jueves, 31 de marzo de 2016

"Más Bech".- John Updike (1932-2009)


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Bech tercermundea

 "En Caracas, el comunista rico y su elegante mujer francesa invitaron a Bech a cenar para que admirara su Henry Moore. La escultura, una figura reclinada de bronce ferozmente estriado -el arte intentando imitar la furia paciente de la naturaleza-, estaba expuesta en un jardín verde vallado donde jugaba una fuente iluminada por focos y florecían las buganvillas. Las bebidas -scoth, Cointreau- se materializaron sobre mesas de cristal. Bech quería disfrutar de las bebidas, el Moore, la belleza del suntuoso recinto, la paradoja de la opinión política, pero seguía trastornado por el vuelo desde Canaima, en donde había visto desaparecer a los indios. El piloto temerario había querido aterrizar en la pista militar no iluminada del centro de la ciudad, en lugar de hacerlo en el aeropuerto internacional junto a la costa, y otras avionetas, igualmente temerarias, descendían sin tregua delante de él, apremiadas por la caída del crepúsculo, por lo que no dejaba de tirar de los mandos y de maldecir, y el avión iba a rodar, y los tugurios de hojalata de las laderas de Caracas inundarían las ventanillas inclinadas... vertiginosas oleadas de mosaico.
 "¡Caramba!" quiso exclamar el escritor norteamericano, pero tuvo miedo de pronunciarlo mal. Le agradó advertir, a través de la erupción de su terror, que su fría acompañante también estaba aterrada. Su cara aceitunada parecía envejecida, blanqueada. Sus magníficos párpados sedosos se cerraron de náusea o en oración. Su mano tanteó en busca de la de él, arañándole con sus largas uñas. Bech cogió su mano. Moriría con ella. El avión se zambulló y aterrizó elegantemente, bajo una luna romántica recién despuntada en el cielo nocturno, púrpura de postal, encima de Monte Ávila.
 El embajador ofreció una cena a Bech y a la élite ghanesa. Eran una élite bajo este régimen, lo habían sido bajo Nkrumah y lo serían bajo el siguiente régimen. Las posiciones relativas dentro de la élite variaban, sin embargo; un hombre ligeramente degradado, con un exquisito acento de Oxford, se emborrachó y contó a Bech y a las mujeres que ocupaban la mesa el episodio de una procesión a pie en pos de Nkrumah. En aquellos tiempos (y sin duda en éstos), la élite llevaba pistola.
 -Totalmente por sorpresa y sin ninguna provocación tangible -dijo el hombre a Bech, mientras su cara, como una estrella de basalto, relucía con su sudor espesado por la ginebra-, me asaltó aquel irresistible impulso de matarle. Irresistible; me picaba la palma de la mano, sentía en los dedos la pequeña cuadrícula del mango del revólver, encañoné hipnóticamente el punto exacto por donde entraría la bala en el centro de su occipucio. Se había convertido en un tirano. ¿No es así, señoras?
 Hubo una suave y precavida risita de conformidad por parte de las mujeres ghanesas. Eran magníficas las mujeres ghanesas, desde la negra del sur norteamericano hasta la que ocupa un cargo en el gabinete, fértiles y optimistas, envueltas en sus suntuosas túnicas y turbantes. Bech quiso reposar para siempre, a la luz de la vela, entre aquellas mujeres, como un sultán entre otras tantas almohadas. Mujeres y muerte y aviones: captó soñolientamente que había una cómoda triangulación en ello.
 -El impulso se hizo irresistible -continuaba diciendo su informador-. Yo estaba luchando con un auténtico demonio; el sudor manaba de mí como de alguien a punto de vomitar. Tenía que hablar. Coincidió que a mi lado caminaba uno de sus guardaespaldas. Le susurré: "Samy, quiero matarle de un tiro". Tenía que decírselo a alguien o si no lo hubiera hecho. Quizá quería que él me lo impidiese; ¿quién conoce los abismos de la mentalidad del esclavo?; incluso que él me matara antes de que yo cometiera el sacrilegio. ¿Sabe lo que me dijo? Se volvió hacia mí, aquel guardaespaldas de 1'85 de estatura como mínimo, y me dijo solemnemente: "Yo también, Jimmy. Pero no ahora. Todavía no. Esperemos".    

miércoles, 30 de marzo de 2016

"Ensayos".- Michel de Montaigne (1533-1592)

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Libro tercero. Capítulo primero.
De lo útil y de lo honroso.

