miércoles, 25 de octubre de 2017

"Joshua y la ciudad".- Joseph F. Girzone (1930-2015)


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«El almuerzo se convirtió en una sesión de trabajo de tres horas de duración. Joshua había trazado un plan muy amplio y detallado para todas las zonas del barrio que rodeaban el parque por el norte y el oeste y llegaban hasta el río.
 -El país necesita un modelo, Daniel, y tú eres el hombre capaz de dárselo -le explicó Joshua-. Las ciudades están demasiado llenas y las pocas industrias que todavía operan en las grandes urbes no tienen capacidad para absorber a tanta gente.
 -¿Qué propones? -preguntó Daniel.
 -Toda la parte del barrio que queda al norte y al oeste del parque es muy vieja y muchos de los edificios están medio en ruinas y se hallan infestados de ratas. En esa zona viven muchísimas personas que no tienen dónde trabajar. ¿Por qué no derribar los edificios y realizar un proyecto del todo nuevo? Podrías construir grupos de casas para una o dos familias y unos cuantos edificios de viviendas esparcidos por la zona con un número limitado de apartamentos en cada uno. En cada sección del barrio habría un parque para los niños, que así no tendrían que jugar en las calles. Me imagino fábricas pequeñas y talleres repartidos por toda la zona, con nuevas actividades impulsadas por las grandes empresas del país para proporcionar trabajo a la gente del barrio. Habría que construir nuevas escuelas, pero debería tratarse de una clase de escuelas distintas, subvencionadas por la industria y administradas por una junta escolar elegida en la zona y formada por representantes de la comunidad empresarial y de los residentes locales. Los alumnos se matricularían en cursos acordes con sus capacidades, muchos de los cuales serían de formación profesional y prepararían a los estudiantes para trabajar en las fábricas de la zona o en laboratorios o despachos. Quienes quisieran ir a la universidad se matricularían en los cursos de orientación necesarios. La industria también proporcionaría a algunos profesores para los cursos de naturaleza más técnica. Un requisito esencial para todos los profesores sería que les gustaran los niños y amaran la enseñanza.
 Daniel lo escuchó con gran atención, intentando asimilar todas sus palabras.
 -¿Te das cuenta de que lo que propones supone un concepto de lo más revolucionario para una ciudad como ésta, Joshua? -preguntó por fin-. No sé si podríamos conseguir la cooperación de todas las personas con las que necesitaríamos contar para un plan de semejante magnitud.
 -Soy consciente de que el proyecto quizá sea distinto, Daniel, pero resultaría muy práctico para una ciudad como ésta y además es la única manera de dar esperanzas a las personas que viven aquí. Si se cometen tantos crímenes en esta ciudad es porque la gente está desesperanzada. Las personas no nacen malas, sino que acaban por desesperarse a causa de las circunstancias. La sociedad les paga para que sigan siendo pobres y perezosas y destruye su iniciativa y su sentido del orgullo. Este plan les ofrecerá la ocasión de desarrollar la dignidad. Podrías crear toda clase de pequeños negocios en la zona y la gente de barrio se convertiría en propietaria de tiendas y comercios y los atendería. Los habitantes de la zona habrían de disponer de fondos que los prepararían para administrar sus propios pequeños negocios. Sé que al principio será difícil porque muy pocas de esas personas tienen experiencia en estos asuntos, pero con paciencia muchos de ellos saldrían adelante. Las personas astutas a menudo fracasan en los negocios, Daniel. Los pobres merecen una oportunidad incluso si algunos de ellos no logran aprovecharla. Los centros comunitarios y recreativos también ayudarían a mantener la moral. Otro factor muy importante es que en cuanto comenzaran las obras, gran parte del trabajo podrían llevarlo quienes ya viven aquí. Estas personas son las que deberían derribar el viejo barrio y reconstruir la comunidad. Esto les infundiría un gran sentido del orgullo personal, porque entonces verían que lo construyen todo con sus propias manos.
 -¡Eres un auténtico soñador, Joshua! -exclamó Daniel mientras se acababa el postre.
 -Pero debes admitir que el plan es tan práctico como realista. Y dará resultado.
 -Sí, ya me lo imagino. Y también veo mil obstáculos para llevarlo a la práctica.
 -Pero, ¿cuándo has permitido que los obstáculos te obliguen a abandonar los grandes proyectos con los que has soñado durante años, Daniel?
 -Tienes razón. Nunca he permitido que los obstáculos se interpusieran en mi camino. Pero no sé qué clase de ingresos generaría este proyecto.
 Pasando por alto esta última observación, Joshua añadió otro detalle a su sueño.
 -¿Y no te imaginas un parque junto al río donde se ofrecerían conciertos, espectáculos de danza y toda clase de programas durante el verano? Con un poco de imaginación las posibilidades son ilimitadas. Daniel, recuerda que cuando muramos Dios no nos preguntará cuánto dinero hemos ganado a lo largo de nuestra vida, sino cuánto dinero hemos repartido entre quienes nos rodeaban y cómo hemos empleado los dones y capacidades que Él nos concedió para ayudar a los demás.
 -Ya lo sé, amigo mío y también sé que podría haber hecho mucho más de lo que hice. Debo reconocer que es posible que este plan se convierta en un logro maravilloso. Tal vez inspire a otros a copiar la idea en otras ciudades de este país. Deja que piense en ello y permíteme hablar con mis asesores, Joshua; la decisión no les corresponderá a ellos pero se les ocurrirán todos los inconvenientes. Si consigo rebatir sus principales objeciones, entonces me parece que seremos capaces de hacer algo. La idea me gusta. Te admiro, Joshua. Para ser un hombre tan sencillo, no cabe duda de que sabes pensar a lo grande... Yo nunca habría concebido un proyecto tan gigantesco.»
 

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