XI
"Monseñor Pierre Charrepoix, de Lausana (con mujer y perritos falderos; no tienen hijos), que me invita a su hotel en Porta Pinciana, pero luego anula la invitación desde los estudios de la TV, donde está comprometido hasta altas horas para una grabación. Esta noche parte para Jerusalén, intercambiamos saludos, hablamos largamente por teléfono. En Roma, los videófonos están un poco alborotados (¿interceptados?), y sin embargo el rostro anguloso de Charrepoix brilla de fervor al anunciarme que estará de regreso en la aeterna Urbs (así lo dice, y sin extrañeza) dentro de cuatro o cinco días como mucho: nos veremos, estaremos juntos, ¿se podrá llegar a Su santidad? (bueno, hay que ser algo más que profesor, aunque sea famoso en toda Europa, para llegar a él), iremos juntos a Caracalla, a la Pirámide Cestia, a Tívoli. Charrepoix, Prelado Doméstico honorario y miembro de la Academia Pontificia, enseña filología románica, tiene una noción estrictamente arqueológica de Roma, pero es capaz de decirte (hasta tal punto es esteta) que tal ángulo determinado del Palatino ha de admirarse en junio, a las ocho de la mañana, en un día con nubes bajas y siroco, y que tales piedras, en otras circunstancias, no muestran su verdadero color. Por desgracia, de aquí a cuatro o cinco días estaré lejos de la orba Urbs, como prefiero llamarla yo.
Este cura académico y esteta está dando la vuelta al mundo, también él, para reformarlo con sus reflexiones. Ha descubierto que la Iglesia no es zoófila y le corresponde a él colmar esa laguna. Preside, no hace falta decirlo, una asociación internacional ad hoc, bajo el patronato de un cardenal japonés de la Curia. No me oculta que el Papa le ha denegado ya una audiencia, pero asegura (¿cómo puede estar seguro de ello?) que la culpa la tienen en las oficinas. La Secretaría electrónica, que no funciona como debiera.
-El Papa Juan se interesa por los animales, mi querido canónigo; ya sabes, la profecía de Malaquías preconizó un pontifex super angues. Por otra parte, el Movimiento progresa. Ya tenemos treinta mil afiliados, entre los cuales hay tres cardenales y veintisiete obispos.
Yo me ocupé de la cuestión en otro tiempo, y para mí las conclusiones son negativas. Pío IX decretó, el siglo pasado, que la protección de los animales se fundamenta en un error teológico: los cristianos no tienen ningún deber en este ámbito. Pueden, por tanto, torturar perros, gatos y pájaros cuanto quieran, y no por eso se les impedirá el acceso al Paraíso. Se lo he dicho a Charrepoix. El mismo Evangelio es agnóstico, en ninguna parte prescribe que las bestias deban ser protegidas. Por el contrario, Jesús hace entrar a los diablos exorcizados en una piara de cerdos, no se lo piensa dos veces. Pero quede claro que Chaperroix, neomodernista, es de la opinión de que el Evangelio debe ser "integrado".
-Hay ya una proposición -prosigue fervoroso-, que presentaremos lo más pronto posible. Solicita que se estudie la posibilidad de reconocer a los animales la posesión de un alma. A todos los animales. Incluidos los invertebrados. Un alma, ¿está claro?
Ah, clarísimo. Pero también hay quienes pretenden negar el alma a las mujeres. ¿Se la quitaremos a éstas para pasársela a los caballos, o a las almejas?
-Así -continúa hablando por teléfono- nos acercamos a una de las grandes religiones del mundo, el Budismo. Es maravilloso. Recuerdas las elevadas palabras de Pablo VI: "Lo que hay de santo en la fe de los otros". ¡El ecumenismo, que extiende nuestra visión católica!
Puede ser. Por mi parte, propondría que se empezara a hacer la estadística de los despropósitos que se dicen o se hacen en nombre del ecumenismo.
Y, además, tenía razón aquel joven, tendemos hacia el norte. Este entusiasmo por las bestias no es indígena, a orillas del Mediterráneo. Tienen bien poco que ver con la tradición católica. Después de haber abolido las corridas, mira por dónde, España ha dejado de ser el baluarte de la ortodoxia católica."
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