 "Nada digo yo a uno que a otro confesar no pueda, la ocasión llegada; el acento exclusivamente cambiará un poco; yo no comunico de las cosas sino las que son indiferentes o conocidas, o las que delante de todos pueden formularse; ni hay utilidad humana que a mentirlas pueda empujarme. Lo que a mi silencio se confiara guárdolo religiosamente, pero me encargo de custodiar lo menos posible por ser de un reservar importuno los secretos de los príncipes a quien de ellos nada tiene que hacer. Yo me atendría de buen grado a esta condición: que me encomienden poco, pero que confíen resueltamente en lo que les muestro. Siempre he sabido más de lo que he querido. Un hablar abierto y franco descubre otro hablar y lo saca afuera, como hacen el vino y el amor. Filipides, a mi ver, contestó prudentemente al rey Lisímaco, que le decía: "¿Qué quieres que de mis bienes te comunique?" "Lo que te parezca, con tal de que no me encomiendes ningún secreto". Yo veo que todos se sublevan cuando se les oculta el fondo de los negocios en los que se les emplea, y cuando se aparta de sus miradas el sentido más remoto. Por lo que a mí toca, me contento con que no se me diga más de lo que se quiere que manifieste, y no quiere que mi ciencia sobrepuje y contradiga mis palabras. Si yo debo servir de instrumento al engaño, que al menos sea dejando mi conciencia a salvo; no quiero ser tenido por servidor tan afecto y tan leal que se me reconozca apto para vender a nadie; quien es infiel para consigo mismo lo es también fácilmente para su dueño. Pero son príncipes que no aceptan a los hombres a medias y que menosprecian los servicios limitados y acondicionados. Así pues, no hay remedio posible y yo les declaro francamente mis linderos, pues sólo de mi razón debo ser esclavo, y aun a esto no me resigno fácilmente. También los soberanos se engañan al exigir de un hombre libre una sujeción y una obligación tales para su servicio que aquél a quien elevaron y compraron tiene su fortuna particularmente comprometida con la de ellos. Las leyes quitáronme de encima un gran peso considerándome como de un partido y habiéndole dado un señor; toda superioridad y obligación distintas deben con ésta relacionarse y resolverla. Lo cual no significa que, si mis afecciones me hicieran conducir de distinto modo, yo cortara incontenenti por lo sano; la voluntad y los deseos se procuran leyes por sí mismos; las acciones las reciben de la pública ordenanza.
 Este proceder mío se encuentra algo alejado de nuestras usanzas, pero no serviría para producir grandes efectos ni persistiría tampoco. La inocencia misma, no podría en los momentos actuales ni negociar entre nosotros sin disimulo, ni comerciar sin mentira, de suerte que en manera alguna son de mi cuerda las ocupaciones públicas; lo que mi estado requiere de éstas provéolo de la manera más privada que me es dable. Cuando niño me zambulleron en ellas hasta las orejas y así aconteció que me desprendí tan a los comienzos. Después evité frecuentemente el inmiscuirme; rara vez las acepté y no los solicité jamás. Viví con la espalda vuelta a la ambición, como los remeros que avanzan de ese modo a reculones, [...] Los que comúnmente aseguran, contra mi dictamen, que lo que yo llamo franqueza, simplicidad e ingenuidad en mis costumbres es arte y refinamiento, y más bien prudencia que bondad, industria que naturaleza y buen sentido que sino dichoso, suminístranme más honor del que me quitan; mas por descontado llevan mi fineza a un gran extremo. [...] La vía de la verdad es una y simple; la del provecho particular y la de la comodidad de los negocios que a cargo se tienen doble, desigual y fortuita. No son nuevas para mí esas licencias artificiales y contrahechas que casi nunca el éxito corona, las cuales muestran a las claras la imagen del asno de Esopo, que, por emulación del perro, se lanzó alegremente con las patas delanteras sobre los hombros de su amo; pero, en vez de las prodigadas caricias del can, el asno recibió paliza doble [...]. Yo no quiero, sin embargo, apartar a las malas artes del rango que les pertenece; esto sería mal comprender el mundo; yo sé que el engaño sirvió frecuentemente de provecho y que mantiene y alimenta la mayor parte de los oficios de los hombres. Vicios hay legítimos, como acciones buenas y excusables ilegítimas".   

