Prefacio
"La generación a la que pertenezco es tumultuosa.
Nació a la vida literaria en los tumultos del surrealismo. En los años que siguieron a la primera guerra mundial existió un sentimiento desbordante. La literatura se ahogaba en sus límites. Llevaba en sus entrañas, al parecer, una revolución.
Estos estudios, cuya coherencia se me impone, los compuso un hombre de edad madura.
Pero su sentido profundo se vincula con el tumulto de su juventud y son en realidad su eco ensordecido.
Para mí, resulta significativo que se publicaran en parte (por lo menos en su primera versión) en Critique, esa revista que logró crédito gracias a su seriedad.
Pero debo advertir aquí que si en algunos casos he tenido que volver a redactarlos se ha debido a que, al persistir los tumultos en mi espíritu, al principio sólo había podido dar a mis ideas una expresión confusa. El tumulto es fundamental; tal es el sentido de este libro. Pero es tiempo ya de alcanzar la claridad de la consciencia.
Es tiempo... A veces incluso puede parecer que el tiempo falta. Por lo menos el tiempo apremia.
Estos estudios responden al esfuerzo que he venido realizando para desentrañar el sentido de la literatura... La literatura es lo esencial o no es nada. El Mal -una forma aguda del Mal- que la literatura expresa, posee para nosotros, por lo menos así lo pienso yo, el valor soberano. Pero esta concepción no supone la ausencia de moral, sino que en realidad exige una "hipermoral".
La literatura es comunicación. La comunicación rige la lealtad: la moral rigurosa viene dada en esta perspectiva a partir de complicidades en el conocimiento del Mal que fundamentan la comunicación intensa.
La literatura no es inocente y, como culpable, tenía que acabar al final por confesarlo. Solamente la acción tiene los derechos. La literatura, como he intentado demostrar lentamente, es la infancia por fin recuperada. ¿Pero qué verdad tendría una infancia que gobernara? Ante la necesidad de la acción se impone la honestidad de Kafka que no se atribuía ningún derecho. Sea cual sea la enseñanza que se desprenda de los libros de Genet, la defensa que Sartre hace de él no es admisible. Al final, la literatura tenía que declararse culpable".
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