sábado, 5 de noviembre de 2016

"Florencia en la época de los Médicis".- Alberto Tenenti (1924-2002)


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 Capítulo 2: Cultura y sociedad a fines del siglo XIV
 2.-El saber del mercader

 "No se ha hecho todavía un estudio sistemático de la sensibilidad popular y de la cultura de las clases inferiores en Florencia entre los siglos XIV y XV. Esto se explica en parte por la falta o la presencia muy reducida de testimonios directos y ya elaborados. Ha sido más cómodo, al parecer, someter a análisis lo que ha llegado a la expresión formal como ha sido siempre la tentación de la historia, sobre todo cultural, de los "protagonistas", como si sólo pudiera haber lazos, sucesión y lógica en este terreno. Por otra parte, y desde hace mucho tiempo, se ha puesto especial atención en los hombres de negocios y muy particularmente en los de Florencia. Estos últimos, en efecto, han mantenido en muchos terrenos un avance clarísimo, no sólo sobre lo que realizaron más tarde los hombres de negocios del resto de Europa sino incluso sobre sus contemporáneos italianos.
 No hay que olvidar que Florencia, una de las mayores ciudades europeas, está prácticamente desprovista de Universidad, que no la tendrá a pesar de todos sus esfuerzos, y que finalmente -en la segunda mitad del siglo XV- renunciará definitivamente a ella en provecho de Pisa. Aunque frecuente, el caso no es menos significativo: Génova, Milán, Venecia y Roma tampoco tienen Universidad en esta época y pasarán siglos sin tenerla. Dejando aparte Roma, existe ciertamente una gran analogía entre las otras tres ciudades comerciales italianas y Florencia. Pero el caso de la ciudad toscana es sin duda el que más destaca entre los otros en razón de los fenómenos culturales que en ella se ponen de manifiesto, particularmente en los siglos XIV y XV. Nacido en 1321, un poco por azar, sobre el modelo de Bolonia, el Studio o Universidad de Florencia no conoció nunca la prosperidad. No puede afirmarse que el gobierno comunal tras haberlo instituido diera muestra alguna de aversión al mismo, pero hay que decir también que no hizo nada especial para favorecerlo. Así, el Studio florentino, aparte del interés de los teólogos, no suscita sino el de algunos ricos humanistas. El caso es que la burguesía florentina precisa a veces del saber que se dispensaba en las Universidades medievales, pero no sentía una exigencia profunda y no sentía por el Studio la menor afinidad y mucho menos simpatía. Fueron muchas las ocasiones -y más exactamente en los momentos de apuro de las finanzas comunales- en que se cerraba sin más el Studio, que incluso en tiempo normal contaba sólo con unas decenas de alumnos en todas las disciplinas.
 El mercader florentino, como el genovés o el veneciano, apenas tenía nada útil que aprender en las Facultades medievales. Si bien se veían precisados de hombres de leyes y médicos, tal género de necesidad no bastaba para hacer florecer una Universidad. El objetivo de los jóvenes florentinos era el comercio en sus múltiples ramas. Y en la Universidad no sólo no se les enseñaba nada que pudiera servirles en el ejercicio de su profesión, sino que en la misma se profesaban doctrinas que condenaban algunas de sus más importantes manifestaciones. Los retoños de las familias con inclinación de traficantes y mercaderes eran muy numerosos, pero para llegar a tener éxito tenían que irse fuera. Este rechazo práctico, pero no menos continuo y coherente, del saber escolástico es una de las características esenciales de la sociedad florentina. Resurge una vez más, y esta vez a nivel de clase dirigente, una falta de interés más o menos declarado por la doctrina de inspiración eclesiástica y trascendente a la vez que una firme voluntad de aprovechamiento del tiempo en tareas productivas y lucrativas. Y para conseguirlo, en lugar de encerrarse en una escuela creadora de privilegios y que ofrecía además acceso a profesiones rodeadas de prestigio, los jóvenes de las familias burguesas no vacilaban en abandonar su ciudad para emprender viajes arriesgados y someterse a tareas que gozaban, en general, de escasa consideración. Estos jóvenes salen a menudo a aprender su oficio al extranjero, en filiales comerciales donde se practica lo que ellos desean aprender. Su cultura es técnica y contable, pero no sólo se limita a estas dos especialidades, será precisamente en el siglo XIV y en las primeras décadas del XV cuando el utillaje del comerciante toscano y en particular del florentino alcance un notorio progreso. Se trata, en principio, de un concepto nuevo en la organización de la compañía; asociación mercantil central que preside todas las empresas de envergadura. La base de su composición sigue siendo familiar con asociación preferencial para cualquier otro miembro de la casa o a los llegados a la misma por alianza. Éstos son los motores económicos que siguen animando casi todas las fases productivas (desde la cosecha u extracción de materias primas hasta las funciones bancarias), sin llegar todavía a la especialización. Pero los grandes mercaderes florentinos, tras las desagradables experiencias de la responsabilidad ilimitada de cada compañía (que provocara las bancarrotas a mediados del siglo XIV), tratan de elaborar ahora una fórmula nueva. Se trata de un paso muy importante hacia la realización de los medios de salvaguardia e inversión del capital".  

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