jueves, 30 de abril de 2015

"Un hombre acabado".- Giovanni Papini (1881-1956)


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XXIV.- El ingenio

 "Me dicen los hombres que me rodean que tengo ingenio, y estos buenos amigos creen que así me hacen un gran honor y me colman de placer. Alguno hasta llega a decir que tengo mucho ingenio, un gran ingenio; y precisamente son aquéllos que creen quererme más y gozar de mayor intimidad.
 Queridos amigos: ¡os doy las más expresivas gracias, y me inclino ante vosotros, y pido a Dios que os recompense por ello! Haced y decid cuanto podáis hacer y decir, y procurad vencer vuestro natural amor propio y mi descortés grosería.
 ¿No hay nadie entre vosotros que advierta lo mucho que me ofende y me amarga con este ingenio?
 ¡Al diablo vuestro ingenio! ¿Qué tontería es ésta? ¿Creéis acaso en conciencia que yo puedo estar satisfecho con ser un hombre de ingenio, un muchacho de bellas esperanzas hasta el ataúd, un buen compañero ingenioso que sabe interesar a la gente? ¿Por quién me habéis tomado entonces? ¿Acaso tengo el rostro anodino y sonriente del hombre que se contenta con lo que todos poseen, y se siente feliz cuando acuden diez ideas a la punta de su lengua, y conserva unos cuantos billetes en la cartera? ¿No habéis advertido, garzas de mal augurio, que el ingenio es la mercancía más corriente que se encuentra en las ferias de los hombres? ¡Especialmente en Italia! vamos a ver: contestadme si os place. ¿Quién carece de ingenio en este dichoso país, bendecido de los dioses? Si lográis traer a mi presencia uno solo, os lo pagaré a peso de oro. El ingenio, idiotas míos, corre por las calles, llena las casas, inunda los libros, fluye de todas las bocas, rebosa en todas las tabernas.
 -¡Vaya muchacho de ingenio! Lástima que no tenga ganas de hacer nada.
 -Aquel tipo es de cuidado, pero ¡qué ingenio!
 -Ese individuo no dice más que barbaridades, de acuerdo. Pero no se puede negar que posee mucho ingenio.
 Estas son las conversaciones que se oyen diariamente en Italia en todas las aceras, en todas las casas y en todos los cafés donde se reúnen los llamados intelectuales.
 Quien logra poner de moda un baile o una canción, con melodía simpática y versos pasables, tiene ingenio. Tiene ingenio quien sabe pintar a la acuarela unas florecillas que parecen de verdad. Tiene ingenio quien toca con garbo el piano ante un Beethoven de yeso. Tiene ingenio quien sabe describir con elegancia sentimental los estragos de un terremoto. Tienen ingenio hasta quienes podan los castaños de Indias; y tienen  ingenio quienes disfrutan de la inteligencia ajena, convirtiendo en humo a un mismo tiempo las ideas y los habanos. 
 Os lo pregunto otra vez: ¿quién carece de ingenio entre nosotros? Hasta quienes nada tienen, tienen ingenio. Hasta los políticos... Hasta los periodistas...
 Quede bien sentado de una vez para siempre: quien me dice que tengo ingenio me ofende. Y quien me dice que soy un hombre de ingenio me aflige.
 Yo maldigo vuestro ingenio y lo arrojo con los diarios en las letrinas. Os hablo sinceramente: para mí el ingenio no es más que el grado sublime de la mediocridad. El ingenio es la forma superior de inteligencia que todos pueden comprender, apreciar y querer. El ingenio es aquella mezcla sabrosa de facilidad, búsqueda, espíritu, lugares comunes rejuvenecidos, frases agudas que tanto gustan a las señoras, a los catedráticos, a los abogados, a los hombres de mundo, a las personas cultas, en suma, a cuantos son mitad y mitad, a quienes están entre cielo y tierra, entre el paraíso y el infierno, alejados  por un igual de la bestialidad profunda y del genio sublime".

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