5.-Por tierra, mar y aire
(La palabra: ideas y preguntas)
"Está claro que hay muchos más conceptos que palabras. Lo comentaba en el prólogo del epílogo: una lengua moderna tiene unas ochenta mil palabras y tal número sobra para expresarnos en las condiciones de la vida diaria. Pero se quedan cortas cuando uno construye conocimiento, ciencia, filosofía, literatura. El creador de conocimiento incluso inventa palabras de objetos que ni siquiera han accedido aún a la realidad. Ocurrió con la tabla de los elementos químicos de Mendeleiev, con tantas partículas elementales predichas, buscadas y halladas. La ciencia necesita definir esquemas conceptuales y para ello se anticipa nombrando cosas y conceptos. También en arte se inventan palabras para construir una ficción. La palabra robot fue en su día una fantasía del teatro. Quedarse sin palabras adecuadas puede ser un buen síntoma de la actividad creadora. ¿Qué es una aletayala? Probemos...
Los peces aportaron dos innovaciones de enorme futuro: la espina dorsal para el apoyo interior y la idea de las cuatro extremidades para el apoyo exterior. Por este largo camino la movilidad echó a andar. Y a nadar. Y a volar. Quinientos millones de años dan para mucho.
La aleta de pez nada, ayuda a nadar. Pero sea, digamos, la aletaypata, la aleta que nada y además camina, como la del Periophtalmus, un pez capaz de avanzar por el fango cuando la sequía aprieta. Y sea la aletapata, la aleta que quizá camine pero que ya no nada nada, como la del Protopterus. Y sea también la pataleta, la pata que nada pero que ya no camina nada, como la del delfín y la del olvidado ictiosaurus. Y sea por fin la patayaleta, la pata que camina y además nada, como la del cisne, patosa e tierra, elegante en el agua.
La pata del tetrápodo camina. Pero sea la patayala, la pata que camina y además vuela, como la de la ardilla voladora, que logra planear con un patagio anudado en muñecas y tobillos y, pese a ello, aún sirve para corretear por el suelo y las ramas. Y sea la patala, la pata que vuela pero que ya no camina nada, como la de tantos murciélagos. Y sea también el alapata, un ala que camina pero que ya no vuela nada, como parece ocurrir con algún pájaro fósil del Pleistoceno. Y sea por fin el alaypata, el ala que vuela y además camina, como la del extinto Pterodactylus elegans, el reptil de majestuoso vuelo que se contoneaba después de aterrizar por los suelos de hace 150 millones de años.
El ala de pájaro vuela. Pero sea el alayaleta, el ala que vuela y además nada, como la del increíble frailecillo. Y sea el alaleta, el ala que nada pero que ya no vuela nada, como la de cualquier pingüino, para quien nadar es, literalmente, volar bajo el agua. Y sea también la aletala, la aleta que vuela pero que ya no nada nada, como... ¿cómo qué? ¿Existen las aletalas? Pues no. Quizá no haya llegado aún su hora... En buena inteligibilidad, el nombre puede anticiparse a que lo nombrado acceda a la existencia. (Pero el planeta es joven... quizá, algún día, la quietud de algún lago se vea rasgada por la euforia del naturalista que descubra la primera aletala.) Y sea por fin, la aletayala, la aleta que nada y además vuela, como la del pez volador, perfectísima nadando, perfecta volando.
La aleta nada, la pata camina y el ala vuela. Casi todas las dobles funciones han tenido su oportunidad. La pregunta es ahora: ¿existe algún uso triple? ¿Existe un ala, una pata o una aleta capaz de moverse por tierra, mar y aire? Probemos con esta otra pregunta: ¿existe un anfibio capaz de volar? ¿Por qué habría de huir una rana hacia fuera del agua y volar, en lugar de ir hacia dentro y bucear (que es lo suyo)? Quizá, si la rana fuera arborícola... Ya tenemos una pregunta concreta. ¿Existe una rana arborícola capaz de planear?... ¡Existe! Por ejemplo, la Rhacophorus nigropalmatus. Su disparatada membrana interdigital le permite planear, le serviría para nadar y no le molesta para saltar. Es una rara patayaletayala. (En los bosques tropicales inundados, una innovación tipo patayaletayala causaría auténtica sensación entre los monos...)
Aleta, pata y ala son variantes de una misma gran idea. Su inteligibilidad está en la esencia que comparten sus estructuras y formas. Las estructuras convergen por dentro y proceden de un origen común: aún podemos buscar los cinco dedos dentro de un ala... Las formas convergen por fuera y proceden de orígenes distintos: reconocemos la forma de un pez en la de un delfín y la de éste en la de un pingüino".
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