martes, 12 de enero de 2016

"Diario de una maestra".- Dolores Medio (1911-1996)


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17 de septiembre de 1935
 
 "Irene Gal mira hacia el armario con sobresalto. Aquí, en el armario, están encerrados los tesoros de la vieja y buena señora Obaya: viejos libros de lectura, con su moraleja. Cuadernos y muestrarios de letra gótica y redondilla. Revistas de labores para poner a prueba la paciencia de las niñas. Láminas de historia que recuerdan los carteles de feria que narraban crímenes y calamidades... Todo cuidadosamente sobado por las manos de tres generaciones de niños de La Estrada, educados por la vieja y buena señora Obaya.
 La señora Obaya es su antecesora en el cargo. La vieja y buena señora Obaya se ha jubilado después de cincuenta años de servicios prestados a la patria. Para la vieja y buena señora Obaya, no existía otro método de enseñanza que "el método Machaca". Y un lema en su profesión: "La letra con sangre entra". Sospecha Irene Gal que alguna sangre debió correr por la escuela, puesto que tres generaciones de habitantes de La Estrada aprendieron, bien que mal, a leer, a escribir y a contar, bajo la férula de la buena y vieja señora Obaya. Por eso, el Gobierno de la República le concedió, al jubilarla, la Medalla del Trabajo, a instancias del Maestro de Nozales. El Ayuntamiento de Castrillón tuvo la generosidad de levantarle, en terrenos de la Escuela, un sencillo monumento, a instancias del Maestro de Nozales. El pueblo de La Estrada costeó por suscripción el monumento, a instancias del Maestro de Nozales. Timoteo se cagó una noche en el monumento de la vieja y buena señora Obaya. Otra noche, Timoteo -de esto no está muy segura la vieja Obaya-, colocó un gorro frigio sobre su cabeza. Entonces, el maestro de Nozales "que aunque es republicano y bastante bruto, es buena persona", reunió a los vecinos de La Estrada en terrenos de la Escuela, junto al monumento, y les dijo, sin preámbulos: "Sois unos mal nacidos si volvéis a ofender a esta señora. Y el que no esté de acuerdo con lo que digo, que salga aquí y le rompo el alma de un puñetazo." El maestro de Nozales no se vio en la necesidad de romper el alma a ningún vecino porque el caso no volvió a repetirse.
 Esto es lo que la vieja y buena señora Obaya contó a Irene Gal cuando le entregó la llave del armario.
 Irene sabe que en este armario está guardada también la bandera vieja "para cuando vuelva el Rey". La bandera que ondeó los días de fiesta sobre el asta de la Escuela, durante cincuenta cursos. Es de seda. La bordó la vieja y buena señora Obaya, ayudada por la abuela de Timoteo, "que era de buenas familias y nada tenía en común con el judas de su nieto".
 Irene Gal mira hacia el armario con sobresalto. No es fácil enfrentarse con el pasado y sustituirlo con el presente, sin ofender los sentimientos de los que se han quedado mirando atrás. Sin embargo, es preciso hacerlo. Tiempos nuevos, modos nuevos...
 Y a propósito del pasado, recuerda ahora un pensamiento de Ortega que subrayó en alguno de los libros que Máximo Sáenz le regaló. Posiblemente en uno de los tomos de El Espectador:
 "No se crea por esto que soy de temperamento conservador y tradicionalista. Soy un hombre que ama verdaderamente el pasado. Los tradicionalistas, en cambio, no le aman: quieren que no sea pasado sino presente. Amar el pasado es congratularse de que, efectivamente, haya pasado y de que las cosas, perdiendo esa rudeza con que al hallarse presentes arañan nuestros ojos, nuestros oídos y nuestras manos, asciendan a la vida más pura y esencial que llevan en la reminiscencia. El valor que damos a muchas realidades presentes no lo merecen éstas por sí mismas; si nos ocupamos de ellas es porque existen, porque están ahí, delante de nosotros, ofendiéndonos o sirviéndonos. Su existencia, no ellas, tiene valor. Por el contrario, de lo que ha sido nos interesa su calidad íntima y propia. De modo que las cosas, al penetrar en el ámbito de lo pretérito, quedan despojadas de toda adherencia utilitaria, de toda jerarquía fundada en los servicios que como existentes nos prestaron, y así, en puras carnes, es cuando comienzan a vivir de su vigor esencial".     

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