jueves, 8 de septiembre de 2016

"La perspectiva como forma simbólica".- Erwin Panofsky (1892-1968)


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 IV

 "Finalmente, es pues evidente que la concepción perspectiva del espacio (no sólo la construcción  perspectiva) pudo ser impugnada desde dos ángulos diferentes: Platón la condenaba ya en sus tímidos inicios por deformar la "verdadera medida" de las cosas y por colocar, en lugar de la realidad y del nómos la arbitrariedad y la apariencia subjetiva, por el contrario, las teorías artísticas más modernas le reprochan ser el instrumento de un racionalismo limitado y limitante. El antiguo Oriente, la Antigüedad Clásica, el Medievo y cualquier otro arte arcaizante, como por ejemplo el de Botticelli, la han refutado en mayor o menor medida porque en el mundo, extra o supra-subjetivo, parece introducir un momento individual y contingente; el expresionismo (que recientemente ha experimentado un nuevo resurgimiento) por el contrario la evita por confirmar y garantizar el resto de objetividad que el impresionismo habría tenido que despojar en la voluntad figurativa individual. Esto es, el espacio tridimensional de la realidad como tal. Pero esta polaridad es, en el fondo, el doble aspecto de una única y misma cosa y cada objeción apunta fundamentalmente a un único y mismo punto: la concepción perspectiva, bien sea valorada e interpretada en el sentido de la racionalidad y el objetivismo, bien en el sentido de la contingencia y el subjetivismo, se funda en la voluntad de crear el espacio figurativo (a pesar de la continua abstracción de lo psicofisiológicamente "dado") a partir de los elementos y según el esquema del espacio visual empírico. La perspectiva matematiza este espacio visual, pero es precisamente este espacio visual aquello que ella matematiza. La perspectiva es un orden pero un orden de apariencias visuales. En último extremo, reprocharle el abandono del "verdadero ser" de las cosas en favor de la apariencia visual de las mismas, o reprocharle el que se fije en una libre y espiritual representación de la forma en vez de hacerlo en la apariencia de las cosas vistas no es más que una cuestión de matiz. Mediante esta peculiar transposición de la objetividad artística en el campo de lo fenoménico, la concepción perspectiva impide el acceso del arte religioso al reino de lo mágico, en el que la obra de arte misma produce el milagro, y al reino de lo simbólico-dogmático en el que ella predica y testifica el milagro, le impide, como algo absolutamente nuevo, el acceso al reino de lo visionario en donde el milagro se convierte en una vivencia inmediata del observador y en el que los sucesos sobrenaturales irrumpen en su propio espacio visual aparentemente natural y, justamente por eso, les permite "penetrar" en su esencia realmente sobrenatural. Asimismo, le cierra el reino de lo psicológico en su más alta expresión, en el que el milagro acontece sólo en el alma del hombre representado  en la obra de arte; no sólo las grandes fantasmagorías del Barroco (en último extremo anunciadas ya en la Sixtina de Rafael, en el Apocalipsis de Durero y en el altar de Isenheim de Grünewald, o si se quiere, en el "Juan en Patmos", fresco en Santa Croce, del Giotto), sino tampoco los cuadros tardíos de Rembrandt hubiesen sido posibles sin la concepción perspectiva del espacio, la cual, transformando la ousía en phaenomenon parece reducir lo divino a un mero contenido de la conciencia humana, pero, a su vez, la conciencia humana a receptáculo de lo divino. Por lo tanto no es casual que, durante el curso de la evolución artística, esta concepción perspectiva del espacio se haya impuesto en dos ocasiones: una vez, como signo de un final al sucumbir la antigua teocracia; otra, como signo de un principio al surgir la moderna antropocracia".     

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