martes, 29 de marzo de 2016

"Sátiras".- Aulo Persio Flacco (34-62)


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Sátira tercera

 "-¿Como de costumbre, eh? -dice uno de los condiscípulos-. La mañana penetra ya radiante por la ventana y ensancha las estrechas rendijas con su luz... ¡Y seguimos roncando todo el tiempo que sea necesario para dormir la pesada borrachera de Falerno mientras la sombra del reloj de sol roza ya la quinta división! ¿En qué piensas? Ya hace horas que la malsana canícula abrasa las resecas mieses y todo el rebaño se cobija a la sombra acogedora del olmo.
 -¿De verdad? ¿Así es? ¡Que venga inmediatamente alguien! ¿No hay nadie? -la vejiga de la hiel se infla como una pompa de vidrio-. ¡Estoy a punto de reventar! -se creería que rebuzna una recua de la Arcadia.
 Por fin llegan a sus manos el texto, la membrana bicolor con los pelos rasurados, las hojas de papiro y el cálamo de nudosa caña. Entonces empezamos a quejarnos: que si la tinta es demasiado espesa para la caña (el colorado demasiado oscuro se aclara añadiendo agua), que si ahora la caña escurre de dos en dos las gotas diluidas...
 -¡Desgraciado y día a día cada vez más desgraciado! ¿A esta situación hemos llegado? ¿Por qué no pides más bien como los niños mimados o los hijos de los reyes que te den la papilla masticada y enrabietado no reclamas a la nodriza una nana?
 -¿Y voy a ponerme a trabajar con este cálamo?
 -¿A quién quieres engañar? ¿Qué me cuentas con estas vaguedades? A ti te toca actuar. Insensatamente escurres el bulto, caerás en el desprestigio. Mal resuena la olla que no ha sido cocida con arcilla húmeda; a cascado responde al golpearle. Tú eres barro húmedo y moldeable; ahora debes moldearte girando sin parar en el veloz torno. Sí, ya sé: tienes una pequeña cosecha de trigo en el campo heredado de tu padre, un salero inmaculado y sin mancha; un humilde plato no ha de faltar en tu hogar. ¿Por qué tener inquietudes? ¿Es esto suficiente? ¿Está  bien romperse los pulmones pregonando a los cuatro vientos que eres el milésimo retoño de una generación de abolengo tusco o que saludas a tu censor con la toga de caballero? ¡Para la chusma las condecoraciones y distinciones! Yo te conozco por dentro, debajo de las apariencias: [...].
 No es para ti cosa nueva extirpar las torcidas costumbres, como enseña el docto Pórtico adornado con pinturas que representan a los medos con sus típicos calzones; a esto se dedica la despierta y rasurada juventud alimentándose de frugales comidas y pan de cebada. Además la letra pitagórica que muestra los dos caminos de la vida te señaló el sendero que arranca del lado derecho. ¡Y tú todavía estás roncando y tu lánguida cabeza, con las articulaciones flácidas, bosteza por la crápula de ayer con las mejillas desencajadas! ¿Hay blanco alguno al que tenses y dirijas tu arco o más bien persigues cuervos sin ton ni son, con tejas y adobes sin preocuparte a dónde te pueden llevar los pies? ¿Acaso tienes proyección del futuro? Escarmienta con los que piden el eléboro cuando ya la piel se hincha entumecida. Hay que atajar el mal cuando se presenta y entonces, ¿qué necesidad hay de prometer al médico montañas de oro?
 Aprended, necios, y discernid el porqué de las cosas: ¿qué somos, qué vida nos espera después de nacidos, qué lugar se nos ha concedido, por dónde y desde dónde es más visible dar la vuelta a la meta, cuál es el valor del dinero, qué es lícito ambicionar, qué utilidad tiene una moneda recién acuñada, cuánto se ha de entregar a la patria y a los deudos, qué papel quiere la divinidad que tú juegues dentro de la gran familia humana? Dedícate a aprender esto y no mires con recelo que para los ricachones umbros se pudran en cantidad los platos en la atiborrada despensa; que huelan mal la pimienta y los perniles, carta de recomendación del cliente marso y que esté todavía sin empezar en la vajilla el pescado de baja calidad".

