3.- La colina del humor
"-Y ahí va otra -continuó el insaciable Quinn-. En una hondonada de las colinas verdegrises de la lluviosa Irlanda vivía una mujer muy vieja cuyo tío remaba siempre por Cambridge en las regatas. Pero en su hondonada verdegris, ella no sabía nada de esto: ignoraba que hubiera una regata. También ignoraba que tuviera un tío. No conocía a nadie, excepto a Jorge I, de quien había oído hablar (no sé por qué) y en cuyo recuerdo histórico había depositado su sencilla confianza. Y al cabo de un tiempo, cuando Dios quiso, se descubrió que este tío suyo no era realmente su tío, y fueron a decírselo. Ella sonrió a través de las lágrimas y dijo únicamente: "En la virtud está su propia recompensa".
Hubo otro silencio, tras el cual Lambert observó:
-Parece un poco misterioso.
-¡Misterioso! -exclamó el otro-. El verdadero humor es misterioso. ¿No has comprendido el principal incidente de los siglos XIX y XX?
-¿Qué es? -se limitó a preguntar Lambert.
-Muy sencillo -contestó el otro-. Hasta ahora el fracaso de un chiste era que la gente no lo captara. Ahora la sublime victoria de un chiste es que la gente no lo capte. El humor, amigos míos, es la única santidad que la humanidad tiene a su alcance. Es lo único que os da verdadero miedo. Mirad ese árbol.
Sus interlocutores miraron vagamente hacia un haya que se inclinaba en su dirección desde la ladera de una colina.
-Si yo dijera que no veis las grandes verdades científicas exhibidas por ese árbol, pese a que estén mirando a la cara a cualquier hombre inteligente, ¿qué pensaríais o diríais? -preguntó el señor Quinn-. Me miraríais como a un pedante que presentara una insignificante teoría sobre las células vegetales. Si yo dijera que no veis en ese árbol la pésima administración de la política local, me calificaríais de chiflado socialista, aficionado a los parques públicos. Si yo dijera que sois culpables de la suprema blasfemia que significa mirar ese árbol y no ver en él una nueva religión, una especial revelación de Dios, diríais que soy un místico y no volveríais a pensar en mí. Pero -y alzó una mano pontificia- si digo que no sabéis ver el humor de ese árbol, y que yo sí lo veo... ¡Dios mío!, os arrastraréis a mis pies.
Hizo una pausa y continuó:
-Sí, ¡el sentido del humor, un misterioso y delicado sentido del humor es la nueva religión de la humanidad! Hacia él concurrirán los hombres con el ascetismo de los santos. Se establecerán ejercicios espirituales para comprenderlo. Se preguntará: "¿Ves el humor de esta barandilla de hierro?", o bien, "¿eres capaz de ver el humor de este campo de trigo? ¿Eres capaz de ver el humor de las estrellas? ¿Comprendes el humor de las estrellas? ¿Comprendes el humor de la puesta de sol?" A menudo he reído hasta dormirme pensando en un crepúsculo violeta.
-Cierto, cierto -dijo el señor Barker con inteligente confusión.
-Dejad que os cuente otra historia. ¿Con qué frecuencia ocurre que los miembros del Parlamento por Essex son menos puntuales de lo supuesto? El miembro menos puntual es tal vez James Wilson, que en el mismo acto de arrancar una amapola, dijo...
Lambert se volvió súbitamente y clavó su bastón en el suelo con una actitud desafiante.
-Auberon -interrumpió-, ya basta. Estoy harto. No dices más que tonterías".
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Realiza tu comentario: