miércoles, 1 de abril de 2015

"Poesías".- Catulo (h. 87 a.C. - h. 57 a.C.)

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"V

Vivamos, Lesbia mía, y amémonos, y no nos importen un as todas las murmuraciones de los ancianos ceñudos. Los soles pueden ponerse y volver a salir; pero nosotros, una vez que se apague nuestro breve día, tendremos que dormir una noche eterna. Dame mil besos, luego cien, luego otros mil, luego cien más, luego todavía otros mil, luego cien, y finalmente, cuando lleguemos a muchos miles, perderemos la cuenta para no saberla y para que ningún malvado pueda aojarnos al saber cuántos han sido los besos.

VII

 Me preguntas cuántos besos tuyos, Lesbia, serían bastante para mí. Tan gran número como las arenas de Libia, que se extienden por Cirene, rica en laserpicio, entre el oráculo del ardiente Júpiter y el sagrado sepulcro del antiguo Bato; o como las estrellas que, cuando calla la noche, contemplan los furtivos amores de los hombres: éstos son los besos tuyos que bastarían a ese loco de Catulo; tantos que ni los curiosos pudieran contarlos ni echarles una maldición con venenosa lengua.


VIII

 Pobre Catulo, deja de hacer locuras, y da por perdido lo que ves que se perdió. En otro tiempo brillaron para ti soles resplandecientes, cuando corrías adonde te llevaba una niña amada por mí como no lo será ninguna. Entonces eran aquellos innumerables goces que tú querías y la amada no rehusaba: verdaderamente, en otro tiempo brillaron para ti resplandecientes soles. Ahora ella ya no quiere; tú, insensato, no lo quieras tampoco, y no persigas lo que huye, ni entristezcas tu vida, sino obstinadamente resiste y no cedas. Adiós, niña; Catulo no cede, y no te buscará ni solicitará contra tus deseos. Pero tú te quejarás cuando nada se te pida. ¡Ay de ti, miserable! ¡Qué vida te espera! ¿Quién se acercará ahora a ti? ¿Quién te encontrará hermosa? ¿A quién amarás ahora? ¿De quién dirán que eres? ¿A quién besarás? ¿A quién morderás los labios? Pero tú, Catulo, mantente firme y no cedas.

LXX

 Dice mi amada que con nadie quisiera unirse más que conmigo, ni aún si el mismo Júpiter se lo pidiera.
 Lo dice, pero lo que una mujer dice a su ardoroso amante hay que escribirlo en el viento y el agua rápida.

LXXXV

 Odio y amo. Tal vez preguntes por qué lo hago. No lo sé, pero siento que es así y sufro. 

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