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No tardó el rey en comenzar a hablar:
-“¡Oídme, vasallos, condes e infanzones!
Quiero formular un ruego a Mío Cid Campeador;
Así lo quiera Cristo que sea en beneficio suyo.
Os pido a vuestras hijas doña Elvira y doña Sol,
Que las entreguéis como mujeres a los infantes de Carrión;
El casamiento nos parece honroso y beneficioso;
Ellos os lo piden y os lo requiero yo.
De una y otra parte cuantos están aquí,
Los míos y los vuestros que apoyen mi petición,
Concedédnoslas, Cid y que os guarde el Creador”.
-“No tengo hijas casaderas, repuso el Campeador,
Que tienen corta edad y aún son jóvenes.
Gran fama tienen los infantes de Carrión,
Son buen partido para mis hijas y aun para otras mejores.
Yo las engendré a ambas y las educasteis vos;
Ellas y yo estamos a vuestra disposición,
Helas en nuestra mano a doña Elvira y doña Sol,
Dadlas a quien vos queráis, que contento estaré yo”.
-“Gracias, dijo el rey, a vos y a toda esta corte”.
Luego se levantaron los infantes de Carrión,
Van a besar las manos al que en buena hora nació,
Cambiaron las espadas ante el rey don Alfonso.
Habló el rey don Alfonso, como buen señor:
-“Gracias os doy, Cid, por ser tan generoso, y primero al Creador
Porque me otorgáis vuestras hijas para los infantes de Carrión.
Desde ahora tomo bajo mi tutela a doña Elvira y doña Sol
Y las entrego como esposas a los infantes de Carrión.
Caso yo a vuestras hijas, y las caso con vuestro consentimiento,
¡quiera el Creador que quedéis con ello satisfecho!
He aquí, dejo en vuestras manos a los infantes de Carrión,
Que ellos os acompañen, que ya me vuelvo yo.
Trescientos marcos de plata les doy para ayudarles,
Que los gasten en sus bodas o donde dispongáis vos.
Cuando estén en vuestro poder en Valencia la mayor
Los yernos y las hijas, todos vuestros hijos son;
Haced con ellos, Campeador, lo que creáis mejor”.
Mío Cid los recibe, y la mano le besó:
-“Mucho os lo agradezco como a rey y señor!
Vos casáis a mis hijas, que no se las doy yo”.
Las palabras fueron dadas (y se acordó) que al día siguiente de mañana,
Al salir el sol se volviese cada uno a su lugar.
[…]
El rey a los infantes les cogió las manos
Y las puso en manos de Mío Cid el Campeador.
-“Ahí tenéis a vuestros hijos, pues yernos vuestros son,
Desde hoy habréis de saber qué hacer con ellos, Campeador”.
-“Os lo agradezco, rey, y agradezco vuestro don;
¡Dios que está en el cielo os conceda por ello buen galardón!”
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