Lamento el tiempo de mi juventud / (en el cual me divertí más que nadie,
hasta la entrada de la vejez) / que me ha ocultado su final.
No se escapó a pie, / ni a caballo: ¡ay! ¿cómo, pues?
de repente ha volado / sin dejarme ningún regalo.
Se ha ido y yo me quedo, / pobre de inteligencia y de ciencia,
triste, fracasado, más negro que una mora, / sin censo, renta ni riqueza;
el peor de los míos, y digo verdad, / olvidando los deberes naturales,
se apresura a renegar de mí, / porque no tengo unos pocos bienes.
No temo haber malgastado / en golosinas ni en placeres;
para amar demasiado, no he vendido nada / que me puedan reprochar mis amigos,
al menos nada que les costara muy caro. / Lo digo y no creo mentir;
de eso, puedo defenderme: / quien no ha cometido faltas, no debe acusarse.
Bien es verdad que he amado, / y aun amaría con gusto,
pero el triste corazón y el vientre hambriento, / sólo saciado en un tercio,
me alejan de los amorosos senderos. / En definitiva, que se aproveche
quien se haya hartado en las despensas, / pues la danza viene de la panza.
¡Ay, Dios! Si yo hubiera estudiado / en tiempos de mi alocada juventud,
y me hubiera dedicado a las buenas costumbres, / tendría casa y blanda cama.
Pero, ¿cómo? Yo huía de la escuela, / como hace el niño malo...
Al escribir estas palabras, / a poco se me parte el corazón.
El aforismo del sabio me lo hice / (al menos en cuanto pude) demasiado favorable:
"Diviértete, dice, hijo mío, / en tu adolescencia". Pero
en otro lugar el Sabio ofrece otro manjar, / pues "juventud y adolescencia,
-son sus palabras, ni más ni menos- / no son sino abuso e ignorancia".
"Mis días ha pasado rápidamente, / como -dice Job- los hilos de una tela
cuando el tejedor / sujeta en su puño una ardiente paja".
Entonces, si algún cabo sobresale, / lo suprime con rapidez.
Así no temo ya que me pase nada, / pues a la muerte todo se termina.
¿Dónde están los graciosos galanes / a quienes yo seguía antaño,
que cantaban tan bien, que tan bien hablaban, / tan agradables en hechos y dichos?
Algunos están muertos y rígidos, / de ellos no queda nada ahora:
tengan descanso en el Paraíso, / y Dios salve a los demás.
Y otros se han convertido, / ¡gracias a Dios!, en grandes señores y amos;
otros mendigan, completamente desnudos, / y no ven el pan más que en los mostradores;
otros han entrado en conventos / de Celestinos y Cartujos,
con botas, calzados como pescadores de ostras: / ved el diferente estado de cada uno".
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