo período REM, y a mayor duración del sueño REM, de más largos sueños se informa. Por tanto, los sueños normales no parecen ser una acción cerrada en sí misma, con un comienzo y un final.»
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