Séptima parte: la rebelión de los ángeles
III.- La musa de la República
"En el Bulletin Nº 16, que adquiriría una desagradable notoriedad, amenazaba:
Si las elecciones no hacen triunfar la verdad social, si son la expresión de los intereses de una casta, arrancada a la confiada lealtad del pueblo, las elecciones que debieran ser la salvación de la República, serán su pérdida sin duda alguna. Entonces sólo habría un camino de salvación para el pueblo, que ha hecho las barricadas: manifestar por segunda vez su voluntad y posponer las decisiones de una falsa representación nacional. ¿Querrá Francia obligar a París a recurrir a este remedio extremo y deplorable?... ¡Dios no lo quiera!
Esto era una incitación a la revuelta. La señora Sand no la temía. El gobierno, la prensa, Francia entera, le parecían divididos en republicanos puramente políticos, a los que se habían unido los monárquicos, y republicanos socialistas, entre los cuales se contaba ella. "Sólo la suerte de las armas -pensaba ella- podía decidir entre los dos bloques." Las elecciones no le inspiraban ninguna confianza porque iban a hacerse contra "los comunistas", pero contra comunistas quiméricos que hubiesen querido la ley agraria, el pillaje, la violación.
Si por comunismo se entiende una conspiración dispuesta a intentar un golpe de mano para apoderarse de la dictadura, como se decía el 16 de abril, no somos comunistas... Pero si por comunismo se entiende el deseo y la voluntad de que, gracias a todos los medios legítimos y proclamados por la conciencia pública, la irritante desigualdad entre la riqueza extrema y la extrema pobreza desaparezca desde ahora, cediendo el puesto a un comienzo de igualdad auténtica, entonces sí somos comunistas y nos atrevemos a decirlo a quien nos interrogue lealmente, porque creemos que es tan honrado como lo somos nosotros...
Entre tanto la extrema izquierda -Blanqui, Cabet, Raspail, acaso Louis Blanc, "gran ambición en un cuerpo pequeño"- preparaba un golpe para el domingo 16 de abril. Fue un grave fracaso; toda la guardia nacional, toda la burguesía y parte de los arrabales gritó: "¡Viva la República! ¡Mueran los comunistas!"
George Sand a Maurice, 17 de abril de 1848. Debo decirte cómo ha sucedido todo esto, pues por los periódicos no entenderás nada. Guarda para ti el secreto del asunto. Desde hace ocho días había tres conspiraciones en marcha, o mejor cuatro. [...] Esta conspiración estaba bien fundada... Hubiese podido salvar a la República, proclamar inmediatamente la disminución de los impuestos al pobre, tomar medidas que, sin arruinar a las fortunas honradas, sacasen a Francia de la crisis financiera, cambiar la forma de la ley electoral, que es mala, y producir elecciones de campanario; y hacer, en fin, todo el bien posible en este momento, atrayendo nuevamente al Pueblo a la República, de la que ya han logrado asquearlo los burgueses en todas las provincias, y formar una Asamblea Nacional que no hubiese habido necesidad de violentar...
De manera, pues, que en aquel momento, en la espera de unas elecciones malas, los espíritus avanzados del gobierno conspiraban contra su propio régimen. El éxito de la contramanifestación reforzó al ala moderada. Muchos de los lectores del Bulletin nª 16 hicieron responsable de los desórdenes al "texto incendiario" de George Sand. Se preguntó quién había permitido publicarlo en un periódico oficial. Naturalmente, ni Ledru-Rollin ni Jules Favre -que era entonces secretario general del Bulletin- aceptaron la responsabilidad de haber encargado tal artículo y era un hecho que, conforme a las más sólidas tradiciones administrativas, ninguno de los dos lo había leído antes de hacerlo imprimir.
George Sand trató de explicar en otros periódicos que desaprobaba igualmente manifestación y contramanifestación, "la Casta y la Secta", como decía ella. La Casta, es decir, las clases llamadas dirigentes; la Secta, es decir, el grupito de fanáticos que predicaba la violencia. Pero, en realidad, había estimulado a la Secta y el clamor público contra ella era muy fuerte. [...]
Las elecciones se celebraron el 23 de abril y la Asamblea elegida fue de una moderación agresiva. Las masas, consultadas por primera vez, se mostraron más conservadoras aún que los electores oficiales. París, al decretar el sufragio universal, se había despojado en beneficio de la provincia, de su derecho a gobernar".
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