jueves, 10 de marzo de 2016

"Metro 2033. El último refugio".- Dmitri Glukhovsky (1979)


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 11.- Su propio camino
 
 "-Lo que diría yo es que... -Yevgeni Dimitryevich respiró hondo, sonrió beatíficamente y siguió hablando-: Aun cuando su Dios tenga unos determinados atributos característicos, es evidente que ésos no son el amor, la justicia ni la gentileza. A la vista de todo cuanto ha sucedido en la Tierra desde su creación, Dios siente un único tipo de amor: la predilección por las narraciones interesantes. Primero le envía alguna complicación a alguien, y luego observa lo que ocurre. Si la comida está sosa, le echa pimienta. En eso tenía razón el viejo Shakespeare: el mundo entero es un teatro. Pero no como él lo imaginaba.
 -Tan sólo con lo que has dicho hoy por la mañana -observó Sergei Andreyevich-, te has ganado ya un par de siglos en el infierno.
 -Bueno, así por lo menos tendrás a alguien con quien hablar.
 -Por otra parte, seguro que allí conocerás a un montón de personas interesantes.
 -Por ejemplo, a las más altas autoridades de la Iglesia Católica.
 -Ah, sí, a esos seguro. Pero, a decir verdad, los nuestros también...
 Era evidente que ninguno de los dos pensaba que algún día tuvieran que pagar por sus palabras. Con todo, la afirmación de Yevgeni Dimitryevich de que el destino del Hombre no era más que una narración interesante le había inspirado un pensamiento distinto a Ayrtom.
 -He leído un buen número de libros. Y siempre me sorprendo de que lo que se cuenta allí no se parezca a la vida real. ¿Comprenden? En ellos, los acontecimientos están narrados siempre de modo lineal, todo encaja con todo, cada acontecimiento es el resultado de otro acontecimiento, nada ocurre por casualidad. ¡Pero en la vida real eso es distinto! La vida está llena de acontecimientos que no están relacionados entre sí, que son totalmente independientes. No se produce una sucesión lógica. Pero en los libros, sí: tienen un principio, entonces empieza a desarrollarse un argumento, se llega al punto cumbre y, luego, el desenlace.
 -El punto culminante, no el punto cumbre -le corrigió el aburrido Sergei Andreyevich.
 -Sí, está  bien, el punto culminante -siguió diciendo Ayrtom, algo inseguro-. Sea como sea, la vida real es distinta: en la vida real, a menudo, la sucesión de acontecimientos no tiene ninguna lógica y, cuando la tiene, no conduce a ningún desenlace.
 -¿Me estás diciendo que la vida no tiene argumento?
 Ayrtom lo pensó unos instantes y luego asintió.
 Sergei Andreyevich inclinó la cabeza a un lado y miró inquisitivamente al muchacho:
 -¿Y qué es el destino? ¿Crees en él?
 -No. El destino no existe. Tan sólo acontecimientos casuales. Sólo conoceremos su sentido cuando estemos en el Más allá.
 -Vaya, vaya... -Sergei Andreyevich suspiró decepcionado-. Querría explicarte una pequeña teoría. Luego, tú mismo juzgarás si se corresponde o no con tu vida. Desde luego, yo también creo que la vida es ociosa y sin sentido y que no existe ningún destino. Al menos ningún destino seguro, manifiesto, que se pueda conocer desde el nacimiento. No, eso no. Pero, cuando ya se ha vivido cierto tiempo, ¿cómo podría decirlo yo ahora?, quizá te ocurra algo que te lleve a hacer unas cosas determinadas y a tomar unas determinadas decisiones. En todo momento tendrás la oportunidad de elegir entre lo uno y lo otro. Pero, si tomas la decisión correcta, todo lo que te ocurra luego no será ya casual, sino determinado por la elección que hayas tomado previamente. Con eso no quiero decir que todo tu destino posterior haya quedado predeterminado. Pero si entonces vuelves a encontrarte en la encrucijada, la elección ya no será tan casual. Sólo si has elegido de manera consciente, por supuesto. Entonces la vida ya no consiste en una acumulación de azares sino que, de hecho, llega a tener como un argumento en el que todas las cosas están ligadas lógicamente, aunque las conexiones no siempre serán inmediatas. Ese es tu destino. Y si sigues tu camino durante el tiempo suficiente, tu vida se parecerá tanto a un argumento que te sucederán cosas que no podrás explicar con la mera razón, ni con tu teoría del encadenamiento casual. Sino que se ajustarán sobremanera a las hebras del argumento por el que se dirige tu vida. Creo que el destino no acude por sí solo, hay que ir en su busca. Pero si los acontecimientos de tu vida cuajan algún día en un argumento, tal vez llegues muy lejos... Lo interesante del caso es que uno mismo no se da cuenta cuando eso le ocurre. O se tiene una idea totalmente equivocada de lo que sucede, porque cada uno trata de ordenar los acontecimientos de acuerdo con su propia visión del mundo. Con todo, el destino tiene su propia lógica".  

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