Sátira tercera
"-¿Como de costumbre, eh? -dice uno de los condiscípulos-. La mañana penetra ya radiante por la ventana y ensancha las estrechas rendijas con su luz... ¡Y seguimos roncando todo el tiempo que sea necesario para dormir la pesada borrachera de Falerno mientras la sombra del reloj de sol roza ya la quinta división! ¿En qué piensas? Ya hace horas que la malsana canícula abrasa las resecas mieses y todo el rebaño se cobija a la sombra acogedora del olmo.
-¿De verdad? ¿Así es? ¡Que venga inmediatamente alguien! ¿No hay nadie? -la vejiga de la hiel se infla como una pompa de vidrio-. ¡Estoy a punto de reventar! -se creería que rebuzna una recua de la Arcadia.
Por fin llegan a sus manos el texto, la membrana bicolor con los pelos rasurados, las hojas de papiro y el cálamo de nudosa caña. Entonces empezamos a quejarnos: que si la tinta es demasiado espesa para la caña (el colorado demasiado oscuro se aclara añadiendo agua), que si ahora la caña escurre de dos en dos las gotas diluidas...
-¡Desgraciado y día a día cada vez más desgraciado! ¿A esta situación hemos llegado? ¿Por qué no pides más bien como los niños mimados o los hijos de los reyes que te den la papilla masticada y enrabietado no reclamas a la nodriza una nana?
-¿Y voy a ponerme a trabajar con este cálamo?
-¿A quién quieres engañar? ¿Qué me cuentas con estas vaguedades? A ti te toca actuar. Insensatamente escurres el bulto, caerás en el desprestigio. Mal resuena la olla que no ha sido cocida con arcilla húmeda; a cascado responde al golpearle. Tú eres barro húmedo y moldeable; ahora debes moldearte girando sin parar en el veloz torno. Sí, ya sé: tienes una pequeña cosecha de trigo en el campo heredado de tu padre, un salero inmaculado y sin mancha; un humilde plato no ha de faltar en tu hogar. ¿Por qué tener inquietudes? ¿Es esto suficiente? ¿Está bien romperse los pulmones pregonando a los cuatro vientos que eres el milésimo retoño de una generación de abolengo tusco o que saludas a tu censor con la toga de caballero? ¡Para la chusma las condecoraciones y distinciones! Yo te conozco por dentro, debajo de las apariencias: [...].
No es para ti cosa nueva extirpar las torcidas costumbres, como enseña el docto Pórtico adornado con pinturas que representan a los medos con sus típicos calzones; a esto se dedica la despierta y rasurada juventud alimentándose de frugales comidas y pan de cebada. Además la letra pitagórica que muestra los dos caminos de la vida te señaló el sendero que arranca del lado derecho. ¡Y tú todavía estás roncando y tu lánguida cabeza, con las articulaciones flácidas, bosteza por la crápula de ayer con las mejillas desencajadas! ¿Hay blanco alguno al que tenses y dirijas tu arco o más bien persigues cuervos sin ton ni son, con tejas y adobes sin preocuparte a dónde te pueden llevar los pies? ¿Acaso tienes proyección del futuro? Escarmienta con los que piden el eléboro cuando ya la piel se hincha entumecida. Hay que atajar el mal cuando se presenta y entonces, ¿qué necesidad hay de prometer al médico montañas de oro?
Aprended, necios, y discernid el porqué de las cosas: ¿qué somos, qué vida nos espera después de nacidos, qué lugar se nos ha concedido, por dónde y desde dónde es más visible dar la vuelta a la meta, cuál es el valor del dinero, qué es lícito ambicionar, qué utilidad tiene una moneda recién acuñada, cuánto se ha de entregar a la patria y a los deudos, qué papel quiere la divinidad que tú juegues dentro de la gran familia humana? Dedícate a aprender esto y no mires con recelo que para los ricachones umbros se pudran en cantidad los platos en la atiborrada despensa; que huelan mal la pimienta y los perniles, carta de recomendación del cliente marso y que esté todavía sin empezar en la vajilla el pescado de baja calidad".
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