viernes, 4 de noviembre de 2016

"Epístola moral a Fabio".- Andrés Fernández de Andrada (1575-1648)


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"Fabio, las esperanzas cortesanas
prisiones son do el ambicioso muere
y donde al más activo nacen canas;
el que no las limare o las rompiere,
ni el nombre de varón ha merecido
ni subir al honor que pretendiere.
El ánimo plebeyo y abatido
procura, en sus intentos temeroso,
antes estar suspenso que caído;
que el corazón entero y generoso
al caso adverso inclinará la frente
antes que la rodilla al poderoso.
Más coronas, más triunfos dio al prudente
que supo retirarse, la fortuna,
que al que esperó obstinada y locamente.
Esta invasión terrible e importuna
de contrarios sucesos nos espera
desde el primer sollozo de la cuna.
Dejémosla pasar como a la fiera
corriente del gran Betis, cuando airado
dilata hasta los montes la ribera.
Aquel entre los héroes es cantado
que el premio mereció, no quien le alcanza
por vanas consecuencias del estado.
Peculio propio es ya de la privanza
cuanto de Astrea fue, cuanto regía
con su temida espada y su balanza.
El oro, la maldad, la tiranía
del inicuo, precede y pasa al bueno.
¿Qué espera la virtud o qué confía?
Vente, y reposa en el materno seno
de la antigua Romúlea, cuyo clima
te será más humano y más sereno;
adonde, por lo menos, cuando oprima
nuestro cuerpo la tierra, dirá alguno:
"Blanda le sea", al derramarla encima;
donde no dejarás la mesa ayuno
cuando en ella te falte el pece raro
o cuando su pavón nos niegue Juno.
Busca, pues, el sosiego dulce y caro,
como en la oscura noche del Egeo
busca el piloto el eminente faro;
que si acortas y ciñes tu deseo
dirás: "Lo que desprecio he conseguido;
que la opinión vulgar es devaneo."
Más quiere el ruiseñor su pobre nido
de pluma y leves pajas, más sus quejas
en el bosque repuesto y escondido,
que agradar lisonjero las orejas
de algún príncipe insigne, aprisionado
en el metal de las doradas rejas.
¡Triste de aquel que vive destinado
a esa antigua colonia de los vicios,
augur de los semblantes del privado!
Cese el ansia y la sed de los oficios;
que acepta el don y burla del intento
el ídolo, a quien haces sacrificios.
Iguala con la vida el pensamiento
y no le pasarás de hoy a mañana
ni aun quizá de un momento a otro momento. [...]
¿Qué es nuestra vida más que un breve día
do apenas sale el sol, cuando se pierde
en las tinieblas de la noche fría?"

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