lunes, 13 de abril de 2015

"La conjura de los necios".- John Kennedy Toole (1937-1969)


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V
 
 "Ignatius se acomodó en el taxi y le dio la dirección de la Calle Constantinopla. Del bolso del abrigo sacó una hoja de papel con membrete de Levy Pants y, tomando prestada la tablita sujetapapeles del taxista a modo de mesa, comenzó a escribir mientras el taxi se adentraba en el denso tráfico de la Avenida St. Claude.
 
 Estoy verdaderamente muy fatigado al final de mi primer día de trabajo. No quiero decir, sin embargo, que me sienta descorazonado o deprimido o derrotado. Me he enfrentado al sistema cara a cara por primera vez en mi vida, plenamente decidido a actuar dentro de su marco como observador y crítico de incógnito, como si dijésemos. Si hubiera más empresas como Levy Pants, estoy seguro de que las fuerzas laborales de Norteamérica se ajustarían mejor a sus tareas. Allí no se importuna en absoluto al trabajador que es claramente digno de confianza. El señor González, "mi jefe", aunque sea bastante cretino, resulta, sin embargo, bastante agradable. Parece que siempre está atemorizado, demasiado, desde luego, para criticar la tarea de cualquier trabajador. En realidad, es capaz de aceptar cualquier cosa y es, por tanto, atractivamente democrático, a su modo subnormal. Como ejemplo de esto, la señorita Trixie, nuestra Madre Tierra del mundo mercantil, incendió involuntariamente unos importantes pedidos cuando pretendía encender una estufa. El señor González fue muy tolerante con este error si tenemos en cuenta que la empresa recibe últimamente menos pedidos cada día, y que esos pedidos venían de Kansas City y significaban unos quinientos dólares (¡quinientos!) de nuestros productos. Hemos de recordar, sin embargo, que el señor González tiene órdenes de esa misteriosa millonaria, la supuestamente inteligente e ilustrada señora Levy, de tratar bien a la señorita Trixie y de procurar que se sienta activa y útil. Pero ha sido también muy cortés conmigo, permitiéndome hacer mi voluntad entre los archivos.
 Me propongo sonsacar dentro de poco a la señorita Trixie; sospecho que esta Medusa del capitalismo tiene muchas ideas valiosas y puede proporcionarme más de una observación básica.
 La única nota desagradable (y aquí me expresaré con vulgaridad para ajustarme más al carácter de la criatura de la que voy a ocuparme) fue Gloria, la mecanógrafa, una putilla descarada y sin seso. Con la cabeza llena de ideas erróneas y de juicios de valor abismales. Tras de que hiciese uno o dos comentarios descarados y no solicitados sobre mi persona y mi porte, llamé aparte al señor González y le dije que Gloria estaba pensando dejar el trabajo al final del día sin notificarlo. El señor González perdió el control y despidió de inmediato a Gloria, permitiéndose con ello un ejercicio de autoridad que, según pude apreciar, le complació extrañamente. En realidad, lo que me impulsó a hacer lo que hice fue el espantoso rumor de los tacones como estacas de los zapatos de esa chica. Otro día más soportando ese repiqueteo habría sellado mi válvula definitivamente. Además, toda aquella máscara de maquillaje y aquellos labios pintados y otras vulgaridades que prefiero no enumerar.
 Tengo muchos planes para mi departamento de archivos y he ocupado un escritorio (entre los varios que hay vacíos) junto a una ventana. Me siento allí con mi estufita puesta al máximo y así me paso toda la tarde, viendo los barcos que llegan de muchos puertos exóticos y que cruzan las frías y oscuras aguas del puerto. Los leves ronquidos de la señorita Trixie  y el furioso teclear del señor González proporcionaron esta tarde un agradable contrapunto a mis reflexiones.
 El señor Levy no apareció hoy; creo que, por lo que parece, visita el negocio muy poco, que está en realidad, tal como dice el señor González, "intentando venderlo lo antes posible". Quizá nosotros tres (pues lograré que el señor González despida a los otros trabajadores si se presentan mañana; demasiada gente en la oficina me distraería sin duda) podamos revitalizar el negocio y devolverle la fe al señor Levy el Joven. Tengo ya algunas ideas excelentes y sé que acabaré logrando que el señor Levy se decida a poner su corazón y su alma en la empresa.
 Por otra parte, he llegado a un acuerdo muy positivo con el señor González. Le convencí de que, puesto que le había ayudado a ahorrar el gasto del salario de Gloria, podría corresponder pagándome el viaje de ida y vuelta en taxi. El regateo que siguió fue un borrón en un día, por lo demás, agradable. Pero al fin impuse mi punto de vista explicando al señor González los peligros de mi válvula y de mi salud en general.
 Vemos, pues, que incluso cuando la rueda de la Fortuna nos hace girar hacia abajo, se para a veces un momento y nos vemos en un pequeño ciclo positivo dentro de ese ciclo negativo más amplio. El universo se basa, por supuesto, en el principio del círculo dentro del círculo. De momento, estoy en un círculo más interno. Son posibles también, claro está, círculos más pequeños dentro de este círculo." 

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