Libro tercero: El deseo de morir.
1
«Desplegó un mapa.
-La situación es fluida -dijo, con una curiosa insinceridad oficial que ocultaba el anterior tono relajado-. Hasta la fecha esto es lo más reciente que hay.
Durante veinte minutos desarrolló lo que parecía claramente una presentación estándar. Aquí estaban las "zonas liberadas", allí la ruta de una brigada, allá la de otra; por un lado la base de una división, por el otro la de un cuerpo... Una enorme y complicada campaña de rodeos y contraataques cobró forma en las frases precisas y profesorales de Cattermole.
-No pensaba que esto tuviera semejantes dimensiones -dijo Guy.
-Nadie lo pensaba. Ni lo pensará mientras haya un gobierno monárquico en el exilio, acurrucado en Londres. Los partisanos están atrapando el triple de tropas que la campaña de Italia entera. Además del Grupo Armado de von Weich, hay cinco o seis divisiones de chetniks y de ustachi, aunque tal vez esos nombres no te digan nada. Son colaboracionistas serbios y croatas. También búlgaros. Debe de haber medio millón de tropas enemigas por ahí.
-Parece que hay un montón de partisanos -dijo Guy, señalando la multitud de formaciones señaladas en el mapa.
-Sí -dijo el comandante Cattermole-. Sí. Por supuesto, aunque no todos los regimientos están al completo. No sirve de nada enviar al combate a más hombres de los que podemos equipar. Y andamos escasos de casi todo: artillería, transporte, aviones, tanques... Tuvimos que armarnos con lo que conseguimos capturar. Hasta hace muy poco los hombres de El Cairo enviaban armas a Mihailovic para que las usara contra nuestra propia gente. Ahora las cosas se hacen un poco mejor. Hay un goteo de abastecimientos, pero no es fácil organizar lanzamientos de provisiones para las fuerzas en movimiento. Y los rusos han enviado al menos una misión, al mando de un general. Hasta que los veas no tendrás idea de lo que eso significa para los partisanos: eso es algo que tengo que explicar a nuestros oficiales de enlace. Los yugoslavos los aceptan como aliados, pero consideran a los rusos sus líderes. Es parte de su historia. Bueno, supongo que has oído hablar, como yo, del paneslavismo. Lo encontrarás tan vigente como en tiempos de los zares. Una vez, durante la Sexta Ofensiva, nos estaban bombardeando mientras cruzábamos un río y uno de los camilleros, un chico de la Universidad de Zagreb, dijo sencillamente: "Cada bomba que cae aquí es una menos en Rusia." Para ellos somos extranjeros. Aceptan lo que les enviamos, pero no tienen ninguna razón para sentirse especialmente agradecidos. Son ellos los que están combatiendo y muriendo. Algunos de nuestros hombres menos lúcidos se equivocan al pensar que es una cuestión de política. Estoy seguro de que tú no cometerás ese error, pero a todos les suelto esta charlita. No hay política en tiempos de guerra, sólo amor al país y a la raza, y los partisanos saben que pertenecemos a un país distinto y a una raza distinta. Por eso a veces surgen malentendidos.
En ese momento el brigadier Cape asomó por la puerta y dijo:
-Joe, ¿puedes venir un momento?
-Estudia el mapa -le dijo el comandante Cattermole a Guy-. Apréndetelo. Volveré enseguida.
Guy estaba versado en la interpretación de mapas militares. Hizo lo que se le había dicho, preguntándose en qué parte de ese confuso territorio se encontraría su futuro.
[...]
El comandante Cattermole volvió con Guy.
-Disculpa que te haya dejado solo. Es un asunto de rutina. Ya he terminado mi clasecita y el brigadier podrá verte. Te dirá adónde vas a ir y cuándo. Vas a tener una experiencia única, sea lo que sea. Los partisanos son una revelación, literalmente.
Cuando el comandante Cattermole hablaba del enemigo lo hacía con la hostilidad impersonal y profesional con la que un cirujano consideraría un tumor maligno y operable; cuando hablaba de sus camaradas, era algo más allá de la lealtad, igualmente impersonal, casi como una imitación del amor místico tal como lo retrataron los artistas sensuales del Barroco.
-Los oficiales y los soldados -proclamó exultante- comparten los mismos alojamientos y comidas. Y también las mujeres. Puede que te sorprenda ver a chicas movilizadas junto a sus compañeros, a veces echándose bajo la misma manta en busca de calor, pero guardando una absoluta abstinencia. La pasión patriótica ha ocultado por completo el sexo. Las chicas partisanas son algo que sin duda no habrás visto nunca. De hecho, uno de los oficiales médicos me dijo que muchas habían dejado de menstruar. Algunas eran poco más que colegialas cuando se echaron al monte dejando a sus familias burguesas colaborando con el enemigo. He visto algunas escenas de valor que no habría creído si las hubiese leído en los textos clásicos más auténticos. Incluso cuando tenemos anestésicos, las chicas suelen rechazarlos. He visto cómo aguantaban dolorosas operaciones sin pestañear, a veces rompiendo a cantar mientras el cirujano sajaba la carne, para probar su hombría. Bueno, ya lo verás por ti mismo. Es una experiencia que te transforma.
Siete años atrás J. Cattermole, de All Souls, había publicado Un estudio de algunas redundancias en los conceptos empíricos, un libro popularmente conocido como Las redundancias de Cattermole y que a menudo se describía como "fundamental". Desde entonces había cambiado mucho.
La cabeza del brigadier Cape apareció de nuevo por la puerta.
-Acércate, Crouchback -dijo, y Guy lo siguió al despacho de al lado-. Me alegro de verte. Eres el tercer alabardero que se incorpora a nuestra unidad. Yo de buen grado aceptaría a todos los que pudiera conseguir. Creo que ya conoces a Frank de Souza. Está al otro lado ahora mismo. Sé que ayer pasaste la tarde con nuestro segundo mando. No llevas la divisa de paracaidista.
-No logré aprobar, señor.
-Vaya, pensaba que lo habías conseguido. Debe de haber un error en alguna parte. De todas formas, ahora tenemos dos o tres sitios en los que podemos aterrizar. ¿Hablas bien el serbocroata?
-Ni una palabra. Cuando me entrevistaron sólo me preguntaron por mi italiano.»
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