lunes, 28 de marzo de 2016

"Sobre la violencia".- Hanna Arendt (1906-1975)

 
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 Dos

 "Pasemos por un momento al lenguaje conceptual: el poder corresponde a la esencia de todos los Gobiernos, pero no así la violencia. La violencia es, por naturaleza, instrumental; como todos los medios siempre precisa de una guía y una justificación hasta lograr el fin que persigue. Y lo que necesita justificación por algo, no puede ser la esencia de nada. El fin de la guerra -fin concebido en su doble significado- es la paz o la victoria; pero a la pregunta, ¿y cuál es el fin de la paz?, no hay respuesta. La paz es un absoluto, aunque en la Historia que conocemos los períodos de guerra hayan sido siempre más prolongados que los períodos de paz. El poder pertenece a la misma categoría; es, como dicen, "un fin en sí mismo". (Esto, desde luego, no es  negar que los Gobiernos realicen políticas y empleen su poder para lograr objetivos prescritos. Pero la estructura del poder en sí mismo precede y sobrevive a todos los objetos, de forma que el poder, lejos de constituir los medios para un fin, es realmente la verdadera condición que permite a un grupo de personas pensar y actuar en términos de categorías medios-fin). Y como el Gobierno es esencialmente poder organizado e institucionalizado, la pregunta: ¿cuál es el fin del Gobierno?, tampoco tiene mucho sentido. La respuesta será, o bien la que cabría dar por sentada -permitir a los hombres vivir juntos- o bien peligrosamente utópica -promover la felicidad, o realizar una sociedad sin clases o cualquier otro ideal no político, que si se examinara seriamente se advertiría que sólo podía conducir a algún tipo de tiranía-.
 El poder no necesita justificación, siendo como es inherente a la verdadera existencia de las comunidades políticas; lo que necesita es legitimidad. El empleo de estas dos palabras como sinónimo no es menos desorientador y perturbador que la corriente ecuación de obediencia y apoyo. El poder surge allí donde las personas se juntan y actúan concertadamente, pero deriva su legitimidad de la reunión inicial más que de cualquier acción que pueda seguir a ésta. La legitimidad, cuando se ve desafiada, se basa en una apelación al pasado mientras que la justificación se refiere a un fin que se encuentra en el futuro. La violencia puede ser justificable, pero nunca será legítima. Su justificación pierde plausibilidad cuanto más se aleja en el futuro el fin propuesto. Nadie discute el uso de la violencia en defensa propia porque el peligro no sólo resulta claro sino que es actual y el fin que justifica los medios es inmediato.
 Poder y violencia, aunque son distintos fenómenos, normalmente aparecen juntos. Siempre que se combinan el poder es, ya sabemos, el factor primario y predominante. La situación, sin embargo, es enteramente diferente cuando tratamos con ambos en su estado puro -como, por ejemplo, sucede cuando se produce una invasión y ocupación extranjeras-. Hemos visto que la ecuación de la violencia con el poder se basa en la concepción del Gobierno como dominio de un hombre sobre otros hombres por medio de la violencia. Si un conquistador extranjero se enfrenta con un Gobierno impotente y con una nación no acostumbrada al ejercicio del poder político, será fácil para él conseguir semejante dominio. En todos los demás casos las dificultades serán muy grandes y el ocupante invasor tratará inmediatamente de establecer Gobiernos "Quisling", es decir, de hallar una base de poder nativo que apoye su dominio. El choque frontal entre los tanques rusos y la resistencia totalmente no violenta del pueblo checoslovaco es un ejemplo clásico de enfrentamiento de violencia y poder en sus estados puros. En tal caso, el dominio es difícil de alcanzar, si bien no resulta imposible conseguirlo. La violencia, es preciso recordarlo, no depende del número o de las opiniones, sino de los instrumentos, y los instrumentos de la violencia, como ya he dicho antes, al igual que todas las herramientas, aumentan y multiplican la potencia humana. Los que se oponen a la violencia con el simple poder pronto descubrirán que se enfrentan no con hombres sino con artefactos de los hombres, cuya inhumanidad y eficacia destructiva aumenta en proporción a la distancia que separa a los oponentes. La violencia puede siempre destruir al poder; del cañón de un arma brotan las órdenes más eficaces que determinan la más instantánea y perfecta obediencia. Lo que nunca podrá brotar de ahí es el poder".   

