El superviviente
"La suma total del credo del doctor Charriere tenía como resultado la poderosa e hipotética convicción de que el ser humano podía, por medio de operaciones y otras prácticas tan extrañas como macabras, obtener algo de la longevidad característica de los saurios; que a la vida de un hombre se le podía añadir tanto como siglo y medio, o quizá dos siglos. Al finalizar ese período, el individuo se retiraba a algún lugar húmedo para dejarse caer en un estado de semi-inconsciencia, que venía a ser una especie de gestación, hasta el momento en que se despertaba, con ciertas alteraciones en su aspecto y comenzaba otra larga vida. Dados los cambios fisiológicos que sufría durante aquellos períodos de gestación, el individuo se adaptaba a un modelo de existencia distinto en cada una de sus vidas. Para justificar esta teoría, el doctor Charriere se había apoyado únicamente en un gran número de leyendas, algunos datos de naturaleza similar, y relatos especulativos de curiosas mutaciones humanas que se habían dado en los últimos doscientos noventa y un años. Esa cifra cobró un significado mayor para mí cuando caí en la cuenta de que ése era justo el tiempo que había transcurrido desde la fecha de nacimiento del primer doctor Charriere hasta el día de la muerte del otro cirujano. No obstante, en todo ese material no había nada que sugiriera un procedimiento concreto de tipo científico, con pruebas aducibles. Sólo se daban indicios y vagas sugerencias, quizás suficientes para llenar de horribles dudas y de un convencimiento espantoso y a medio cuajar a un lector fortuito, pero que no podían llegar a satisfacer el rigor de cualquier hombre de ciencia.
¿Hasta qué punto habría podido seguir profundizando en la investigación del doctor Charriere? Lo ignoro.
Quizás habría ido mucho más lejos si no hubiera ocurrido aquello que me hizo gritar de horror y huir de la casa de Benefit Street, dejando que ella y su contenido siguiesen esperando al superviviente que, ahora sí lo sé, no se presentará nunca. Ahora ya no tiene remedio; la casa es propiedad municipal y será destruida.
Estaba examinando estos "hallazgos" del doctor Charriere, cuando me di cuenta, con eso que la gente llama el "sexto sentido", de que estaba siendo observado detenidamente. No queriendo volverme, hice lo siguiente: abrí mi reloj de bolsillo y colocándolo delante de mí utilicé el pulido y brillante interior del estuche a modo de espejo, para que en él se reflejaran las ventanas que estaban a mis espaldas. Y vi ahí, reflejada difusamente, la más horrible caricatura que pueda imaginarse de un rostro humano. Me dejó tan estupefacto que, sin pensarlo, volví la cabeza para observarlo directamente. Pero no había nada en la ventana, excepto la sombra de un movimiento. Me levanté, apagué la luz y me acerqué a la ventana. Una silueta alta, curiosamente encorvada que, medio agachada y arrastrando los pies, se dirigía hacia la oscuridad del jardín: ¿fue realmente eso lo que vi? Creo que sí. Pero no estaba tan loco como para perseguirle. Quienquiera que fuese, vendría otra vez, como había venido la noche anterior.
De modo que, mientras esperaba, me puse a sopesar las distintas explicaciones que me venían a la mente. Impresionado aún por mi visitante nocturno, confieso que coloqué, encabezando la lista de sospechosos, a los vecinos que se oponían a que la casa Charriere siguiese en pie. Posiblemente pretendían asustarme para que me marchara, pues ignoraban que mi estancia en la casa iba a ser tan breve. Cabía pensar también en la posibilidad de que hubiese algo en el estudio que deseaban obtener. Pero esa eventualidad no me pareció muy convincente, porque si tal era su intención, habían tenido tiempo de sobra para conseguirlo durante el largo período en que la casa estuvo deshabitada. lo cierto es que en ningún momento se me ocurrió pensar en la verdadera explicación de los hechos".
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