domingo, 27 de marzo de 2016

"Berlín Alexanderplatz".- Alfred Döblin (1878-1957)


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Capítulo segundo
Dimensiones de este Franz Biberkopf. Puede competir con los antiguos héroes.

 "Franz mató a su novia, Ida, el nombre no hace al caso, en la flor de su juventud. Esto ocurrió durante una discusión entre Franz e Ida, en casa de la hermana de ésta, Minna, en la que, en primer lugar, resultaron ligeramente lesionados los siguientes órganos de la mujer: la piel de la punta y del centro de la nariz, el hueso situado debajo, con su cartílago, lo que, sin embargo sólo se apreció en el hospital y tuvo su importancia en los autos, y además el hombro derecho y el izquierdo, que resultaron con ligeras contusiones y equimosis. Pero luego la discusión se animó. Las expresiones "cabrón" y "chuloputas" irritaron sobremanera a Franz Biberkopf que, aunque había caído muy bajo, era sensible en cuestiones de honor y estaba además excitado por otras razones. Le temblaban los músculos. No cogió otra cosa que un pequeño batidor de nata, de madera, porque en aquella época se entrenaba ya y se había distendido la mano. Y, tomando un doble y vigoroso impulso, puso en contacto ese batidor de crema, con su espiral de alambre, con la caja torácica de Ida, su interlocutora. La caja torácica de Ida había permanecido hasta ese día totalmente intacta, no así toda su personilla, de aspecto muy agradable... más bien, dicho sea de paso: el hombre al que mantenía sospechaba, no sin razón, que le quería dar el pasaporte, cambiándolo por un tipo de Breslau, recientemente aparecido. En cualquier caso, la caja torácica de la graciosa muchacha no estaba preparada para colisionar con batidores de nata. Ya al recibir el primer golpe, ella gritó y no gritó más chulo de mierda sino oye tú. El segundo encontronazo con el batidor de nata se produjo mientras Franz mantenía su posición, tras un cuarto de giro a la derecha por parte de Ida. Después de lo cual Ida no dijo nada sino que abrió curiosamente la boca en forma de embudo y levantó los dos brazos.
 Lo que había pasado un segundo antes con la caja torácica de la mujer guarda relación con las leyes de la inercia y de la elasticidad, y el choque y la resistencia. Sin conocer esas leyes resultaba absolutamente incomprensible. Habrá que recurrir a las fórmulas siguientes:
 La primera Ley de Newton (niuton), que dice: todo cuerpo permanece en estado de reposo mientras no haya una fuerza que lo obligue a cambiar de estado (esto se refiere a las costillas de Ida). La segunda Ley de niuton: el cambio del movimiento es proporcional a la fuerza que actúa y tiene su misma dirección (la fuerza que actúa es Franz, o bien su brazo y su puño, con lo que éste contiene). La intensidad de la fuerza se expresa con la siguiente fórmula:
                   __
                   Δv      
    f = c lim ----  =  cw
                    Δt
                  
   __          1
   Δv   = -----  f Δ t
                c

 En consecuencia, cabe esperar y ocurre así realmente: la espiral de batidor se comprime y la madera entra en colisión. Por el otro lado, el de la inercia y resistencia: fractura de las costillas séptima y octava, línea axilar posterior izquierda.
 Con un examen tan actual, se puede prescindir por completo de las furias. Se puede seguir paso a paso lo que Franz hizo e Ida sufrió. No hay incógnitas en la ecuación. Sólo queda relatar la continuación del proceso así iniciado: así pues, pérdida de la vertical por Ida y su paso a la horizontal, como consecuencia brutal del golpe; al mismo tiempo, dificultades respiratorias, dolores agudos, terror y perturbación fisiológica del equilibrio".

sábado, 26 de marzo de 2016

"Pensamientos morales".- Confucio (551 a.C. - 479 a.C.)


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 I
 "El justo medio, en donde reposa la virtud, es siempre el blanco del sabio y éste no se detiene hasta llegar a él; pero nunca se propone el pasar más adelante.
 Huir del mundo y los honores, no manifestarse a los hombres, no ser tampoco conocido de ellos; no experimentar, no obstante, algún sentimiento de tristeza de tan profunda obscuridad, no arrepentirse jamás de haberse condenado a ella; este esfuerzo, superior a la común naturaleza, no se halla sino en las almas privilegiadas.

 II
 No faltan gentes que siguiendo siempre, yo no sé qué virtudes extraordinarias y secretas, traspasan los justos límites del bien. Enamorados de una vana celebridad intentan saber lo que la inteligencia humana no puede comprehender, y no quieren hacer sino cosas prodigiosas. Yo no ambiciono tan alta sabiduría y me contento con conocer, y hacer, lo que generalmente conviene hacer y conocer. [...]

 V
 El que sinceramente y de buena fe mide a los otros por sí mismo, obedece a esta ley de la naturaleza impresa en su corazón, la cual le dicta el no hacer a los otros lo que no quisiera que le hicieran a él y hacer a los otros lo que quisiera que le hicieran a él. [...]

 XI
 De este modo las pasiones del alma, como son la alegría en la prosperidad, la indignación que inspira la desgracia, el dolor que hacen sufrir las pérdidas, el placer que causa el goce de lo que por largo tiempo se había deseado, antes de tomar fuerzas y manifestarse en las acciones, se hallan todavía en un justo equilibrio, y en un estado de indiferencia hacia el exceso o hacia la falta.
 Pero luego que ellas llegan finalmente hasta el punto indicado por la recta razón, forman el feliz acuerdo de las pasiones entre ellas, y con la misma razón. En equilibrio, pues, ellas son el gran principio de todas las bellas acciones, y de concierto con la razón son la regla universal del mundo y la primera ley del género humano. [...]

 XXXII
 Cuatro reglas dirigen al hombre perfecto, ¡y yo no puedo observar exactamente ni una sola! Yo no tengo a mi padre la misma obediencia que prescribo a mis hijos; yo no sirvo al Príncipe con la misma fidelidad que aquélla que exijo de mis súbditos; yo no tengo el mismo respeto a mi hermano mayor que el que pretendo del más chico; yo no puedo volver a mi amigo los deberes que querría suponerle de adivinar sus ideas, y manifestarle en todo mi deferencia.
 Pero el hombre perfecto practica estas virtudes y cada día renueva su ejercicio. Es circunspecto en sus mínimas palabras: y si cae en alguna falta y no cumple con todas las obligaciones que se ha prescrito, se hace violencia a sí mismo para conseguir su desempeño. Si le viene a la boca una demasiada afluencia de palabras, sabe contener una parte de ellas; y severo censor de sí mismo, quiere que sus discursos correspondan a sus obras y que sus obras correspondan a sus discursos. Con semejantes virtudes, ¿cómo dejaría de ser estable y constante? Yo me esfuerzo para imitarlo, sigo sus huellas, desde lejos, es verdad; pero, al fin, yo le sigo".

viernes, 25 de marzo de 2016

"Roma sin Papa".- Guido Morselli (1912-1973)

 
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XI

 "Monseñor Pierre Charrepoix, de Lausana (con mujer y perritos falderos; no tienen hijos), que me invita a su hotel en Porta Pinciana, pero luego anula la invitación desde los estudios de la TV, donde está comprometido hasta altas horas para una grabación. Esta noche parte para Jerusalén, intercambiamos saludos, hablamos largamente por teléfono. En Roma, los videófonos están un poco alborotados (¿interceptados?), y sin embargo el rostro anguloso de  Charrepoix brilla de fervor al anunciarme que estará de regreso en la aeterna Urbs (así lo dice, y sin extrañeza) dentro de cuatro o cinco días como mucho: nos veremos, estaremos juntos, ¿se podrá llegar a Su santidad? (bueno, hay que ser algo más que profesor, aunque sea famoso en toda Europa, para llegar a él), iremos juntos a Caracalla, a la Pirámide Cestia, a Tívoli. Charrepoix, Prelado Doméstico honorario y miembro de la Academia Pontificia, enseña filología románica, tiene una noción estrictamente arqueológica de Roma, pero es capaz de decirte (hasta tal punto es esteta) que tal ángulo determinado del Palatino ha de admirarse en junio, a las ocho de la mañana, en un día con nubes bajas y siroco, y que tales piedras, en otras circunstancias, no muestran su verdadero color. Por desgracia, de aquí a cuatro o cinco días estaré lejos de la orba Urbs, como prefiero llamarla yo. 
 Este cura académico y esteta está dando la vuelta al mundo, también él, para reformarlo con sus reflexiones. Ha descubierto que la Iglesia no es zoófila y le corresponde a él colmar esa laguna. Preside, no hace falta decirlo, una asociación internacional ad hoc, bajo el patronato de un cardenal japonés de la Curia. No me oculta que el Papa le ha denegado ya una audiencia, pero asegura (¿cómo puede estar seguro de ello?) que la culpa la tienen en las oficinas. La Secretaría electrónica, que no funciona como debiera.
 -El Papa Juan se interesa por los animales, mi querido canónigo; ya sabes, la profecía de Malaquías preconizó un pontifex super angues. Por otra parte, el Movimiento progresa. Ya tenemos treinta mil afiliados, entre los cuales hay tres cardenales y veintisiete obispos.
 Yo me ocupé de la cuestión en otro tiempo, y para mí las conclusiones son negativas. Pío IX decretó, el siglo pasado, que la protección de los animales se fundamenta en un error teológico: los cristianos no tienen ningún deber en este ámbito. Pueden, por tanto, torturar perros, gatos y pájaros cuanto quieran, y no por eso se les impedirá el acceso al Paraíso. Se lo he dicho a Charrepoix. El mismo Evangelio es agnóstico, en ninguna parte prescribe que las bestias deban ser protegidas. Por el contrario, Jesús hace entrar a los diablos exorcizados en una piara de cerdos, no se lo piensa dos veces. Pero quede claro que Chaperroix, neomodernista, es de la opinión de que el Evangelio debe ser "integrado".
 -Hay ya una proposición -prosigue fervoroso-, que presentaremos lo más pronto posible. Solicita que se estudie la posibilidad de reconocer a los animales la posesión de un alma. A todos los animales. Incluidos los invertebrados. Un alma, ¿está claro?
 Ah, clarísimo. Pero también hay quienes pretenden negar el alma a las mujeres. ¿Se la quitaremos a éstas para pasársela a los caballos, o a las almejas?
 -Así -continúa hablando por teléfono- nos acercamos a una de las grandes religiones del mundo, el Budismo. Es maravilloso. Recuerdas las elevadas palabras de Pablo VI: "Lo que hay de santo en la fe de los otros". ¡El ecumenismo, que extiende nuestra visión católica!
 Puede ser. Por mi parte, propondría que se empezara a hacer la estadística de los despropósitos que se dicen o se hacen en nombre del ecumenismo.
 Y, además, tenía razón aquel joven, tendemos hacia el norte. Este entusiasmo por las bestias no es indígena, a orillas del Mediterráneo. Tienen bien poco que ver con la tradición católica. Después de haber abolido las corridas, mira por dónde, España ha dejado de ser el baluarte de la ortodoxia católica."